Las nuevas estatizaciones de Chávez

Venezuela atraviesa una crisis económica dramática. Es el único país de la región cuyo producto ha retrocedido en 2010, al tiempo que cuenta con una tasa de inflación elevada -un 27% en los últimos doce meses, que afecta, principalmente, a los alimentos.

PDVSA, la petrolera estatal, ha dado cuenta de una caída de 14,4% de su ganancia neta, en el marco de una caída de la exportación del petróleo en un 10% -según reconoció el gobierno (primer trimestre de 2010). La inversión social, mientras tanto, aumentó un 1.051,8%. La inflación y una capacidad menguada de financiación ponen en crisis el pilar de la política chavista y amenazan las condiciones de vida de amplias masas.

Frente a este panorama, el gobierno ha lanzado un nuevo plan de estatizaciones, que son generosamente compensadas como todas las anteriores. Se estima que las indemnizaciones en concepto de estatizaciones han consumido unos 30 mil millones de dólares -un formidable derroche de recursos. Ahora, tienen por blanco a los monopolios de la alimentación, que son responsabilizados por el alza de precios de la canasta básica. Amparadas en la tesis de “una profundización de la revolución”, estas medidas ignoran el fracaso del sistema de comercio de productos alimentarios (Mercal, PDVAL), establecido hace cuatro años, y la creación de la llamada “planilla” o lista con productos subsidiados. El gobierno corre el riesgo de que si la carestía se incrementa, incluso en el marco de las nuevas estatizaciones, quede al desnudo una irrevocable incapacidad política. De hecho, ya han tenido que desmentir que se proponga estatizar almacenes, tiendas o supermercados. Las estatizaciones en sí mismas no determinan su carácter, el cual depende de la finalidad que persiguen, de la clase que las ejecuta y de su método. El despilfarro de recursos en indemnizaciones y la sustitución de la patronal por una casta de funcionarios incapaces -y muchas veces corruptos- descalifican que esas estatizaciones puedan ser transformadoras o revolucionarias, o que impliquen una transición al socialismo. Son medidas empíricas y aisladas. Después de todo, nada alimenta más la inflación que el manejo del mercado de cambios por parte del gobierno, que vende divisas al tipo de cambio oficial, que los especuladores revenden en el negro o paralelo. O que emite bonos en dólares, lo cual aumenta la deuda pública, que pueden ser comprados en pesos y que luego se transan en Nueva York a un tipo de cambio diferencial. Este método de absorción de pesos excedentes enriquece a unos pocos y alimenta la inflación debido a que desvaloriza el bolívar.
La prensa internacional no se cansa de repetir que estamos ante una nueva “ola” de “expropiaciones” -y hasta las adjudica a la derrota electoral reciente de Chávez. Ve en ello métodos y objetivos donde no los hay; encubre, en efecto, a los monopolios que han sido estatizados, los cuales son protagonistas irremplazables en la especulación señalada contra la moneda nacional.

Cada estatización del gobierno respondió a situaciones distintas que, lejos de cuestionar la propiedad privada de los medios de producción, se esfuerza por compatibilizarlas con el sistema capitalista. Con la estatización de las cementeras (como con la reciente toma de ocho complejos y predios urbanos), intentó hacer frente a la falta de material para proseguir con el plan de viviendas, pero ni la producción ni los precios han bajado. Con la de Sidor (compensada por mucho más que su valor de libros e incluso de mercado), procuró encarar la rebelión laboral producida por el sistema de tercerizadas y subcontratistas -pero en estos temas las cosas se han agravado. En otros casos, estatizó bancos que fueron llevados a la quiebra por sus propios partidarios capitalistas.

El caso Owen Illinois

La última estatización de Owen Illinois (de capitales norteamericanos y que representa el 60% del mercado del vidrio en el país) no puede comprenderse sin la reciente estatización de Agroisleña (productora del 70% de los insumos agrícolas) y las amenazas de intervenir la empresa Polar, la más grande agroindustria de alimentos y bebidas del país, que emplea a más de 30 mil personas. El gobierno acusó al pulpo de inflar costos y precios que se trasladan a la industria alimenticia. Pero si es consecuente con este planteo, en poco tiempo deberá nacionalizar a Polar, que utiliza los insumos de Owen y Agroisleña. ¡Salvo que Chávez termine subsidiando las compras de Polar!

La decisión del gobierno de estatizar Owen Illinois fue recibida con protestas por parte de la burocracia sindical opositora y por los propios trabajadores. Simplemente, piensan que el Estado-patrón acabará liquidando las conquistas existentes y que acabará liquidando el convenio, como ocurre en las industrias estatizadas. Esto pone en evidencia el lado reaccionario de las estatizaciones burguesas -y de paso, facilita la manipulación de los obreros por parte de la derecha. El sindicato actúa en un bloque junto con la patronal, pero es producto de la experiencia de otras estatizaciones fracasadas del gobierno logran encontrar una cierta base social entre los obreros. La protesta también es apoyada por la C-Cura y la UNT, dos movimientos sindicales del campo clasista. Owen Illinois, a poco de conocerse el decreto de estatización, emitió un comunicado donde aseguraba que esperaba llegar a un acuerdo adecuado, de la misma manera en la que se pronunció el Departamento de Estado norteamericano.

La experiencia “estatista”

La gran mayoría de las fábricas estatizadas, que fueron adquiridas con indemnizaciones millonarias, algunas a cotización de bolsa en su punto máximo (caso Verizon), quedaron en manos de una burocracia estatal que, lejos de poner a producir las plantas a su máxima expresión y satisfacer los reclamos obreros, hizo lo contrario. Las fábricas, en numerosos casos, están prácticamente paralizadas o con una producción marginal, con los obreros en una situación precaria y a veces sin cobrar el sueldo.

En Sidor, la situación es igual o peor que al momento de ser vaciada por Techint. La fábrica, con miles de contratados y un vaciamiento impresionante, sigue teniendo todo tipo de protestas bajo el control estatal, muchas veces encaradas desde los mismos sindicatos. En Sidor se registra la continuidad del trabajo tercerizado, la falta de cobro del sueldo y bonos, además de una bajísima productividad.

En este campo, surge un nuevo problema para el gobierno, pues la baja productividad de Sidor -se ubica en un 30%- ha generado problemas para la construcción de viviendas por la falta de varillas y de hierro. Es probable que, por esto, el gobierno haya decidido estatizar Sidetur (Siderúrgica del Turbio) y hacerse de la totalidad de la producción de hierro y acero.

Resulta de primer orden que los trabajadores venezolanos desmitifiquen las estatizaciones burguesas, por un lado, y recuperen la crítica a los monopolios capitalistas, por el otro. El punto de unión de la clase obrera debería ser: 1) defensa de los convenios colectivos, fin a la tercerización; 2) independencia sindical del Estado y de los patrones (en los sindicatos por empresa), control obrero de la producción; 3) por un plan de desarrollo único que se discuta y vote en un congreso de trabajadores. Cuando fue la estatización de Sidor, advertimos que se abría un debate estratégico en el movimiento obrero venezolano: la independencia política de los trabajadores. Esta sigue siendo la cuestión estratégica, más que nunca.