La revolución siria

El levantamiento popular en Siria reviste, probablemente, las características más complejas en materia de la revolución árabe. Aunque es difícil caracterizar a las fuerzas sociales en pugna y las condiciones en las que se desarrolla el conflicto, la repetida movilización de masas que no reculan frente a la salvaje represión gubernamental -ya dejó no menos de mil muertos- comienza a develar el proceso que se juega en ese país.

Recientemente, se realizó por primera vez un encuentro de opositores al régimen dentro del territorio nacional, que contó con la expresa autorización del régimen. Alrededor de 200 políticos se dieron cita para delinear una “transición democrática” y evaluar las propuestas de reformas por parte de Al Assad. Pero “las personas involucradas en los comités locales que estuvieron organizando las protestas (contra el régimen) -y cuyos líderes son buscados por las autoridades- no participaron del encuentro” (Financial Times, 27/6). Un activista del noroeste del país describe la brecha entre “las personas que están en las calles arriesgando sus vidas versus las figuras opositoras de la TV”. Luego de que la conferencia evaluara las condiciones para un “diálogo nacional”, exactamente el fin de semana posterior la represión dejó otros cinco muertos y doscientos detenidos.

Represión y reforma

El aparato represivo de Siria es, seguramente, la única estructura estatal real del país, organizada y compuesta por oficiales alawites -un grupo religioso vinculado a la Shia Islámica, ,que representa al 15% de la población. Los oficiales alawites han gobernado el país las últimas décadas a través del partido Baaz -no, sin embargo, sin golpes de Estado entre distintas fracciones.

Las protestas callejeras que comenzaron en Deraa, una ciudad tribal del sur, se extendieron a las zonas rurales y a las ciudades, aunque se mantiene parcialmente contenidas en Damasco y Aleppo, la capital comercial del país. A pesar del ataque indiscriminado contra la población, durante junio tuvieron lugar las manifestaciones más grandes desde el inicio de la revolución. “Las protestas alcanzaron entre las 100 y 200 localidades, pero más regulares son las protestas nocturnas, las sentadas y las huelgas que comienzan a formar parte de la vida cotidiana en muchas partes del país” (Financial Times, 20/6). La movilización “lentamente se ha ido radicalizando” (ídem). El agotamiento del régimen, que no logra quebrar el levantamiento popular, se manifiesta también en el pedido de uno de sus aliados, Turquía, de iniciar un proceso de reformas. El principal aliado de Al Assad, el gobierno iraní de Mahmoud Ahmadinejad, se encuentra procesando una de sus peores crisis políticas internas. Estados Unidos e Israel se limitan a apoyar un ‘diálogo nacional’ a partir del propio régimen. “La frontera libanesa sea encuentra más tranquila que nunca”, comenta el diario Haaretz.

La autorización de la reunión opositora y el llamado a un diálogo nacional son cortinas de humo. La agudización de los choques entre fracciones internas del régimen y la movilización de masas serán las tendencias que decidirán lo que ocurra. A seis meses del inicio de la revolución árabe, el Financial Times resume la encrucijada que percibe el imperialismo: “La primavera árabe se ha convertido en un largo y caluroso verano”.