Los comités de fábrica y el control obrero

Una de las cuestiones menos conocidas de la Revolución Rusa de 1917 fue el inmenso papel que jugaron en ella los comités de fábrica. Estos ya habían hecho su aparición en la revolución de 1905, oportunidad en la que fueron la base sobre la que se formaron los consejos obreros (soviets). Al producirse la revolución de febrero de 1917, los comités de fábrica surgieron con una rapidez asombrosa, al calor del gran impulso que cobró la lucha reivindicativa que siguió a la caída del zar (en especial, la jornada de 8 horas y el aumento de salarios). El 5 de marzo, el soviet de Petrogrado lanzó un llamamiento a extender la formación de estos comités a todo el país; cinco días más tarde, el soviet firmaba con las patronales un acuerdo que instituía la jornada de 8 horas y los comités obreros. En el lapso de un mes, esos comités eran una realidad que el gobierno capitalista intentó vanamente encauzar para sus propios fines. Es así que en abril reglamentó su funcionamiento para que actuaran como representación de los trabajadores ante la dirección de las empresas en todo lo relativo al salario y las condiciones de trabajo, y para bregar por “la formación profesional y cultural de los asalariados”, en tanto que los conflictos debían resolverse a través de una cámara de conciliación. Era la fórmula de la integración de los comités al capitalismo y al Estado.


 


Los comités de fábrica


Los comités de fábrica se formaron primero en Petrogrado y luego en Moscú, antes de extenderse al conjunto de la industria. No existió una delimitación clara de funciones entre los soviets y los comités de fábrica, debido a la supremacía de los primeros en todos los órdenes de la vida nacional y de las masas. Pero en las fábricas, los problemas eran vastísimos y de índole claramente política: las patronales acudían a todo tipo de boicot y de sabotaje a la producción para doblegar a la revolución.


Al actuar así, forzaron a los comités a encargarse del funcionamiento de la fábrica, aprovisionarse de materias primas e inclusive de comercializar la producción.


Mientras en un comienzo los partidos democratizantes tuvieron mayoría en los soviets, no ocurrió lo mismo en los comités de fábrica, que fueron desde el inicio un bastión del Partido Bolchevique. En la principal fábrica, Putilov, el 25% de los delegados del comité de fábrica eran militantes bolcheviques, en tanto que otro 30% simpatizaba con ellos. Se calcula que antes de la revolución existieron más de 2.000 comités de fábrica. En el mes de mayo se celebró la primera conferencia de los comités de fábrica de Petrogrado (la Capital).


 


El control obrero


Los comités se confrontaron rápidamente a una situación de descalabro económico general del país. Las patronales acusaban de la ruina económica a los trabajadores, atribuyéndola a las reivindicaciones “exageradas” de los obreros. De las palabras pasaron a los hechos, reduciendo u ocultando la producción, suspendiendo obreros, cerrando temporaria o definitivamente las empresas, organizando lock-outs, etc.


El gobierno democratizante respaldó naturalmente a la patronal, condenando los “excesos obreros” en nombre del”interés general”. “El Estado —declaró el ministro de Industria— no puede comprometerse a ofrecer a la clase obrera una situación excepcionalmente privilegiada a expensas de toda la población”.


El sabotaje capitalista llevó a los comités de fábrica a asumir el control de la producción, única vía para garantizar la continuidad económica. El control abarcaba desde la provisión de las materias primas y el combustible hasta la comercialización de los productos, y el control sobre las operaciones bancarias y financieras. El control obrero pasó a ser el eje natural de los comités de fábrica.


A la conferencia general de comités de fábrica realizada en mayo asistieron 421 delegados en representación de 236 fábricas. El Congreso giró en torno al control obrero. En la resolución redactada por Lenin y aprobada mayoritariamente por los delegados, se planteaba que el control obrero era la respuesta a la catástrofe económica impulsada por el gobierno y las patronales. Establecía que los obreros debían tener las tres cuartas partes de los votos en todas las instancias de decisión; que el control abarcaría a todas las fases de la producción; que existiría un total acceso a la documentación comercial y financiera de las empresas (abolición del secreto comercial); que verificaría la comercialización de los productos básicos, en especial en relación al campo. Para Lenin, el control obrero serviría para establecer una contabilidad nacional, basada en la dirección obrera democráticamente elegida a través de las asambleas de los comités de fábrica.


Para la burguesía y la izquierda democratizantes, “el rol de los comités de fábrica debe ser de complemento” y”en la medida que atravesamos una revolución democrática hay que entenderse con la burguesía”, como lo declaró el ministro de Trabajo. Los partidos democratizantes plantearon que los comités debían integrarse o constituir sindicatos, soslayando la cuestión del control de las fábricas. Cuando fracasaron en desviar el tema del control obrero, pasaron a pregonar la necesidad del “control democrático del Estado”.


“Es demasiado pronto para transformarlo en secciones de los sindicatos —replicó el delegado Naumov a los democratizantes. A los comités de fábrica les incumben las tareas de la reglamentación de la vida económica que los sindicatos no pueden abordar todavía. Los comités de fábrica no sólo deben existir para la defensa profesional, sino también como una base de apoyo del movimiento obrero”. Más aún: “Los comités de fábrica son la base de la extensión y consolidación de la revolución… El control obrero es el contraataque de la clase obrera a la burguesía”.


Sobre 421 delegados, 335 votaron por la resolución impulsada por los bolcheviques en favor del control obrero. “Ni por la vía burocrática, es decir, por la creación de una institución con predominio capitalista, ni por la salvaguardia de la ganancia de los capitalistas y de su omnipresencia en la producción —decía la resolución aprobada— podemos salvarnos de la catástrofe. El camino de la salvación reside únicamente en el establecimiento de un real control obrero”.


El control obrero fue concebido como un arma de disputa de la dirección de la economía y de las empresas a la clase capitalista y de desenmascaramiento de sus negociados, del desabastecimiento, de la remarcación de precios, de la evasión de impuestos. Era una manifestación de la dualidad de poderes a nivel de la fábrica y de la producción, y un tránsito a la conquista del poder por la clase obrera. La conferencia colocó claramente el control obrero en la vía para la toma del poder por la clase obrera.


“La única salida a la situación crítica es la liquidación de la guerra y la organización de la producción, no para la guerra, sino para la reconstrucción de lo que ella ha destruido, no en el interés de un pequeño grupo de oligarcas financieros, sino en el interés de los obreros y campesinos más pobres. Tal normalización de la producción en Rusia no puede ser realizada más que por una organización puesta en manos de los proletarios y semiproletarios y supone la transferencia del poder del Estado a la clase obrera”.


Esta resolución fue de gran trascendencia, porque tanto mencheviques como anarquistas plantearon el control obrero en oposición a la revolución proletaria y a la dictadura del proletariado. Los anarquistas sostuvieron que la administración obrera era el camino para formar “comunas productivas autónomas”, lo cual soslayaba el derrocamiento de la burguesía y se oponía al control obrero como base de la planificación centralizada. Los mencheviques, por su parte, plantearon que el objetivo de la administración obrera era hacer funcionar a las empresas y convertirlas en rentables.


Para los bolcheviques, el control obrero era un medio de lucha por el poder. Mostraba el agotamiento del régimen capitalista y el carácter superfluo de la gestión burguesa, y se convertía en el mecanismo de la transición a la expropiación del capital. “Cuando nosotros decimos: ‘control obrero’, colocando siempre esta consigna junto a la dictadura del proletariado, inmediatamente después de ella, damos a entender con nitidez a qué Estado nos referimos”, planteó Lenin en el folleto La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla.


La consigna de control obrero superaba el planteo de la nacionalización en el marco burgués, que siempre apunta, en definitiva, al rescate del capital, y se convirtió en el tránsito hacia la organización de la producción sobre bases anticapitalistas.


 


El triunfo de la Revolución


En julio se celebró una conferencia de los comités de fábrica de Moscú con 682 delegados, de los cuales 191 votaron las mociones bolcheviques. Sin embargo, la debacle de las posiciones conciliadoras de los democratizantes se expresó rápidamente. La influencia de los bolcheviques en los comités de fábrica, en setiembre, era ya abrumadora. En octubre, antes de la insurrección, a iniciativa de los comités de Petrogrado, se realizó la Conferencia Nacional de Comités de Fábrica, con una composición claramente revolucionaria: sobre 167 delegados, 96 respondían a los bolcheviques, 24 a los S-R, 13 anarquistas, 7 mencheviques, 6 maximalistas, un menchevique-internacionalista y 21 sin partido.


Uno de los primeros decretos de la Revolución de Octubre fue el del control obrero. Señalaba que en todas las empresas “se introduce el control de la producción, de la compra, de la venta de los productos y de las materias primas, así como de la parte financiera de las empresas. El control obrero se realiza por todos los obreros de una empresa dada por intermedio de sus instituciones electivas: los comités de fábrica, de talleres, los soviets, etc.; forman además parte de estas instituciones los representantes de los empleados y del personal técnico”.


“Los órganos de control obrero tienen el derecho de supervigilar la producción, establecer el mínimo de producción de las empresas, tomar medidas para fijar los precios de venta; tienen el derecho a conocer la correspondencia y la contabilidad. Es abolido el secreto comercial”. Al presentar el proyecto de control obrero, Lenin expresó que el mismo era una manifestación del “vivo espíritu creador de las masas como factor esencial de la nueva sociedad”.


De la Revolución de Octubre en adelante, la consigna de los comités de fábrica, del control obrero y de la abolición del secreto comercial, pasó a ser patrimonio de todo el movimiento obrero revolucionario, como palabra de orden transitoria de la revolución socialista.


El control obrero en la URSS fue posteriormente liquidado por la burocracia contrarrevolucionaria, la cual no puede aceptar ninguna clase de control sobre su gestión despótica y parasitaria. No es por cierto ninguna casualidad que en las revoluciones húngara (1956) y polaca (1980) brotaran como hongos los comités de fábrica y que con ellos se replanteara la cuestión del control obrero.


Estas reivindicaciones restablecerán la plenitud de la dictadura del proletariado.