Las elecciones en Francia: una crisis política

desde París


El domingo pasado tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Quedaron consagrados para la segunda los dos primeros candidatos: Emmanuel Macrón y Marine Le Pen. La elección definitiva tendrá lugar el domingo 7 de mayo. Los resultados pueden caracterizarse como la confirmación de una crisis política abierta: fueron eliminados del ballotage los dos principales partidos de Francia – el PS y Los Republicanos, que se consideran herederos de De Gaulle, la derecha obtuvo su mejor elección, el movimiento obrero actuó diluido y la izquierda movimientista entró en un impasse.


 


Para comprender mejor el significado de estos resultados, conviene recordar algunas cuestiones.


 


La V República está estructurada alrededor del poder del presidente de la República. Se organizó en 1958 gracias a un golpe de Estado para entronizar a De Gaulle. Es un régimen acentuadamente bonapartista. El presidente es electo por 5 años (antes eran 7), en elecciones de doble vuelta. Coexiste con una Asamblea Nacional de 577 diputados, electos por circunscripción, también a dos vueltas. Esta Asamblea tiene pocos poderes y está destinada a tener una mayoría que acompañe al Presidente y apruebe su política sin mayor discusión. El Presidente nombra el Primer Ministro y su gobierno, responsables ante la Asamblea. Las elecciones de los diputados se efectúan después de las presidenciales. Tendrán lugar el 11 y el 18 de junio. Existe también un Senado, electo en forma indirecta, sin poderes políticos.


 


En Francia la votación no es obligatoria y se hace sobre la base de listas electorales por municipio en las que la población debe inscribirse. Se sabe que hay centenares de miles de jóvenes, sino más, de los barrios populares que no están inscriptos y otros que se abstienen. Una parte de la población está al margen de las elecciones.


 


 


¿Qué derecha ha triunfado?


 


Por primera vez en la historia de la V República, no están los partidos tradicionales y En Marcha, el « partido » del banquero Emmanuel Macrón, está en primera posición con el 23,86 % de los votos y Marine Le Pen, del Frente Nacional, segunda, con el 21,43%.


 


En Marcha fue creado en abril del 2016 cuando Macrón era todavía Ministro de Economía de Hollande y se discutía quién iba a ser el candidato del gobierno. Ahora, frente a Le Pen, es la alternativa política de la burguesía francesa, de la Unión Europea y del conjunto de los representantes capitalistas. Este solo hecho nos muestra que las relaciones entre las clases dominantes y sus expresiones políticas han quedado totalmente dislocadas por la crisis y la descomposición del capitalismo francés. Macrón, financiado por la banca y apoyado por la prensa « progresista », es una solución improvisada, con pies de barro, sin experiencia, sin equipos, sin hoja de ruta ni práctica para ejercer el gobierno. Tiene un eje: tratar de salvar a los bancos y las grandes empresas en el cuadro del Euro y de la UE mediante el agravamiento del programa de ajuste y de austeridad, dejando de lado hasta la apariencia de una negociación con los sindicatos. Estos ataques contra la población y el movimiento obrero lo convirtieron en « la » única alternativa posible ante la debacle del gobierno de Hollande. Su primer puesto fue saludado con un alza del 4 % en la Bolsa y del 8 % en los valores bancarios.


 


El FN pasó a la elección decisiva por segunda vez. La anterior fue en el 2002, cuando desplazó al PS, pero fue una sorpresa y fue derrotado luego abruptamente por Chirac, (80 contra 20 %). Esta vez obtuvo 7,7 millones de votos contra 6,4 en el 2012 y pasó del 17,9 al 21,4%, aunque hay sin embargo un retroceso. En las elecciones regionales del 2015, el FN estuvo entre el 25 y el 30 %. Esperaba el primer lugar. La campaña se concentró en los ataques hediondos contra los inmigrantes y la población musulmana. La repercusión de sus proposiciones de salir de la UE y del Euro fueron más que mitigadas. Toda una parte de la pequeña burguesía propietaria tiene un temor pánico a que la desaparición del Euro provoque inflación y licuación de sus ahorros monetarios. No hay por ahora ninguna fracción burguesa que quiera romper con Bruselas.


 


El enfrentamiento entre Macrón y Le Pen resulta en gran parte del derrumbe del candidato burgués natural, François Fillon por Los Republicanos. Quedó tercero con el 20 %. Fillon era la austeridad devastadora con la continuidad política. Fue liquidado por las denuncias de corrupción, por hechos banales en Francia, aunque suficientes para hundir a un candidato triunfador en una etapa de crisis.


 


 


La izquierda fantasmagórica


 


Los votos de la izquierda se concentraron en Jean-Luc Mélenchon, que obtuvo el 19,62%, en el cuarto lugar, a la misma altura que Fillón. En la noche del domingo, Mélenchon creyó que le estaban robando el segundo lugar. Su mesianismo y su personalismo enfermizo, favorecidos por una campaña exitosa, le hicieron creer que no podía obtener otro resultado que el triunfo de pasar a la segunda vuelta. El PS, en cambio, quedó destrozado con apenas el 6,35 % de los votos para Benoît Hamon, sus peores resultados desde 1969.


 


Hace unas semanas, los sondeos de opinión apuntaban más bien a 12-14 % respectivamente para Mélenchon y Hamon. El ascenso final del primero fue fulgurante y Hamon se desplomó porque quedó pegado a la política gubernamental, a pesar de sus esfuerzos retóricos para distanciarse. Una parte importante de los ministros y de los elefantes del PS lo abandonaron y llamaron a votar por Macrón.


 


Sin embargo, la votación de Mélenchon es en gran parte la suma de sus votos anteriores (11 % en el 2012) y los que logró captar del PS. La ganancia parece menor, salvo en la juventud. En esta categoría de la población las encuestas « a la salida de la votación », lo ubicaban primero con el 30 % de los votos, mientras Le Pen obtenía el 21% y Macrón el 18%. Todo indica que una parte de los estudiantes menos acomodados y más activos, votaron por Mélenchon.


 


Es poco decir que el programa de Mélenchon es una pálida defensa del capitalismo francés, presentado como universal y progresivo, incluso cuando vende armas a las dictaduras. La patria es su gran amor. El socialismo, el movimiento obrero, las luchas sociales contra la burguesía y las luchas nacionales contra el imperialismo francés, no existen. Estamos antes de 1848 aunque reivindicando una VI República fantasmal y no luchando en las barricadas por una república social. Creó un movimiento, La France Insoumisse (La Francia Rebelde), donde hay un jefe y un equipo de adláteres que lo rodea, que decide. Es su crítica práctica al PS, de donde proviene. La votación de Melenchon no es una palanca para un desarrollo progresivo posible. Es la adhesión pasiva a una izquierda democratizante y movimientista, que no propone una perspectiva de movilización independiente.


 


La Internacional no se cantaba en los mítines y reuniones de la campaña de Mélenchon, donde se agitaban las banderitas francesas y se entonaba la Marsellesa.


 


Mélenchon agitó la necesidad de renegociar los acuerdos europeos y la ruptura con el Euro si Alemania no aceptaba su política de gasto público inflacionista. Es, ante todo, una proposición de defensa del capitalismo francés y no un programa integrado a la lucha por un gobierno obrero, los consejos y la expropiación inmediata del gran capital y el control obrero.


 


La izquierda revolucionaria es la gran ausente. Los resultados del NPA fueron decepcionantes con el 1,10 % de los votos, 400.000 votos contra el millón que preveían los impulsores de la campaña. El mismo nivel del 2012. Por su parte, Lutte Ouvrière se limitó a una presencia testimonial y obtuvo el 0,65%, algo más que 5 años atrás.


 


Es claro que una parte importante de los votos del NPA (ciertos militantes mencionan la cifra de 500.000) pasaron a Mélenchon, cuando en los últimos días de la campaña apareció como posible su presencia en la segunda vuelta. Más aún, portavoces y dirigentes históricos del NPA, como su figura más popular, Olivier Besancenot, escribieron y difundieron por la prensa que la « presencia de Mélenchonen la segunda vuelta crearía una nueva situación « y que « votar Mélenchon está bien ».


 


Una parte importante del Secretariado Unificado y del núcleo histórico de la dirección del NPA consideró que la candidatura de Poutou no tenía ninguna perspectiva y que más hubiera valido alinearse detrás de Mélenchon. Era el “plan B” de su estrategia europea. Es lo que hizo en Francia la organización Ensemble, que se originó en el NPA hace cinco años y que es también observadora en el SU.


 


La campaña de Poutou se empeñó en destacar su carácter de obrero y de dirigente sindical (con Arthaud, de LO, fueron los únicos trabajadores entre los 11 candidatos) y defender las luchas obreras y sociales, lo que no pudo ocultar en el caso del candidato del NPA el eje de su campaña, volcado a la denuncia de la "casta política" y de la "corrupción" en oposición a denunciar el régimen político y social. Se diluyó así la perspectiva del gobierno obrero y en consecuencia la diferenciación radical con el programa de Mélenchon. Poutou y el NPA no llaman a votar por Macrón en la segunda vuelta.


 


 


La crisis política


 


La segunda vuelta es el domingo 7. Se anuncia un resultado electoral de 60 % para Macrón y del 40 % para Le Pen. Si fuera así, sería una progresión de 20 puntos en relación a los resultados del FN en el 2002. Lo colocaría claramente como un eje político en el conjunto de la situación de crisis.


 


En junio hay elecciones legislativas y es muy posible que Macrón gane el domingo 7 pero no obtenga una mayoría sólida en la AN para gobernar. Incluso puede ser que sus diputados sean minoritarios. La crisis no ha hecho más que comenzar.


 


Ahora hay que movilizarse por un 1° de mayo combativo, que las direcciones sindicales actuales no van a impulsar. Los militantes clasistas y revolucionarios están confrontados a una enorme tarea: desenvolver las luchas obreras y sociales y agruparse políticamente con un programa revolucionario.