Los 21 puntos de la LIT

A los compañeros de la dirección de la Liga Internacional de Trabajadores


En una reunión que tuvo lugar en Génova a mediados de marzo del corriente año, un conjunto de organizaciones y partidos de Asia, América Latina y Europa, que reivindicamos los objetivos históricos de la IVª Internacional, arribamos a la conclusión de que debíamos iniciar una campaña por su refundación, para lo cual establecimos un acuerdo de principios de cinco puntos: la reivindicación de la dictadura del proletariado como el objetivo político de la revolución proletaria y como el contenido común de la revolución socialista mundial; la reivindicación del método de acción política que está expresado en las demandas transitorias del programa fundacional de la IVª Internacional; la caracterización de los frentes populares, o sea de los frentes que subordinan al proletariado a la burguesía o a la pequeña burguesía democratizante, como un recurso último del imperialismo contra la revolución proletaria; el señalamiento de que el movimiento de restauración capitalista en los ex Estados obreros, replanteaba la necesidad de la revolución social en esos países, precisando que debe tomarse en cuenta la peculiaridad histórica y social de esas naciones, que les fue impresa por la experiencia, la influencia y las conquistas de la Revolución de Octubre de 1917, y por la degeneración ulterior motorizada por la burocracia stalinista; por último, que las expresiones tradicionales que han invocado el nombre de la IVª Internacional, como el Secretariado Unificado y el lambertismo, son irrecuperables, como programa y como organizaciones internacionales, para la reconstrucción de la IVª Internacional.


Sobre la base de este planteo, convinimos en impulsar la realización de una Conferencia Internacional por la refundación de la IVª Internacional. Desde esa fecha mantuvimos reuniones con partidos que se reclaman de la IVª Internacional y promovimos este objetivo desde la prensa de nuestros partidos y por los más diversos medios de propaganda.


La base principal de nuestro planteo está determinada por un conjunto de factores: 1) que los desarrollos catastróficos que tienen lugar en Rusia, Europa oriental, China, Indochina y Cuba forman parte de una crisis mundial, histórica del capitalismo; 2) que el problema de la crisis de dirección revolucionaria se plantea en cada país como la expresión de una crisis de dirección internacional; 3) que la quiebra del stalinismo y, como consecuencia, de sus más variados apéndices nacionales o internacionales, había liquidado toda referencia práctica internacional para la clase obrera de todo el mundo y sus organizaciones; 4) que el vacío dejado por esta debacle general sólo podía ser cubierto por un programa, por un método político y por una perspectiva que habían pasado triunfalmente la prueba de la historia, los de la IVª Internacional; 5) que tendía a agotarse la etapa política iniciada con la derrota de las revoluciones políticas e insurrecciones en Polonia, Berlín, Rumania, Pekín, y el consecuente impulso a la restauración capitalista, como lo demostraban la creciente crisis económica mundial en Japón, México, Europa occidental, y los movimientos populares como las huelgas francesas o argentinas, la huelga general política en Ecuador, la insurrección albanesa, la huelga general en Corea del Sur, el crecimiento guerrillero en Colombia, los movimientos de huelga y de ocupaciones de fábrica en China, así como otras manifestaciones de menor envergadura pero no de menor alcance político general; 6) que la tendencia a la creación de situaciones revolucionarias es la consecuencia inevitable de la incapacidad del imperialismo para darle una salida a su crisis por medio de una colonización semidemocrática y semi-pacífica de los ex estados obreros; 7) por último, que la tendencia a reconstruir la IVª Internacional por medio de agrupamientos parciales, fracciones y encasillamientos organizativos se había demostrado como definitivamente incapaz de alcanzar el objetivo propuesto, y que esa tendencia fraccionista constituye hoy, frente a las tareas que plantea la crisis mundial, un obstáculo insalvable para recrear la IVª Internacional.


Es en estas condiciones que tomamos conocimiento de una declaración de la LIT, redactada sin embargo con anterioridad a la reunión y conclusiones de Génova, que propone una conferencia internacional sobre la base de 21 puntos que son expresamente señalados. De esta declaración, los partidos que redactamos el presente texto retenemos como coincidencias fundamentales el objetivo de reconstruir la IVª Internacional; la reivindicación de la dictadura revolucionaria del proletariado; la reivindicación de la Revolución de Octubre; la oposición a los frentes populares, y la disposición a iniciar un debate sobre esos 21 puntos.


Es por esta razón que aceptamos la invitación que ustedes formulan a quienes deseen participar en la conferencia internacional que convocan y que proponemos discutir con la dirección de la LIT las modalidades de nuestra participación.


Clarificaciones para discutir


Es en este marco de definición política que les hacemos llegar los puntos que entendemos necesarios que deberían ser clarificados en lo que concierne a los 21 puntos.


Frente popular


Los 21 puntos no dejan ningún margen para el equívoco cuando restringen o limitan la caracterización de contrarrevolucionarios solamente a los gobiernos de frente popular y no a los frentes populares en cuanto tales. Se trata de una distinción que no tiene justificación y que los 21 puntos no intentan siquiera explicar. Parece muy evidente que un gobierno de frente popular sólo puede ser caracterizado anticipadamente como contrarrevolucionario, es decir, antes de que actúe como gobierno, porque la coalición política que prepara ese gobierno como alternativa a la situación del momento es ya contrarrevolucionaria. Si se califica como contrarrevolucionario el gobierno que intentó construir Lula en Brasil, es porque el intento de construir ese gobierno, o sea el frente que materializaba la alternativa de gobierno, era contrarrevolucionario.


Sorprende la distinción que sobre este asunto establecen los 21 puntos, porque contradice los términos del programa de fundación de la IVª Internacional, que se refiere al frente popular como tal como un instrumento del imperialismo contra la revolución proletaria. No se entiende, por otra parte, cómo podría ser legítimo colaborar en la construcción de un frente popular y preparar, por lo tanto, su ascenso al gobierno, y deslegitimar luego a ese gobierno; en otras palabras, cómo impulsar un gobierno de frente popular y luego llamar a derrocarlo.


Este asunto del frente popular es una piedra de toque principista para los marxistas desde que Marx denunció la función contrarrevolucionaria del gobierno francés con la participación de Louis Blanc, entre febrero y junio de 1848. Por esa misma época, en la circular de 1850, Marx llama a oponer al Estado burgués un Estado de la clase obrera y, a partir de aquí, hacer la revolución permanente.


Desde la debacle del aparato stalinista internacional, la política de los frentes populares ha sufrido una modificación, que no deja de ser importante a pesar de que no es cualitativamente diferente al pasado. Aunque no han perdido nada de su condición contrarrevolucionaria, los frentes populares de hoy no son ya un instrumento de presión política y hasta de autodefensa diplomática de la desaparecida burocracia obrera estatal, como lo fueron los de la década del 30. Hoy, son exclusivamente agencias directas del imperialismo, como lo demuestran los gobiernos de Jospin, Blair o Prodi, por ejemplo, o el Frepaso argentino, el FA uruguayo y su alianza con el Encuentro Progresista, o el frente de Lula con Bisol o Arraes en Brasil, y el gobierno de Mandela o de la Autoridad Nacional Palestina. Es este frentepopulismo el que respalda un sector del partido demócrata y del departamento de Estado norteamericano en América Latina. Su vehículo lo constituye gran parte del llamado Foro de San Pablo, el cual es, por lo tanto, un instrumento para liquidar la revolución cubana —aunque cuente con el apoyo del castrismo, o precisamente por esto mismo. Para el registro político, queremos destacar la implacable lucha que desplegó el Partido Obrero de Argentina desde la primera reunión del Foro de San Pablo, contra su estrategia democratizante y contra su finalidad contrarrevolucionaria, preparando sistemáticamente su ruptura. Es muy claro que si desplazamos el centro de atención política para los gobiernos de frente popular y no para los frentes populares que se preparan como alternativa de gobierno, estaríamos desarmando a las masas para la comprensión del principal problema político que tienen que superar hoy en todos los continentes: el frente popular rebautizado como centroizquierda.


Con relación a esto mismo, observamos como peligrosa la afirmación de que los gobiernos de frente popular ofrecerían una oportunidad excepcional a los revolucionarios, con el argumento de que este hecho les facilitaría desenmascarar a las direcciones traidoras que pasan a integrar o a encabezar un gobierno burgués. Este desenmascaramiento debe hacerse, en nuestra opinión, antes de que lleguen al gobierno e incluso antes de que logren concretar la formación de un frente popular; primero, para evitar que lo consigan por medio de un desvío, contención o estrangulamiento de la revolución proletaria; segundo, para que si aun así llegan al gobierno, debuten en él con un alto grado de desconfianza de parte de las masas y con una aguda claridad acerca de las tareas que plantea la nueva situación de parte de su vanguardia.


Dictadura del proletariado y gobierno obrero y campesino


Coincidimos con los 21 puntos cuando definen que el reclamo a los partidos pequeños burgueses para que tomen el poder, debe tener el carácter de un llamado a que rompan con la burguesía y a que armen a las masas.


Sin embargo, a la luz de toda la experiencia de la lucha teórica y política de los últimos treinta años, en especial (aunque no exclusivamente) con relación al SU y al lambertismo, es necesario restablecer el punto de vista auténtico del programa de transición, el cual caracteriza a la reivindicación del gobierno obrero y campesino como un sinónimo de la dictadura del proletariado. Es decir, para el marxismo, tanto la experiencia histórica como las conclusiones teóricas invalidan la posibilidad de un régimen político intermedio, de características propias, entre el Estado burgués y la dictadura proletaria. Un gobierno pequeño burgués con las características revolucionarias apuntadas, estará rápidamente obligado a reconstruir un aparato de Estado contra las masas, entre otras cosas a desarmarlas, si su experiencia de gobierno no se transforma en apenas un episodio hacia la dictadura del proletariado. En estas condiciones, no solamente debemos exigir, en las ocasiones apropiadas, que los partidos pequeño burgueses rompan con la burguesía mediante el armamento de las masas y la toma del poder, sino dejar claramente establecido que la realización integral de los objetivos revolucionarios exige el reemplazo en el gobierno de los partidos pequeñoburgueses por el partido proletario, y que sólo bajo la hegemonía del partido proletario la revolución se puede convertir en permanente.


El SU y el lambertismo (aunque no solamente ellos) han interpretado invariablemente la consigna de gobierno obrero y campesino en contraposición con la dictadura del proletariado, convirtiéndola en la práctica en un planteo de régimen intermedio entre la dictadura burguesa y la obrera, o sea, para utilizar la expresión de Stalin, en una dictadura democrática, es decir, en un régimen democratizante disfrazado, y para usar la expresión de Trotsky, en una soga democrática ceñida al cuello del proletariado.