Las huelgas no cesan

El movimiento obrero británico sigue dando que hablar. El corresponsal en Londres de la uruguaya “Brecha” (16/4) escribe que “los trabajadores han empezado a demoler el último ídolo thatcheriano: el de la paz social”. Los otros, el del “capitalismo popular”, el de la “transformación de los proletarios en propietarios” y el del “éxito de las privatizaciones”, se hundieron hace ya mucho tiempo bajo el peso de las hipotecas impagables, el derrumbe de los valores inmobiliarios, la recesión, las quiebras y el desempleo. Con razón, el corresponsal de “Brecha” caracteriza a las movilizaciones obreras como una expresión del agotamiento del thatcherismo.


“En las últimas semanas —continúa— los conflictos se han multiplicado: Ford, Timex, carbón, buses, trenes, estatales, la mismísima Rolls Royce y ahora, según se amenaza, hasta los bomberos y los conductores de ambulancia”.


A la hora de pasar revista a los análisis de la prensa británica sobre las huelgas, el corresponsal transcribe la conocida opinión del “Financial Times”, para quien “en estos conflictos no hay que ver una reaparición del pasado pre-thatcherista sino simplemente un error en la legislación que ya a mediados de los ochenta había declarado fuera de la ley las huelgas espontáneas y había exigido la votación para la declaración de medidas de fuerza. Según este periódico, continúa, siguen presentes las principales razones que subyacían al ‘verano de la tranquilidad’ del año pasado: alto desempleo y baja militancia sindical”. (ver PO Nº 386 y 387).


Pero el corresponsal reproduce también otros enfoques, radicalmente divergentes con los del diario de los financistas londinenses. “El ‘New Statemen’ —por ejemplo— lo ve en cambio (al movimiento huelguístico) como un signo de un nuevo espíritu sindical, (aunque) alejado de cierto militantismo ultra…”. Un ejemplo de este “nuevo espíritu sindical” sería la votación realizada en el “Sindicato de mineros democráticos” (UDM), en favor de una huelga de 24 horas contra la política gubernamental. La votación “representa un cambio agudo de su política moderada” (Financial Times, 27/3). No es para menos, es la primera vez en toda su historia que la UDM pone a consideración de sus afiliados la realización de una huelga, a la que recurre, según sus dirigentes, “después de haber intentado salvar la industria del carbón por medio de cualquier vía inteligente y adecuada y haber fracasado” (ídem). Si ahora, para los dirigentes de un sindicato que se enorgullecía de no hacer huelgas, “la huelga es vista como la última oportunidad” (ídem), esto sólo puede significar que el movimiento obrero, tomado de conjunto, ha entrado en una etapa de grandes luchas. Otro aspecto notable del “nuevo espíritu sindical” es que la huelga de 24 horas decretada por los sindicatos mineros, ferroviarios y de choferes de ómnibus no sólo se cumplió masivamente sino que, además, alcanzó sectores donde los sindicatos no habían llamado a parar: una parte del servicio subterráneo de Londres y algunas centrales eléctricas.


“Los analistas independientes —continúa el corresponsal— coinciden en que la idea de un ‘verano del descontento’ (expresión que recuerda a las huelgas y manifestaciones que precedieron a la caída del último gobierno laborista) es prematura. Pero señalan también que la creciente fragilidad del gobierno de John Major está creando las condiciones para un resurgimiento sindical de imprevisibles consecuencias” (los subrayados son nuestros). Es decir que la perspectiva  es, nada menos, que la de una agudización de las luchas sindicales que terminarían con el gobierno conservador.