La pelea de Chávez contra la gira de Bush


Las movilizaciones que se produjeron en diversos países de América Latina contra la gira de Bush han sido en masividad tan importantes como las que tuvieron lugar en ocasión de la reunión de presidentes en Mar del Plata el año pasado. Bush, otra vez más, protagonizó una gira vergonzante que no salió de la pantalla de la televisión. El repudio a su presencia tuvo un enorme contenido mundial —contra la ocupación militar de Irak, la amenaza de guerra contra Irán, la ‘limpieza étnica’ y social del Estado de Israel contra el pueblo palestino. También en esta ocasión pretendieron jugar un rol hegemónico en las manifestaciones los partidos oficialistas, como el PT de Brasil o el Frente Amplio de Uruguay, cuyos gobiernos siguen una política capitalista sin fisuras y colaboran abiertamente con el capital internacional. Hay que destacar, sin embargo, la manifestación de la Coordinación Antiimperialista de Uruguay, en oposición a la convocada por el FA y la burocracia del PIT-CNT, que reunió a más de diez mil personas.


 


De todos modos, el contenido político de la oposición a la gira de Bush lo estableció el presidente Chávez con una gira paralela; estuvo en Argentina, Bolivia, Jamaica y Nicaragua. Es decir que fue una oposición nacionalista burguesa de contenidos difusos, pero que se podría resumir como una defensa de la integración capitalista de América Latina y una defensa del Mercosur (ampliamente dominado por el capital internacional). Que el planteamiento que Chávez denomina “socialismo del siglo XXI”, en el caso de Bolivia haya sido bautizado por Evo Morales como el “capitalismo andino”, muestra la enormidad del confusionismo político en presencia.


 


Dos ‘dobles discursos’


 


Los promotores de la gira de Chávez han sido gobiernos del mismo cuño que los que promovieron o recibieron a Bush. Nadie pondrá en duda el carácter capitalista del gobierno de Kirchner, quizás el más capitalista de todos porque no se priva de participar, él mismo con toda su camarilla, en todos los negocios que propone al capital extranjero y al gran capital nacional. Lo mismo o más se puede decir de otro anfitrión del presidente Chávez, el sandinista Daniel Ortega, que ha votado el acuerdo de libre comercio entre Nicaragua y Estados Unidos, y que ahora se apresta a importar etanol brasileño para reprocesarlo y exportarlo a Estados Unidos (The Wall Street Journal, 9/3, El Cronista, 14/3). Por medio de este procedimiento, o sea enviar etanol para ser deshidratado en Centroamérica, Bush y Lula han encontrado la forma de evadir los impuestos de importación al etanol brasileño que han impuesto los monopolios agrícolas de Estados Unidos. En el caso de Ortega tenemos, entonces, el extravagante fenómeno de que acoge a Chávez en un acto antiimperialista contra Bush, sin por eso perder siquiera un minuto para convertirse en socio de los negocios que ha venido a impulsar Bush ¡contra Chávez! Tampoco nadie desconoce que la compra de deuda externa de Argentina por parte de Venezuela se ha convertido en un medio para que Argentina se endeude en el mercado internacional para seguir pagando la deuda externa, porque la compra venezolana se triangula con el mercado de Nueva York, rindiendo enormes beneficios a los bancos internacionales que operan en los dos países.


 


Todo esto pone de manifiesto las limitaciones insalvables de la oposición bolivariana a la hegemonía del imperialismo yanqui y las contradicciones flagrantes de la gira de Chávez. El ‘doble discurso’ que la izquierda democratizante atribuye a Kirchner por pura incapacidad de caracterizar socialmente a su gobierno, se puede aplicar también a Chávez, con lo cual tendríamos un ‘doble discurso’ multiplicado por dos. El ‘doble discurso’ de Chávez es una tentativa de disimular su soledad política con referencia a sus supuestos aliados, en especial Lula, Kirchner u Ortega.


 


Negocios y regateos


 


A los gobiernos que le ofrecieron a Chávez una tribuna en sus países, los han motivado los negocios que el boom petrolero le permite hacer a Venezuela y, como de costumbre, la necesaria extorsión de las burguesías nacionales al imperialismo, para sacar una mayor tajada de los negocios comunes. Kirchner logró, por ejemplo, que Grobocopatel, el principal operador agro-financiero de Argentina, que no tiene un pelo de chavista sino más bien lo contrario, ganara un jugoso contrato agrícola en Venezuela. El mismo Grobocopatel está inscripto en el negocio de los biocombustibles que promueve Bush, a partir del aceite de soja. En un reciente artículo de Pedro Stédile, del Movimiento de Trabajadores sin Tierra de Brasil, que sorprendentemente publicó La Nación (14/3) en su página ‘noble’ de los columnistas, se explica con lujo de detalles que este negocio del “agro-combustible” responde a los intereses de una tríada compuesta por los pulpos petroleros, las automotrices, los monopolios agro-exportadores y, como no podía ser de otro modo, Monsanto. Fuera de este y otros negocios Kirchner también apuntó a una pelea con Estados Unidos por los plazos de pago y la tasa de interés para pagar la deuda al Club de París. Se trata de un juego de extorsiones mutuas, esto porque si a Kirchner lo agarra una crisis financiera sin haber resuelto la deuda con el Club de París, la posición financiera del gobierno puede deteriorarse con mayor rapidez que la esperada. En el caso de Evo Morales, que ha logrado la proeza de conquistar la conformidad de los mayores pulpos petroleros del mundo, sigue teniendo como punto de choque con los yanquis la cuestión cocalera y, hasta cierta medida, toda la cuestión agraria. Evo acaba de regresar de Japón, adonde fue a pactar con los pulpos que dominan la refinación de minerales la compra de las materias primas bolivianas.


 


Más allá de los negocios con Venezuela y la necesidad de regatear con los yanquis, Kirchner logró de Chávez algo que él mismo por sí solo no consigue: armar un acto popular en el que está prohibido chiflar al gobierno que, entre otras cosas, es un agente de Barrick Gold. Se trata de un ensayo de regimentación política que Kirchner no había logrado en Mar del Plata, ni tampoco Chávez en Caracas cuando en el Foro Social Mundial en esa ciudad, el año pasado, Kirchner fue repudiado a todo gusto. Cuando se toman en cuenta todas las limitaciones de los planteos de Chávez y las contradicciones descomunales que se pusieron en evidencia en la gira, es inevitable concluir que para Chávez el objetivo de fondo de su recorrida ha sido reforzar su posición interna y su autoridad en Venezuela, que por estos tiempos enfrenta importantes obstáculos económicos, como una elevada inflación, salida de capitales e incluso una crisis política interna que se expresó en los últimos cambios de gabinete y en las dificultades para avanzar con el proyecto de partido único y en sus intentos de regimentar al movimiento obrero y a la UNT.


 


Agenda nacionalista


 


La agenda política popular en América Latina está dominada por el nacionalismo burgués, en un caso bajo dirección militar, en otro indigenista, en otro por la clase media urbana, e incluso por los que no teniendo una agenda nacional, como es el caso de Kirchner o incluso Lula, no se privan de aprovecharla dentro de ciertos límites, o sea vivir a expensas de ella en calidad de parásitos. Como otros grandes fenómenos nacionalistas (Perón, Nasser, Ghandi, ni qué hablar de Fidel Castro) ha ganado una estatura internacional — incluso, a través de Chávez, ha sido la única voz en América Latina (con Cuba) que ha denunciado con ferocidad el genocidio sionista en Palestina.


 


Asistimos a una etapa de transición, luego de las grandes crisis capitalistas del período precedente. La historia ha demostrado repetidas veces que el nacionalismo no tiene ya capacidad para poner en pie estados independientes, menos aún una tarea tan gigantesca como la unidad política y social de América Latina. Pero es claro que vuelve a representar un desafío político para el socialismo, que necesita separar a la clase obrera de la burguesía, para que la clase obrera pueda convertirse en el caudillo de la lucha contra el imperialismo, y para oponer al nacionalismo el internacionalismo. Se trata de una diferenciación política que hay que procesar en el marco de las luchas populares, por supuesto, y por medio de la crítica. Desde el peruano Mariátegui, el socialismo le dice a las masas que las alquimias nacionalistas burguesas no tienen futuro, que acaban capitulando ante el capital más poderoso (el imperialismo) y que los obreros deben construir su propio partido, con un definido programa de lucha de clases y revolución social.