La reacción los cría

Y Ratzinger los amontona

El Vaticano está en plena conscripción de socios: el papa Ratzinger invitó al ala más retrógrada de la Iglesia Anglicana a volver a Roma, después de cinco centurias de separación. El hombre quiere cooptar a un sector de los anglicanos –también llamados Episcopalianos– que impugna la ordenación sacerdotal de mujeres, la designación de obispos homosexuales y la bendición a parejas del mismo sexo. Estas prácticas liberales son de antigua data en algunas “provincias” anglicanas, pero en 2007 lograron imponerse como mayoría neta en el Sínodo Anglicano. Las “provincias” de este orden catalogaron el convite papal como “caza ilegal” y “maniobra predatoria”, y se levantaron contra la posición conciliadora del obispo de Canterbury, el de mayor autoridad en ese credo.

Un millar de clérigos y treinta obispos integristas ya habrían solicitado el pase a Roma. Involucran 16 provincias –situadas en Estados Unidos, Africa y Australia– y medio millón de fieles. Pero la oferta “podría tentar a diócesis enteras pertenecientes a la Iglesia Anglicana, con unos 80 millones de fieles en el mundo”. Un bocatto di cardenale para una Iglesia Católica que pierde adeptos a granel ante los grupos evangélicos y cuya “crisis de vocaciones” la dejó con un enorme déficit de sacerdotes.

Sin embargo, el caramelo está envenenado a dos puntas. Para convencer a los anglicanos de volver al redil, el Vaticano está dispuesto a “respetar sus tradiciones litúrgicas e incluso a ordenar como sacerdotes católicos a clérigos anglicanos casados” (los aún solteros deberán mantenerse célibes). Esto significa que la Iglesia tendrá en lo sucesivo curas solteros y curas casados, éstos de origen anglicano. Una inmejorable forma de potenciar el malestar de los católicos europeos que insisten en que el Vaticano destierre el celibato. “Yendo tan lejos, sin duda demasiado lejos, el Papa Benedicto XVI ha franqueado el límite de lo soportable. Una situación extremadamente grave que llevará, por nuestra parte, a una renovación de la resistencia… ¿Será cismático Benedicto XVI?”, se interroga la revista católica francesa Golias.

Pero Ratzinger quiere otros aliados. Los lefevristas y el Vaticano han retomado sus conversaciones en vista a la reintegración definitiva a la Iglesia de esta secta ultrareaccionaria (La Nación, 25/10). El “diálogo” había sido suspendido en enero pasado, fruto del escándalo internacional que generó uno de los cuatro obispos levefristas “readmitidos” por el papa, Richard Williamson, al negar el holocausto. Otro con quien avanzan las conversaciones es el nuevo Patriarca de Moscú, Cirilo I, “considerado más ratzingeriano aún que el actual Pontífice” (Golia, octubre 09)”.

Que la Iglesia se apreste a permitir que un padre de familia oficie misa evidencia que lo último que le preocupa a Ratzinger son los dogmas teologales. Su empeño por fortalecer a la Iglesia como un centro internacional –ecuménico– de la reacción es su programa político para salvar al capitalismo, un régimen social que, según explicó en la Encíclica Spe Salvi, debe abandonar los vicios democráticos adquiridos después de la Revolución Francesa y disciplinarse bajo una única legalidad, la que procede del “derecho natural”, o sea de dios y sus lenguaraces terrenales.