La patronal y la burocracia “exorcizan” al Sunca

Mientras la gran prensa patronal todavía“festejaba” el levantamiento de la huelga del Sunca, las patronales de la construcción lanzaron un vasto operativo de“limpieza” del activismo combativo que se destacó durante los 83 días de huelga.


En Maldonado, donde la burguesía hizo los intentos más serios para quebrar la huelga y donde la burocracia comenzó a “movilizarse” más tempranamente por su levantamiento, fueron despedidos 40 trabajadores el primer día de reintegro a las tareas; una semana después los despedidos ya sumaban 67. En Pando, los despedidos suman 20 y también son varias decenas en Montevideo, en especial en las obras pequeñas y medianas. Los despidos constituyen un caso de flagrante violación del acuerdo cocinado en la “tripartita” entre el gobierno, las patronales y la burocracia. Los medios de prensa, que acusaba a los trabajadores del Sunca poco menos que de delincuentes e imbéciles por rechazar ese acuerdo, han guardado un silencio cómplice respecto de su violación por las patronales.


Al mismo tiempo, han comenzado a correr las “listas negras” en todas las obras.


Para quebrar a los trabajadores, muchas patronales se han negado, además, a pagar el préstamo de siete jornales y las retroactividades, también establecidas en el acuerdo de la “tripartita”.


Ante la ruptura unilateral del acuerdo por las patronales, la burocracia sindical se limitó a presentar una “protesta” en el Ministerio de Trabajo y a formular un “llamamiento a la cordura” de las patronales. Al mismo tiempo, dejó en claro que no convocaría a ninguna medida de lucha del gremio ni por los despidos ni por la falta de pago —ya que se trata, adujo, de “problemas puntuales”— y hasta se negó a convocar al plenario de delegados.


Librados a su suerte, en muchas obras los trabajadores realizaron paros parciales para obligar a las patronales a pagar lo adeudado. Que los obreros —dos días después de la traición de la burocracia y pese a que la dirección del sindicato había declarado de antemano que no movería un dedo— hayan salido nuevamente, solos, a la huelga, revela las enormes reservas combativas de los obreros de la construcción, que la burocracia traicionó miserablemente. Aunque en muchos lugares se logró imponer el pago, los despedidos han quedado afuera; su reincorporación exige, no una lucha aislada, sino una lucha general del gremio… algo que la burocracia rehuye como la peste.


La política de la burocracia frenteamplista podría caracterizarse como de una pasividad cómplice… si no hubiera pruebas suficientes para demostrar que la burocracia es, por lo menos, “coautora intelectual” de los despidos de los activistas.


Poco antes de la asamblea en que se levantó la huelga, Lirio Rodríguez —presidente del Sunca— amenazó a los activistas: “(después de la huelga), se va a tener que sacar con peine muy fino esta coordinadora de los fogones” (La  República, 21/8). Más directo, “un dirigente sindical moderado” le confiaba a “Brecha” (20/8) que “al Sunca se le metió el diablo en el cuerpo y la central va  a tener que estudiar como ayudar a exorcizarlo (sic), porque la situación va a terminar endemoniándonos a todos”. El paralelo trazado por el propio burócrata entre la Inquisición medieval y la “inquisición stalinista” que pretende “exorcizar” a los sindicatos del “demonio” del clasismo, no podía ser más acertada: sus objetivos son tan reaccionarios y sus métodos tan brutales como los del oscurantismo vaticano.


Ha sido precisamente “un miembro del Comité Directivo Nacional del Sunca” quien ha señalado la existencia de intereses comunes contra el activismo por parte de la burocracia, el estado y las patronales: “entre los sectores radicales de la patronal, el gobierno y los del sindicato, quedan algunos empresarios, el ministro de Trabajo, el parlamento, el Pit-Cnt y dirigentes del propio Sunca” (Brecha, 20/8). Con sus propias palabras, el burócrata del Sunca ha identificado a la “Santa Alianza” que está despidiendo al activismo de la construcción.


La burocracia frenteamplista de los sindicatos es una lacra repodrida. Su desarrollado instinto de conservación le ha indicado que el activismo que se ha destacado en la huelga es su enemigo mortal y ha comenzado a “defenderse”. Para el activismo, la expulsión de la burocracia de los sindicatos se ha convertido en una cuestión de vida o muerte, en el más directo sentido de la palabra.