La ‘nomenklatura democrática’

En la reciente Convención del Labor Party norteamericano, celebrada en noviembre en Pittsburgh, un delegado denunció “el vaciamiento del sistema bipartidista” (Labor Notes, diciembre de 1998), ya que en las últimas elecciones parlamentarias, “en 96 (de los 420) distritos electorales del país se presentó un candidato único o con una oposición simbólica (que contaba con 25.000 dólares o menos para su campaña)”. Es decir que el 25% de los parlamentarios norteamericanos ha sido elegido según un régimen de virtual ‘partido único’. Este porcentaje se eleva brutalmente en las elecciones a nivel estatal y local: “el 90% de las elecciones a nivel estatal y local son igualmente sin oposición” (ídem).


Si a esto le agregamos, como ya se ha señalado en Prensa Obrera (12/11), que de los 420 parlamentarios elegidos este año, sólo 35 son nuevos; que su permanencia promedio en el Congreso es de 20 años y que la edad promedio de los parlamentarios supera holgadamente los 65 años (¡incluso hay uno de 97!), tenemos una perfecta ‘nomemklatura’, o sea una casta política impermeable y osificada. La ‘nomenklatura’ norteamericana es, incluso, más completa incluso que la de la China ‘comunista’: en el último Congreso del PC chino, la renovación de los miembros de su Comité Central superó largamente el 10% (contra el 8% de la renovación del Congreso norteamericano) y se redujo en más de cinco años la edad promedio de sus integrantes (mientras la de los parlamentarios norteamericanos se eleva).


Como en toda ‘nomenklatura’ que se precie, también en la norteamericana los hijos ‘heredan’ a sus padres. Para botón de muestra, están los hijos del ex presidente Bush, elegidos como gobernadores, uno de Texas y el otro de Florida.


Esta ‘nomenklatura’ de ‘partido único’ que monopoliza la ‘representación’ política de una minoría extrema y rica del país (sólo vota el 35% de la población) es, ella misma, una oligarquía: según informaciones de la AFL-CIO, aunque el número de millonarios no supera el 1% de la población norteamericana, más del 70% de los parlamentarios son millonarios.


Este ‘patriciado’ osificado e irresponsable es, con todo, la parte más ‘democrática’ del régimen político. A su lado están los miles de funcionarios, burócratas y generales no elegidos, los jueces y la Corte Suprema que, como los reyes, tienen mandato vitalicio.