La represión a la caravana migratoria y el desastre social en Centroamérica

El miércoles pasado, una caravana migratoria de aproximadamente 3.500 personas partió de Honduras para llegar a Estados Unidos. La caravana está compuesta, en su gran mayoría, por hondureños y guatemaltecos, aunque también hay haitianos y salvadoreños (El País, 17/1).


A pesar de esta diversidad de nacionalidades, todos ellos tienen algo en común: escapan de la tremenda descomposición social que atraviesan sus respectivos países. Son familias trabajadoras, gran parte de ellas sobreviviendo en la indigencia, que buscan mejores condiciones de vida y empleos estables. Y tienen una travesía ajetreada. Además de los miles de kilómetros recorridos a pie y con escasez de alimentos, deben padecer la violencia policial que arremete contra ellos en cada punto limítrofe. Superaron las primeras dos fronteras a pesar de la represión, pero se hallan, al cierre de esta nota, pernoctando en el puente que une la frontera guatemalteca con México, esperando que la Aduana abra sus puertas. En los tres casos, la policía que opera en las fronteras está "asesorada" por las fuerzas armadas estadounidenses.


Centroamérica es una región que se ha visto devastada en las últimas décadas por la intervención del imperialismo y el crecimiento del narcotráfico. En Guatemala, la pobreza escala al 48%. En el caso de Honduras, uno de los países más desiguales del mundo, el índice de pobreza alcanza el 60,8% y los índices de indigencia no bajan del 17%; con una de las mayores tasas de homicidio per cápita en el mundo y una constante vulnerabilidad a catástrofes naturales que no mejoran el panorama (según datos de la web del Banco Mundial, 10/10/19). El gobierno proimperialista de Juan Orlando Hernández -quien formó parte del derrocamiento de Manuel Zelaya en 2009 y fue reelecto mediante fraude electoral- enfrenta movilizaciones que exigen su renuncia.




México, el muro de Trump


El primer destino de la caravana migratoria es México. El viernes pasado, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), anunció que los recibiría prácticamente con los brazos abiertos. Les ofreció 4.000 puestos de trabajo, asilo en albergues e iglesias y atenciones sanitarias. Pero las promesas no tardaron en opacarse. Al llegar a la frontera, la aduana controló a los inmigrantes, uno por uno. Para el final del día, 400 de 600 personas habían sido deportadas (InformadorMx, 20/1). Naturalmente, los inmigrantes perdieron su paciencia y cruzaron el río Suchiate para poder ingresar al país de todos modos. En las orillas, unos 5.000 efectivos de la Guardia Nacional los esperaban con gases lacrimógenos.


La restricción de movimientos contra los migrantes forma parte del acuerdo que AMLO y Donald Trump firmaron en 2019, para convertir a México en un estado tapón que reduzca el flujo migratorio hacia Estados Unidos.


Que una considerable masa de trabajadores –ya hubo caravanas durante 2018 y 2019- huyan de sus respectivos países es una medida desesperada por sobrevivir. Que, al mismo tiempo, estos países tengan las mayores tasas de homicidio y estén asolados por las redes de trata y el narcotráfico es la expresión más descarnada de la descomposición capitalista.


La responsabilidad del imperialismo


Centroamérica está sumida en una profunda crisis a causa del injerencismo yanqui para garantizar sus intereses. Los inmigrantes escapan de esta cruenta realidad, buscando asilo y empleos mejor pagos en Estados Unidos, paradójicamente el responsable directo de la crisis en la región.


Trump desarrolla una cruzada xenófoba contra los migrantes que tiene su expresión más simbólica en el muro que pretende erigir en la frontera con México. Al interior de los Estados Unidos, se han denunciado centros infrahumanos de reclusión de los migrantes y la separación de éstos de sus hijos. Esta política brutal no es exclusiva de los republicanos. El demócrata Barack Obama fue apodado como “deportador en jefe” por su récord de expulsiones.


El imperialismo y sus gobiernos títeres no tienen nada para ofrecerle a sus poblaciones. Los trabajadores de todo el mundo no deben dejarse llevar por las propagandas xenófobas, por el contrario, deben combatirlas y promover la solidaridad de clase sin distinción de fronteras. Ante el dantesco panorama social centroamericano, reivindicamos el derecho libre a la migración; abajo la represión, asilo incondicional; por el reparto de las horas disponibles sin afectar los salarios para generar trabajo genuino; por la solidaridad internacional de la clase obrera para enfrentar a los gobiernos represores. Vamos por una gran conferencia latinoamericana que nuclee todos estos reclamos y avance por una salida socialista a la crisis en curso.