Las tomas de facultades de las estudiantes chilenas

En simultáneo con el movimiento que arrancó en nuestro país la media sanción en Diputados de la legalización del aborto, Chile está siendo sacudido por masivas tomas de universidades en todo el territorio (llegaron a ser más de 20) contra el abuso sexual y la educación sexista. La primer Universidad que encendió la mecha de esta reguera de pólvora fue la Universidad Austral de Valdivia, la segunda en sumarse fue la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. En esta última,  se desarrolló uno de los casos más conocidos que detonaron la enorme movilización de mujeres. Se trata de la denuncia contra Carlos Carmona, ex presidente del Tribunal Constitucional y profesor de Derecho de la Universidad de Chile. La furia de las mujeres, en este caso, estalló por los ocho meses de espera para la resolución del caso de acoso sexual que involucra a este “renombrado” letrado. Las mujeres denuncian que la institución accionó para enlentecer el caso. No casualmente, uno de los primeros resultados de esta gran lucha fue la renuncia del decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Davor Harasic, previniéndose de ser señalado por obstaculizar el desarrollo de la causa Carmona. 


Las tomas de facultades han sido acompañadas por masivas e históricas marchas por el centro de Santiago (como la del 17 de mayo, que según algunos medios reunió 150 mil personas). La lucha de las mujeres plantea consignas claras de cuestionamiento al acoso sexual que viven estudiantes y docentes, también contra la profunda discriminación que sufren en las aulas, donde se denuncia que profesores le dicen a las alumnas cosas como que gastarían mejor su dinero yéndose al shopping que estudiando en la universidad. También reclaman por una educación no sexista, por mejora de los protocolos ante casos de abuso, apoyo psicológico a las víctimas, destitución de autoridades involucradas en casos de abuso o violencia de género, entre otros reclamos, cuyo pliego varía de facultad en facultad. 


Debido al apoyo abrumador que registran los reclamos (superior al 70%, según las encuestas), el gobierno derechista de Sebastián Piñera y las autoridades universitarias han debido reconocer su legitimidad. Pero han lanzado un ataque feroz contra el método de las tomas, empezando por el ministro de Educación, Gerardo Varela, que propuso como alternativa “reflexionar” (El Mostrador, 9/6). Algunos sectores del oficialismo llamaron incluso al desalojo de los liceos.


Incapaz de proceder a un desalojo violento debido a la popularidad del reclamo, el gobierno y las autoridades han dado satisfacción parcial a las demandas con la intención de desactivar las ocupaciones. Según informa La Tercera (14/6), “si en un momento fueron más de 25 los planteles que estaban en toma o paro, hoy cerca de 11 ya han iniciado un proceso de negociación y, al menos, cuatro volvieron a la normalidad”. En algunos de estos lugares, las voceras de las tomas aseguran que la mayor parte del petitorio que habían presentado fue aprobado.


Un cuestionamiento profundo


En la medida en que la violencia contra la mujer y el machismo emanan del Estado, este movimiento ascendente representa un cuestionamiento a todo el régimen y también al clero, que domina buena parte del sistema educativo chileno. Recordemos que el movimiento de mujeres se desarrolla en el contexto de una inédita crisis de la iglesia chilena (renuncia de toda la cúpula en medio de denuncias de encubrimiento de pederastia) y que ha arrancado recientemente la despenalización parcial del aborto (en tres causales), sacando a Chile de la nefasta lista de países donde aún cualquier práctica del aborto está punida.  


No asistimos a un problema meramente cultural, como dice ahora el gobierno. La cultura es simplemente un síntoma, es la expresión de las condiciones materiales de existencia que son impuestas, al igual que la cultura, al conjunto de la sociedad por la clase dominante, con el objetivo de reproducir las relaciones que sostienen su poder.

Vamos por un desarrollo del movimiento de la mujer en unidad con los trabajadores, que enfrente también el ajuste de Piñera y los capitalistas.