La ‘nacionalización del petróleo’ o la encrucijada de Chávez

Los anuncios del presidente Chávez, el 1º de Mayo, no significan una nacionalización del petróleo de Venezuela, ni siquiera que se haya consumado el propósito de pasar a controlar el 60% del capital de las asociaciones del Estado con los grandes pulpos internacionales que explotan la Cuenca del Orinoco. Lo único que ha ocurrido efectivamente es que las petroleras se han avenido a modificar los contratos existentes y admiten una nueva asociación con mayoría del Estado. No es definitiva tampoco la negativa de Conoco a firmar esos acuerdos. De aquí en más deberán negociarse los términos de esa nueva asociación, que ya se encuentra establecida en una ley que está en vigencia desde 2004. El único interrogante real en esta historia es por qué el gobierno bolivariano ha demorado tanto tiempo en cumplir con la norma legal. Los anuncios simplemente ponen fin a la vigencia de contratos leoninos contra el interés nacional de Venezuela, firmados en el marco de la “apertura petrolera”, que virtualmente eximían a los pulpos de pagar un porcentaje de regalías decente. El gobierno modificó este aspecto en los últimos años y ahora se apresta a negociar los términos finales de los nuevos acuerdos.


La circunstancia de que petroleras como Total o Exxon hayan aceptado una asociación con el Estado, que además las dejaría en minoría en el capital accionario, implica que incluso la nueva forma societaria puede ser muy conveniente para ellas. El propio Chávez les ha dicho repetidamente que les convenía firmar los nuevos acuerdos. Es que con reservas estimadas entre las más altas del mundo y con los precios de los hidrocarburos por las nubes, incluso un 40% de participación es un gran negocio. De todos modos, hay que consignar que algunos columnistas del diario The Wall Street Journal han reclamado a los pulpos internacionales que rechacen las nuevas condiciones y que se retiren del país, incluso en el caso de que juzguen favorables los términos de la nueva asociación que fuera a proponer Venezuela.


El primer punto del litigio es, obviamente, en cuánto cotiza Chávez el capital que se adjudican los pulpos internacionales a los fines de establecer la indemnización por el 60% que pasaría al Estado. Los pulpos afirman haber invertido 15.000 millones de dólares y que su capital a valor de mercado es, en la actualidad, tres veces superior a esa suma. Algunos diarios afirman que Chávez solamente estaría dispuesto a pagar de acuerdo a la cotización que figura en libros; en este caso se ha estimado que el resarcimiento a los pulpos oscilaría en los seis mil millones de dólares. Sin embargo, en la nacionalización de la telefónica CANTV y de Electricidad de Caracas, Venezuela les reconoció un valor por acción apenas un 3% inferior a la cotización en la Bolsa. Desde aquella fecha la Bolsa de Caracas ha caído un 15%. Otras fuentes aseguran que la intención oficial sería desembolsar las indemnizaciones en petróleo, no en divisas, y en cuotas.


El otro problema fundamental es si las operaciones de exploración y explotación serán controladas en forma conjunta o solamente por la estatal PDVSA. En este caso las petroleras internacionales no podrán registrar ninguna reserva de petróleo como propia y quedarían igualmente condicionadas a la hora de incorporar nuevas inversiones y tecnologías. El quid del negocio petrolero en el inexplotado Orinoco reside en las inversiones ulteriores que requiere. El gobierno ha prometido hacer una propuesta ‘equilibrada’, pero el tema está sujeto a una controversia de fondo.


Según The Wall Street Journal, Chávez no quiere ninguna clase de arreglo, porque su intención sería cambiar de socios y de mercados, para lo cual incorporaría al negocio a las empresas estatales de China y de Irán y a la brasileña Petrobras y la rusa Lukoil, y reemplazaría la exportación a Estados Unidos por China. Este giro representaría, por supuesto, un golpe para el bolsillo de Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, que a pesar de revistar en el ala derecha del partido republicano de Bush es socio de CITGO, la distribuidora venezolana de petróleo en Estados Unidos. Pero la versión del Journal luce infundada tanto por razones prácticas como por los lazos de clase que unen al capital norteamericano con la burocracia restauracionista y los capitalistas que dominan en China. La competencia entre Estados Unidos y China es visible en numerosos campos, pero para llegar al extremo que señala el diario financiero deberíamos estar en la víspera de una guerra. La versión, de todos modos, muestra que ni el capital financiero más recalcitrante piensa que estamos en el umbral del socialismo del siglo XXI sino en una redistribución de cartas provisoria en el mercado petrolero. Petrobras, China Petroleum, Irán Petropars y Lukoil ya tienen asociaciones con PDVSA, que podrían replicarse con los pulpos yanquis, franceses e ingleses.


La peculiaridad de la Cuenca del Orinoco es que requiere muchísimas mayores inversiones que las que ya se han hecho. Esto empuja al gobierno a un acuerdo con las compañías instaladas, que están perfectamente advertidas del hecho. Es decir que se viene una pulseada enorme. Si se corona el intento de acuerdo, Venezuela habrá establecido una sólida asociación con los pulpos más temibles del mundo. Para citar un caso, Exxon es la fuerza real que se encuentra detrás de la iniciativa de ir a la guerra en Irak. Pero aún en la variante de un acuerdo de características estratégicas, se pueden anticipar dos cosas: 1) que esto exigirá un enorme esfuerzo de inversión a PDVSA, lo que seguramente irá en detrimento de otros objetivos económicos y sociales; 2) que aún el acuerdo más sólido estará sujeto a las peripecias del mercado y de los precios internacionales, e incluso de la política internacional y de las guerras: una caída pronunciada de los precios llevaría a una revisión de todo lo acordado. En resumen, un resultado positivo de las negociaciones con los pulpos, para establecer una mayoría del 60% en beneficio del Estado, implicaría un adiós a la demagogia socialista, porque implicaría el desembolso de fuertes indemnizaciones y un compromiso estratégico con los mayores pulpos representativos del imperialismo.


La perspectiva más interesante sería, entonces, que fracasen las negociaciones y que el gobierno se vea obligado a asumir el control total de las instalaciones petroleras y a hacerlo sin pagar indemnizaciones en efectivo o al contado. Ocurre que esta variante representaría un esfuerzo industrial sin precedentes para una nación como Venezuela y por ello pondría en tensión a todas las fuerzas sociales del país. Colocaría al régimen político al límite de sus posibilidades históricas. Forzaría a un replanteo internacional de conjunto. Por eso pensamos que los obreros y los campesinos de Venezuela deberían sostener el planteo de la confiscación completa de los pulpos petroleros y anotarles la indemnización en la cuenta de los beneficios que ya han obtenido hasta ahora. En el cuadro de este análisis, los saludos anticipados a la ‘nacionalización’ anunciada por Chávez solamente sirven para apuntalar la demagogia y obstaculizar la comprensión de los intereses históricos en juego.