La oligarquía cruceña se acerca a Evo

Durante la sedición derechista del año pasado, la exposición industrial en Santa Cruz (Expocruz) fue un punto álgido del conflicto. El ultraderechista Comité Cívico cruceño era entonces la voz unitaria de empresarios, sojeros, petroleros, narcotraficantes, curas y, en fin, de la oligarquía de todos los pelajes. Ese Comité, con la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz (Coinco), decidió transformar la Expocruz en una manifestación de poderío golpista contra Evo Morales y, por eso mismo, la movilización popular procuraba impedirla.

Todo ha cambiado este año. Ahora, la Cámara patronal ha invitado a Morales al acto inaugural de la exposición, mientras el Comité Cívico, desmembrado y aislado, acusa de “traidores” a sus ex compinches. Como se ve, la alianza de un Felipe Quispe con algunos derechistas para promover “la reconciliación entre Oriente y Occidente” es una convocatoria a la nada, porque esa “reconciliación” ya está en marcha: la negocian Evo Morales y los empresarios cruceños.

Antiguas logias fascistas, algunas de ellas con orígenes en el siglo XIX, como Caballeros del Oriente o Toborochi, se pelean entre ellas y hasta sus miembros entre sí, después de la paliza que les propinó el levantamiento indo-campesino en 2008. Y si aquella movilización popular no los aplastó definitivamente fue sólo porque Morales encontró los modos de impedirlo.
Así las cosas, esa dispersión de la derecha “abre la posibilidad de que el Movimiento al Socialismo (MAS) gane en esta región hostil las elecciones generales de diciembre próximo” (Clarín, 20/9).

Además, la oligarquía sojera, opositora al gobierno, ha sido golpeada por los tratados de libre comercio de Perú y Colombia con Estados Unidos –primer productor mundial de soja–, que erosionaron la posición de los sojeros bolivianos en el mercado andino. Ese sector se ha visto afectado también por la actividad de la empresa estatal de alimentos, Emapa, que paga mejores precios a los campesinos y debilita así “el complejo financiero, político y productivo armado por los grandes empresarios agroindustriales” (ídem).

La cooptación

En las organizaciones obreras, todo es confusión. La Central Obrera Boliviana y los principales sindicalistas han sido cooptados por el gobierno, a pesar de lo cual la presencia de burócratas sindicales en las listas del oficialismo es casi nula. Otros, como Jaime Solares, ex secretario ejecutivo de la COB, buscan infructuosamente algún pacto oportunista con derechistas “moderados” o con emigrados del MAS. En un caso extremo, Gabriel Helding, dirigente fabril y ex ejecutivo de la Central Obrera Departamental (COD) de Santa Cruz, es ahora candidato a vicepresidente del empresario Samuel Doria Medina, de la derechista Unidad Nacional.

En ese punto termina la burocracia después de haber agitado en el pasado reciente el votoblanquismo o el abstencionismo sin perspectivas.

Entretanto, el gobierno se las arregla para que los trabajadores paguen lo peor de la crisis.

Bien lo saben los mineros de Sinchi Wayra, subsidiaria de la suiza Glenmore SA, que explota complejos de plomo, plata y zinc. En mayo, 3 mil mineros de Sinchi Wayra marcharon a La Paz contra un acuerdo firmado en enero entre la empresa, el gobierno y la dirección sindical, que evitaba despidos a cambio de extender la jornada laboral y reducir los salarios. Producto de esa marcha, el gobierno dispuso un aumento nominal del 12 por ciento al salario básico: apenas un poco más que nada, porque ese básico sólo es una parte menor del salario, compuesto mayoritariamente por los pagos a la productividad, que permanecen congelados.

En el agro, prosiguen los atropellos ambientales y la invasión de territorios campesinos por los pools de siembra. Esos avasallamientos generan protestas y movilizaciones, siempre dirigidas a este o aquel ministro, sin tocar la figura presidencial.

En Bolivia, la conflictividad social se desenvuelve, por ahora, sordamente. Su maduración y eventual eclosión demandará un período cuya extensión no puede preverse por el momento. Se trata, por tanto, de aprovechar la quietud relativa de esta fase de transición para preparar la herramienta propia del pueblo explotado, en la perspectiva de un gobierno obrero y campesino.