Las quiebras en la industria aeronáutica mundial recién comienzan

Necesitamos una salida de los trabajadores a esta crisis.
 

La Pista

Warren Buffet, una de las cuatro personas más ricas del planeta, decidió vender todas las acciones que sus fondos de inversión poseían en las principales aerolíneas de Estados Unidos: American, Delta, United y Southwest Airlines. En cada una de esas compañías, contaba con al menos un 10% del paquete accionario.


Esta noticia cayó como un balde de agua helada entre los empresarios del sector, al que todos califican como el más afectado por la depresión mundial derivada de la pandemia.


Esto ocurrió en la misma semana en que el gobierno argentino anunciaba la fusión de Aerolineas Argentinas y Austral, con un plan de flexibilización laboral para sus trabajadores en nombre de “salvar a la empresa”.


Quiebras y rescates estatales


Solo en el último mes, se ha declarado la quiebra de seis aerolíneas: las filiales de Norwegian de Dinamarca y Suecia, Virgin Australia (segunda más grande de ese país), South African (operadora clave en África y en la conexión de Sudamérica con Asia),  LGW (compañía regional alemana y subsidiaria de Lufthansa) y la colombiana Avianca.


Las principales compañías a nivel mundial solo sobreviven gracias a los multimillonarios rescates otorgados o programados por los gobiernos imperialistas.


En Estados Unidos, la plata disponible para rescates aeronáuticos alcanza la cifra de 25.000 millones de dólares, de los cuales ya han sido otorgados más de la mitad y un 80% de ellos en forma de subvenciones.

Air France ya recibió 7.000 millones de euros, 4.000 en préstamos garantizados por el Estado y 3.000 en préstamos estatales directos.


Lufthansa, la principal aerolínea europea, está ultimando los detalles para un rescate por parte de Alemania de 9.000 millones de euros, a cambio de una participación del Estado en un 25% del paquete accionario.


En el caso de Alitalia, el gobierno tuvo que avanzar en una rápida nacionalización de la compañía en marzo, ya que la empresa venía de una crisis terminal que remató el coronavirus.


A la crisis de las aerolíneas hay que sumarle la de todas las actividades vinculadas directamente e indirectamente con ellas. Boeing, el mayor fabricante de aviones, ya anunció que despedirá como mínimo al 10% de su personal. Airbus, su competidor europeo, ha dicho que estudia “cambiar el tamaño de la empresa tras la crisis”. A esto hay que agregar las industrias proveedoras de insumos para estas compañías, los servicios de catering para los aviones, las empresas de seguridad, las proveedoras de combustible, el personal de los aeropuertos, entre tantas otras actividades conexas.


Sólo la punta del iceberg


El presidente ejecutivo de Airbus, Guillaume Faury, advirtió que podría tomar «tres o cinco años» para que se vuelva a la cantidad de pasajeros que volaban antes de la crisis.


Por un lado, el principal problema está por el lado de la demanda. De terminar las restricciones por la pandemia este año, se espera igual para los próximos que continúen en niveles muy bajos el turismo y los viajes corporativos, como producto de la depresión económica.


Muchos auguran que, con el desarrollo de las herramientas virtuales para realizar reuniones o congresos, no se volverá nunca a los niveles de viajes corporativos existentes en el pasado.


Por el lado de la oferta, las distintas medidas sanitarias que se proponen para reducir los contagios serían también un golpe letal para las ganancias empresarias. Una de ellas es que los asientos centrales no estén ocupados, lo que reduciría la capacidad instalada en un 33%, siendo que los aviones tienen que estar ocupados con un promedio del 60% para ser rentables. Otra de las medidas, como hacer un test a cada pasajero antes de que se suba a un avión, llevaría también a un significativo aumento en los costos.


Es claro que vamos a un gigantesco proceso mundial de quiebras y de mayor concentración en el sector, el cual podría ser ocupado por las compañías que sobrevivan y puedan comprar empresas en crisis o quedarse con las rutas de las que se retiran.


Quiénes serán las que absorban estos mercados dependerá del impacto de la crisis mundial y de la política de la que se puedan dotar los distintos Estados en el marco de la guerra comercial existente a escala global.


Una salida de los trabajadores a la crisis


La lógica capitalista ha impuesto un esquema por el cual en los momentos de crecimiento económico las compañías aéreas reparten beneficios multimillonarios entre los accionistas y, en las épocas de crisis, le pasan la factura de sus pérdidas al Estado.


Los escenarios de crisis también buscan ser aprovechados para reducir al mínimo los planteles, recortar salarios e imponer modificaciones regresivas en los convenios colectivos, todo ello con el discurso de que todos deben aportar para “salvar a la empresa”. Algo que ya estamos viviendo en Argentina tanto en Latam y FlyBondy como en la estatal Aerolíneas Argentinas.


Debemos rechazar todo intento de despido, rebaja salarial o flexibilización de los convenios colectivos y plantear una salida de fondo: la nacionalización sin pago de toda la industria aeronáutica y todo el sistema de transporte, bajo control de los trabajadores.


Las empresas aerocomerciales y del transporte, en general, no deben responder a una lógica signada por el lucro empresario, sino que deben ser parte de un plan estratégico de desarrollo basado en las necesidades de la población, tanto en su faceta productiva, como en las necesidades personales.


Para poner en pie un plan de estas características es necesaria la intervención de los trabajadores, empezando por asambleas en todos los lugares de trabajo para preparar un congreso de delegados con mandato, que fije un programa de salida de los trabajadores a la crisis y resuelva las iniciativas necesarias en pos de concretarla.