16/12/2004|881

La nueva revolución social en China

Primera nota: la rebelión obrera


En China, las protestas obreras y campesinas “están creciendo en escala, frecuencia y violencia”, informó hace poco The Wall Street Journal (5/11). Desde otro lado del arco ideológico, Il Manifesto (11/11) confirmaba que en China “las protestas son muchas y en aumento”.


 


En el cuadro de uno de los intentos más profundos y prolongados por restaurar el capitalismo aparece una clase obrera “más decidida (…) cuya docilidad ya no se puede dar por descontada” ( The Washington Post , 25/11); “que protesta y que no quiere limitarse a sufrir en silencio los ‘dolores’ asociados al parto de la transición” ( Il Manifesto, 11/11).


 


“Una serie de huelgas sin precedentes”


 


La “serie de huelgas sin precedentes” que vive China ( The Washington Post , 25/11) es la respuesta a las terribles condiciones de trabajo impuestas por los restauracionistas. Jornadas de 12 horas diarias, seis días a la semana, por salarios de 120 dólares mensuales. De estos salarios, las patronales deducen hasta una tercera parte por “alojamiento y comida”, a los trabajadores que duermen en barracas de las empresas y comen en sus cantinas.


 


Sólo en una industria (la del calzado) y en una ciudad (Dongguan) se registraron doce huelgas en el último año. “Nunca tuvimos algo así”, reconoce el gerente de una de estas empresas, la taiwanesa Stella International, que explota a 42.000 obreros ( The Washington Post , 25/11).


 


La Stella debió enfrentar en los últimos meses dos grandes huelgas que paralizaron al conjunto de sus plantas en la región. En la segunda de ellas, un piquete de 500 trabajadores destruyó parte de las instalaciones y tomó como rehén a uno de los gerentes.


 


El movimiento huelguístico es general. Su extensión, según el gerente de Stella, obedece a que “en los últimos años, los salarios han crecido por debajo de la inflación”. Pero añade otro factor, potencialmente revolucionario: “Disminuye el miedo a las autoridades”.


 


También “las protestas campesinas, muchas de ellas violentas, han estallado con creciente frecuencia en los últimos meses”.


 


Esta clase obrera, que muestra una mayor confianza en sí misma y que pierde el miedo a las autoridades, está constituida, en su mayoría, por jóvenes de 18 a 22 años, con grados de educación más o menos elevados. En ramas enteras, la mayoría está constituida por mujeres.


 


Las huelgas muestran que “la era en la que los trabajadores chinos aceptaban cualquier salario parece estar llegando a su fin” ( The Washington Post , 25/11). Por primera vez hay escasez de mano de obra, especialmente en las franjas de trabajadores más buscados (mujeres menores de 22 años, con educación secundaria) y en las ramas que pagan salarios peores. Todo esto –dice un corresponsal– “pone en cuestión el futuro de la tercerización” (ídem).


 


La práctica de desmontar sus plantas en los países de origen (o incluso en países atrasados de salarios relativamente altos) para trasladarlas a China fue masivamente utilizada por las patronales para reducir salarios y flexibilizar las condiciones laborales en todo el mundo. Cada victoria salarial de la clase obrera china es, por lo tanto, un nuevo punto de defensa para los salarios y las condiciones de trabajo de la clase obrera mundial.


 


Para mantener bajos los salarios y las condiciones de trabajo extremas, algunas patronales han comenzado a desarmar sus plantas en la costa china para trasladarlas al interior, ampliando el campo de la insurgencia.


 


La lucha contra la privatización


 


Miles de empresas estatales chinas están siendo privatizadas, en beneficio, en muchos casos, de sus propios gerentes “comunistas”. La resistencia a las “reestructuraciones” que acompañan a las privatizaciones está dando lugar a las luchas obreras más profundas y prolongadas. En estas luchas interviene un proletariado de mayor edad y experiencia que en las de las plantas más nuevas de la costa.


 


En Chongqing, desde principios de agosto y durante doce días, los obreros ocuparon la Fábrica de Vehículos Especiales. La planta había sido vendida por su propietario –el Ejército Popular– a un grupo capitalista privado, que anunció una reestructuración drástica, con miles de despidos. Los obreros denunciaron que la planta había sido vendida al 10% de su valor, sin subasta pública. Los trabajadores ofrecieron comprarla por un valor mayor para gestionarla colectivamente.


 


El gobierno local y el ejército respondieron a la oferta obrera enviando a la policía a desalojar la planta. El primer intento fue rechazado; sólo ocho días después, y tras reunir miles de tropas adicionales, la policía logró concretar el desalojo.


 


Otra enorme huelga con ocupación contra la privatización, que Il Manifesto (11/11) describe como “la lucha obrera más extraordinaria de la cual se tenga conocimiento en China”, se desarrolló en la planta textil Tianwang, de la ciudad Xianyang, un área de antigua industrialización.


 


El nuevo propietario –China Resources, una compañía montada por la propia burocracia, que cotiza en las bolsas de Londres, Nueva York y Hong Kong, asociada con capitalistas chinos– pretendía despedir a sus 6.800 trabajadores, la mayoría mujeres, y retomar a un número no precisado, con contratos temporales y salarios muy inferiores. Pretendía, además, imponer un “período de prueba” de seis meses (a trabajadores que, en muchos casos, llevaban más de diez años en la planta), durante los cuales los sueldos serían sólo el 60% del nuevo salario. La patronal también rechazaba realizar aportes jubilatorios y para el sistema de salud.


 


Las obreras ocuparon la planta durante siete semanas. La ocupación, dice una corresponsal, fue “larga y determinada” (ídem). Turnos de guardia en las puertas durante las 24 horas, asambleas multitudinarias, carpas de solidaridad en el exterior y hasta movilizaciones de apoyo de los habitantes de la ciudad –un hecho verdaderamente inédito en China–. La policía no logró desalojarla y la ocupación sólo fue levantada luego de ciertas concesiones patronales.


 


Organización obrera y sindicatos


 


La mayoría de las huelgas, sin embargo, son de corta duración y relativamente “pacíficas”.


 


De acuerdo al corresponsal de The Washington Post (25/11), “no están organizadas por comités permanentes o grupos formales de trabajadores”. Sin embargo, parecería que la negativa de los obreros a hablar ante la prensa de la existencia de “comités permanentes” o de redes de activistas es una medida de defensa frente a la represión.


 


La mayoría de los conflictos se resuelve mediante una combinación de pequeñas concesiones y, después, el encarcelamiento y enjuiciamiento de sus líderes (como en Caleta Olivia). Los conflictos de Stella terminaron con aumentos salariales y la condena de tres obreros sindicados como “líderes” a penas de entre dos y seis años de cárcel. La ocupación de la textil de Tianwang terminó con el retroceso de la patronal en dos de los puntos más escandalosos –se anuló el “período de prueba” y se extendió la duración de los contratos– y, luego, el enjuiciamiento de veinte trabajadoras.


 


Las huelgas y ocupaciones se desarrollan al margen de los sindicatos oficiales, que son meras agencias de los gobiernos locales. En la región de Dongguan, dice un especialista, “el gobierno local es el mayor patrón del área” ( The Washington Post , 25/11).


 


La ley china obliga a los patrones a aceptar la sindicalización de los trabajadores (en los sindicatos oficiales)… sólo en el caso de que éstos lo reclamen. Los patrones y los gobiernos locales impiden la sindicalización. Pero, incluso “en los raros casos donde existen los sindicatos”, la misma persona es gerente, representante del sindicato y funcionario del gobierno local… ( Idem ).


 


Las propias patronales, temerosas de las huelgas, han comenzado a abrir sus propios “canales”: después de la segunda huelga, la patronal de Stella habilitó un “buzón de quejas”, publica una revista en la que los trabajadores pueden expresar sus reclamos y comenzó a realizar reuniones mensuales con un “comité obrero” para discutir sus reivindicaciones (la información no indica, sin embargo, la forma en que fue elegido ese “comité”).


 


También la burocracia debate la mejor forma de enfrentar la “rebelión obrera”. Il Manifesto (11/11) destaca la existencia de una tendencia partidaria de “canalizar” los reclamos a través de los sindicatos oficiales, pero que sería más una maniobra transitoria que “un cambio de ruta”.


 


Régimen social


 


Durante el juicio a los dirigentes de la huelga de Stella, el abogado defensor de los obreros comparó la situación de éstos con la de los trabajadores semiesclavos en las fábricas norteamericanas bajo el régimen del Kuomintang, antes de la revolución en 1949. “La única diferencia, señaló, es que antes el Partido Comunista estaba del lado de los trabajadores; hoy está del lado de los capitalistas” ( The Washington Post , 25/11).


 


Las luchas obreras y campesinas en China y, particularmente, la posibilidad de una lucha común de obreros y campesinos, son una manifestación del conjunto de explosivas contradicciones de todo orden desatadas por la restauración capitalista, y ponen sobre el tapete al proceso restauracionista (transitorio) en China.


 


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