La verdad sobre el déficit fiscal

En 1980, la deuda fiscal de los EE.UU. —es decir, los déficits públicos acumulados durante dos siglos y dos guerras mundiales— era inferior al billón de dólares. ¡En tan sólo quince años se ha quintuplicado, alcanzando los 4,9 billones, una cifra cercana al 70% del PBI, creciendo a una tasa del 11% anual. Si se considera que en el mismo período el producto creció a un promedio del 3% anual —y la población a una tasa inferior al 1% anual— salta a la vista el peso descomunal y creciente de la deuda pública para la economía norteamericana.


Los intereses de esta deuda ascienden a 250.000 millones de dólares anuales y son el ítem de más rápido crecimiento en el presupuesto. representan el 15% del presupuesto federal y equivalen a la casi totalidad del déficit fiscal anual. En consecuencia, Estados Unidos ve acercarse el momento en que deberá contraer nueva deuda para pagar los intereses de la deuda ‘vieja’… es decir, el paraíso del parasitismo financiero.


A este déficit federal hay que agregarle los avales que la  Tesorería otorga a cientos de empresas privadas. Se trata de una cifra que la prensa especializada no da a conocer muy frecuentemente, pero en 1992 el monto de estos avales equivalía al 150% del déficit fiscal.


La situación fiscal es aún más explosiva si se consideran los monumentales déficits de los cincuenta estados y de los miles de municipios norteamericanos. Poco tiempo atrás, California, el estado más poblado e industrialmente más poderoso de los Estados Unidos, se vio obligada a pagar sus obligaciones con bonos porque su presupuesto literalmente se había ‘agotado’; el distrito de Orange, uno de los cinco con mayor ingreso promedio del país, hace menos de un año se vio obligado a dictar una moratoria unilateral ante la imposibilidad de pagar los intereses de su deuda.


Las decenas de billones de dólares de deuda pública y de deuda privada de las empresas y de las familias revelan el desesperado esfuerzo de la burguesía por forzar la circulación de las mercancías y la valorización de los capitales más allá de los límites que les impone la reducida capacidad de consumo de las masas.


“Otra razón para preocuparse: —dice The Economist (18/11) (es que) aunque tiene un déficit fiscal (proporcionalmente) menor que los restantes países del G-7, Estados Unidos tiene, por lejos, la menor tasa de ahorro privado”. Esto significa que los ingresos de los ciudadanos son absorbidos totalmente por el consumo y que, aún más, los ingresos futuros se encuentran hipotecados por las deudas ya contraídas.


Por otro lado… “La baja tasa de ahorro transformó a los Estados Unidos, en una década, del mayor acreedor mundial neto en el mayor deudor mundial neto… En el largo plazo, estas deudas son incompatibles con el status del dólar como moneda mundial de reserva. Si la deuda continúa subiendo, el dólar se volverá vulnerable”, pronostica The Economist (18/11).


La gravedad de las contradicciones que encierra la deuda pública norteamericana revelan la profundidad de la crisis capitalista. La deuda pública se ha convertido en una necesidad para el funcionamiento del capitalismo norteamericano. Las ‘amenazas’ de eliminar el déficit fiscal que lanzan Clinton y los republicanos no son nada más que una cobertura ideológica del ataque a las conquistas sociales de los trabajadores, y en particular de los servicios de salud y previsión social de los ancianos.