Las consignas contrarrevolucionarias del Papa

Durante su ‘visita pastoral’, Juan Pablo II atacó sistemáticamente cada una de las conquistas sociales que las mujeres y la juventud cubana alcanzaron con la revolución.


Atacó al sistema educativo, y en particular a la combinación de ‘estudio y trabajo’ que rige en el secundario. Las chicos y las chicas cubanas realizan su secundario en ‘escuelas dormitorio’ en las zonas rurales del interior del país, donde combinan la educación teórica con el trabajo, es decir, el aprendizaje práctico. El Papa rechaza este sistema pedagógico porque, dice, “rompe los lazos familiares” (La Nación, 23/1), es decir, la subordinación de los jóvenes a sus padres, y porque “promueve la promiscuidad y las relaciones sexuales prematrimoniales”. En otras palabras, el Papa reclama una educación separada –es decir, diferenciada– de los niños y las niñas: para estas últimas, una educación que garantice su condición subordinada y liquide sus posibilidades de desarrollo social.


Woijtyla criticó la “sustitución” de la “comunidad educativa formada por los padres y la Iglesia” por el Estado, y reclamó el retorno de la educación religiosa.


En Cuba, la ruptura entre la Iglesia y el Estado se produjo precisamente cuando la Iglesia prohibió que los maestros y los alumnos de las escuelas religiosas participaran en las campañas que, a principios de los 60, lograron erradicar el analfabetismo.


El Papa atacó el derecho al aborto –que es legal y gratuito en el sistema de salud cubano–, es decir, la decisión de la mujer de cuándo quiere ser madre. El derecho a la maternidad sólo existe cuando se reconoce el derecho de la mujer, si así lo desea, a no ser madre. Sin el derecho a la libre anticoncepción –incluido el aborto, como recurso extremo–, la maternidad no es un derecho, sino una carga para la mujer.


Woijtyla también reivindicó “la familia cristiana”, es decir, la subordinación despótica de la esposa al marido y de los hijos a los padres. Atacó el divorcio, o sea, la libertad de unión (y por lo tanto, de desunión) de las parejas. Atacó los derechos de los jóvenes –en particular, el derecho a su libertad sexual y a su emancipación psicológica y espiritual–, y reclamó que los padres actúen como represores de los derechos de sus hijos (en nombre de la‘responsabilidad paterna’).


Agudamente, el cronista de La Nación señala que el Papa se propuso “reconstruir en Cuba desde lo cotidiano” las características opresivas, alienantes y antilibertarias de toda sociedad dividida en clases. Precisamente, lo que la Revolución intentó superar.


Nada de esto, claro, es novedad. Lo novedoso fue que “el Estado colaboró con todas sus estructuras para que el mensaje de Cristo llegara limpio y sonoro al corazón de la muchedumbre” (ídem).