La salida al mar en un nuevo escenario

¿Tendrá Bolivia, por fin, una salida al mar?


Evo Morales ha intentado, desde el comienzo de su gestión, poner la cuestión en una nueva perspectiva. La Constitución plurinacional (2009) otorga un plazo de cuatro años para anular los tratados internacionales que forzaron la pérdida del litoral marítimo para Bolivia. Evo Morales reclama el territorio de Calama, no sólo un corredor sobre el Pacífico.


En la reunión de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en enero, Evo planteó un trueque de "gas por mar" -ya estaba presente en el referéndum de 2004, bajo la presidencia de Carlos Mesa. El acuerdo de venta de hidrocarburos, firmado con Néstor Kirchner en 2006, estableció el compromiso argentino de condicionar la exportación de gas a Chile a un acuerdo de Chile con Bolivia. El canje podría extenderse a "gas y agua por mar". Bolivia y Chile vienen de firmar (en 2008) un preacuerdo por el uso de las aguas del Silala, un curso de agua boliviano que deriva en el norte de Chile, el cual es vital en esta zona no sólo por el consumo, sino por el desarrollo de la minería. En síntesis, el indigenismo boliviano está planteando la salida al mar en función de los intereses de las multinacionales. El reconocimiento de una salida propia al Pacífico podría revitalizar la exportación de gas licuado de Boliva hacia México y Asia -un proyecto que provocó, en 2003, la caída del yanquilófilo Gómez de Lozada.


Cambio de situación


A este entramado de intereses, se agrega ahora el de las grandes constructoras brasileñas. En 2007, Bolivia firmó -con Brasil y Chile- un acuerdo para construir la Transoceánica entre el Brasil y el Pacífico. Tanto el proyecto de las represas de Madera, en la frontera norte de Bolivia con Brasil -que traería aparejado un desastre ambiental-, como el Corredor Norte y la Transoceánica apuntan en doble dirección: de las materias primas de Chile hacia Brasil y de la producción de Brasil a Asia. Brasil es un gran exportador de soja y minerales a China y constituye, a su vez, un mercado importante para la industria china. Bolivia reclama que la cesión de paso por su territorio venga acompañada por una presencia soberana en el Pacífico. Así como la explotación del guano y del salitre provocó (a fines del siglo XIX) la guerra que mutiló parte de Perú y Bolivia en beneficio del capital inglés instalado en Chile, de modo similar otro gran conjunto de intereses gasíferos, petroleros, sojeros y mineros acabarán poniendo un fin al litigio por la salida al mar.


Este escenario de negocios explica la tenacidad que puso el gobierno del MAS para construir el corredor en la zona reservada a las comunidades del Tipnis.


Esperando a Bachelet


Evo espera la victoria de Bachelet para consumar el operativo, así como su propia re-re, por medio de una reforma de la Constitución. Bajo el mandato anterior de Bachelet, fue firmado un preacuerdo para habilitar un enclave marítimo en el que "regirían las normas bolivianas, pero sin soberanía" (sic) (www.soychile.cl). Brasil propuso, recientemente, que la Unasur oficie de "madrina" para un acuerdo así. Para Marco Aurelio García -asesor del PT-, el acuerdo debería producirse luego de que el tribunal de La Haya anuncie su fallo en el diferendo marítimo entre Perú y Chile -presumiblemente a mediados de este año.


La trama armada en torno de la salida al mar de Bolivia reproduciría el escenario en el cual la necesidad de los grandes pulpos mineros de explotar ambas laderas de la Cordillera canceló todos los conflictos limítrofes entre Argentina y Chile. El compromiso territorial entre Chile y Bolivia sería el taparrabos de una operación gigantesca de entrega de los recursos estratégicos bolivianos al capital trasnacional. Se consumaría así el proyecto indigenista diseñado por el vice de Evo, García Linera, cuando propuso un "capitalismo andino" asentado en el Estado, las comunidades indígenas y el gran capital internacional.