Levantamiento de judíos etíopes en Jerusalén y Tel Aviv


“No hay otra comunidad (judía) que haya recibido tantos golpes y se haya llamado a silencio como los etíopes; pero el silencio se terminó”, así dijo un manifestante etíope al diario Haaretz (4/5). La golpiza que recibió Damas Pakada, un joven soldado etíope-israelíe en Holon (cerca de Tel Aviv), el 26 de abril, por parte de la policía israelí sin causa alguna, provocó una ola de indignación y el levantamiento de la comunidad etíope en Israel.


 


 


Dos grandes movilizaciones, una en Jerusalén y otra en Tel Aviv, mostraron la decisión, sobre todo de los jóvenes etíopes, de elevar la protesta por años de humillación, discriminación, ensañamiento y racismo por parte de todos los gobiernos israelíes contra dicha comunidad. Durante horas se midieron los manifestantes y la policía en la céntrica plaza Rabin en Tel Aviv. Miles de manifestantes resistieron los bastones, gases lacrimógenos, bombas de estruendo y camiones lanzaaguas de la policía. En Jerusalén, días atrás, resistieron durante horas la represión policial frente a la casa del primer ministro Benjamin Netanyahu.


 


 


 


Discriminación y opresión


 


 


Decenas de miles de etíopes judíos fueron traídos por la Agencia Judía a Israel en los años '80 y '90. Hoy en día, esa población llega a unos 120 mil personas, el 70% de los cuales ha sido concentrada en guetos en 17 localidades: “desde que nos colocaron allí, no se acuerdan más de nosotros”, declaró uno de los manifestantes en Tel Aviv. En algunas ciudades como Jerusalén habitan los barrios más pobres, monoblocks construidos en los años '50 para albergar entonces a la población judía originaria de los países árabes, los mizrahim. La discriminación a la población árabe siempre ha sido el elemento esencial en un Estado que se define judío.


 


 


Los etíopes judíos se encuentran en los peores puestos de trabajo, la mayoría tercerizados: en empresas de contratación de limpieza, empleados en supermercados, barrenderos en las municipalidades, obreros no calificados, enfermeras no calificadas en hospitales y obras sociales. Estos trabajadores son sólo comparables con algunas capas de la población árabe-palestina que trabaja en Israel. Los etíopes están en peores condiciones, porque no tienen recursos propios como las municipalidades árabes en la Galilea o los beduinos en el Neguev. No hay sectores de la burguesía o pequeña burguesía etíopes. Por supuesto, no tienen cargos ni en las áreas de gobierno ni en las instituciones sociales y académicas, ni siquiera en el ejército. Muchos jóvenes etíopes aspiran a entrar en el ejército, donde son comunes las denuncias del maltrato que reciben. Ni siquiera el hecho de llevar uniforme de soldado impidió que el joven Pakada recibiera la paliza de la policía.


 


 


El racismo también tiene una forma institucional en los sistemas de salud, cuando dadores de sangre de origen etíope son rechazados en los hospitales. Las mujeres etíopes embarazadas han recibido, en contra de su voluntad, una medicación anticonceptiva, lo cual fue reconocido por el director del Ministerio de salud (Haaretz, 27/1/13).


 


 


La persecución policial es cosa diaria -una especie de “gatillo fácil” contra jóvenes etíopes, sólo por el color de su piel. Todavía no ha sido esclarecida la muerte del joven Yosef Salmasa: la policía lo habría matado con golpes de una pistola eléctrica Taser (Yediot Aharonot, 8/1).


 


 


Movilización y coyuntura política


 


 


El levantamiento de los jóvenes etíopes coincide con las últimas elecciones en Israel y la formación de un nuevo gobierno ultraderechista de Netanyahu. La agenda del futuro gobierno es clara: arremeter contra las masas palestinas en los territorios de la Autoridad Palestina; contra la población árabe dentro de Israel con la nueva “ley de la nacionalidad” y contra los derechos democráticos dentro de Israel, incluyendo la disminución de los atributos del Poder Judicial y la Corte suprema. Este nuevo gobierno contiene a todos los partidos racistas que propugnan la expulsión de los exiliados africanos en Israel.


 


 


No hay aquí un problema de religión o de raza, sino de clase. Los etíopes pertenecen a los sectores más bajos de la población trabajadora, sin puestos fijos de trabajo, educación, vivienda y salud.


El racismo es ineherente al régimen político sionista, donde hay una supremacía escrita de la población judía y una no escrita de los sectores de la burguesía israelí. La inmigración de población etíope a Israel, con el pretexto de “rescatar” a los judíos etíopes perseguidos en su país, tuvo un objetivo político para justificar la ocupación de Palestina.