Los desafíos que enfrenta el movimiento obrero europeo

Las huelgas y movilizaciones que se vienen desarrollando en los principales países europeos demuestran que el movimiento obrero ha entrado en una nueva etapa.


En Gran Bretaña acaba de realizarse un paro conjunto de 24 horas de los mineros, los ferroviarios y los conductores de ómnibus en lo que constituyó la primera tentativa de un movimiento general. Los mineros reclamaban contra el anunciado cierre de 19 minas; los ferroviarios y los choferes contra los despidos, en un caso, y la reducción salarial, en el otro, que producirá la privatización de estos servicios. Los choferes de ómnibus venían de realizar varios paros de 24 horas.


En Alemania, se produjeron dos enormes movilizaciones con pocas horas de diferencia. Primero, “un ejército de 100.000 metalúrgicos … en la mayor manifestación desde comienzos de la década del ‘80” (Washington Post, 27/3) marchó desde el valle del Ruhr (el corazón industrial del oeste alemán) hasta Bonn para reclamar contra los 40.000 despidos anunciados en la industria siderúrgica. Pocos días después, 100.000 metalúrgicos del este salieron a la  huelga —que todos los medios calificaron como masiva— contra la ruptura unilateral por parte de las patronales de un contrato firmado en 1991 con el sindicato IG Metall que estableció que a partir del 1º de abril de este año los metalúrgicos del este cobrarían salarios equivalentes al 82% de los de sus compañeros del oeste.


¿Cuáles son las características de esta nueva etapa del movimiento obrero europeo?


El diario de los banqueros londinenses, el “Financial Times”, sigue atentamente la evolución del movimiento obrero europeo (ver PO Nº 386). A pesar de reconocer que la jornada de huelga de los mineros, los choferes y los ferroviarios fue “el mayor esfuerzo de acción coordinada en el sector público” e, incluso, “la más amplia interrupción industrial en los últimos años”, en su opinión, “no es el signo de una creciente militancia sindical en toda la economía” (2/4). Para el “Financial Times”, las luchas que se desarrollan en Gran Bretaña serían “defensivas”, de retaguardia, aisladas y restringidas a sectores “condenados” por la crisis económica o por la privatización. Para probarlo, señala que “el número de huelgas en enero fue incluso más bajo que el del año pasado, un récord en ese momento, y el límite (de aumento salarial) de 1,5% fijado por el gobierno para el sector público viene siendo aceptado con apenas un murmullo de protesta” (ídem). En cuanto a Alemania, el “Financial Times” condena las movilizaciones del oeste por la recesión y a las huelgas del este por el colapso industrial. Así, registra que “los trabajadores están dispuestos a aceptar menores aumentos salariales a cambio de inversiones y seguridad en el empleo” (Financial Times, 2/4) y opone la “sensatez” de los sindicatos de químicos y de la construcción del este, que aceptaron un 9% de aumento, a la conducta de la IG Metall, que reclama el cumplimiento del acuerdo ya firmado, lo que implicaría aumentos del 26% para los metalúrgicos del este.


La condena del “Financial Times” a las perspectivas de lucha del movimiento obrero europeo es, cuando menos, apresurada. Porque si, cómo sostiene, “las huelgas debilitan a los sindicatos frente a la opinión pública”, como se explica que después de que la policía reprimió violentamente al piquete de huelga, el conflicto de la Timex “se convirtió rápidamente en una causa célebre en Escocia… más de 7.000 personas marcharon por las calles de Dundee en apoyo a la huelga… (mientras) más y más simpatizantes se turnaron en la Timex para demostrar su solidaridad con los huelguistas” (Financial Times, 23/3). Tampoco se explicaría por qué, si los obreros están dispuestos a aceptar menores aumentos salariales, los metalúrgicos de este van a la huelga, y masivamente , por el 26%. Mucho menos se explica —si el movimiento huelguístico no tiene futuro, como sostiene el “Financial Times”— que algunas patronales metalúrgicas del este alemán como Opel, Volkswagen y Daimler-Benz hayan ofrecido a sus trabajadores, después de tres días de huelga, aumentos temporarios de salario… del 26% con el objeto de evitar mayores paralizaciones, en una movida que “alienta a los huelguistas” (Financial Times, 3/4).


El futuro del presente movimiento huelguístico —que tiene distintas características y atraviesa distintas etapas en cada país— está determinado por un conjunto de factores: por la recesión europea que se profundiza hasta extremos que tiene alarmada a la burguesía; por la crisis de los regímenes políticos; por la agudización de la guerra comercial; por el hundimiento de la “unidad europea”; y, finalmente, por la interacción del movimiento obrero y sus luchas en Europa y en los Estados Unidos.


El “Financial Times” vende la piel del oso antes de haberlo cazado.


El objetivo de la burguesía


En el curso de las presentes luchas, de enorme dureza, se ha ido delineando con claridad que la burguesía pretende liquidar los convenios colectivos. Esto es particularmente claro en Alemania, donde las cámaras patronales se niegan a cumplir un convenio ya firmado. “Los empleadores —declara un dirigente del IG Metall berlinés— están determinados a romper la tradición de los convenios salariales colectivos” (Financial Times, 2/4). Muchos capitalistas individuales han ido más lejos aún, abandonando las asociaciones patronales para negociar sus propios convenios: es el caso de la IBM alemana, de la Opel (subsidiaria de la General Motors) y de numerosas empresas recientemente privatizadas en el este, como la metalúrgica Diamant de Chemitz. Otras amenazan hacerlo, como la federación de medianas empresas metalúrgicas del oeste. En otros casos, como el del pulpo Bosch y las metalúrgicas del Estado de Hesse, los aumentos sólo fueron pagados sobre los salarios básicos, pero no sobre los adicionales, lo que constituye, según denuncia el sindicato, “una ruptura del contrato”. Esto indica una crisis de envergadura en las “buenas relaciones” de la burguesía alemana con los sindicatos.


La pretensión de la burguesía de liquidar los convenios colectivos es mundial. Las huelgas inglesas de la Timex, de los ferroviarios y de los choferes tienen como causa el intento patronal de desconocer los convenios existentes. La huelga que acaban de ganar los mineros norteamericanos de la Peabody (ver PO Nº 386) reventó la maniobra patronal de poner las minas bajo la administración de compañías fantasmas, no asociadas a la cámara patronal, para no cumplir el contrato colectivo. En Australia, se acaba de producir una huelga general y una manifestación de 75.000 trabajadores en el Estado de Victoria contra una ley que congela los convenios colectivos y autoriza las negociaciones de contratos individuales o por planta (The Militant, 19/3). Finalmente, en Argentina, tenemos el decreto menemista 470 que liquida la negociación colectiva.


La liquidación de los convenios colectivos es la base para la liquidación en masa y sin restricciones de todas las conquistas. El desarrollo de la clase obrera superó hace casi dos siglos el contrato individual, al que ahora pretende volver la burguesía. Para imponerlo nuevamente, las burguesías deberán ir muy a fondo en la atomización del proletariado, para lo cual no basta la mera presión de la recesión ni  tampoco una derrota ocasional de los trabajadores de una empresa: necesitará, además, liquidar las libertades democráticas y de organización del movimiento obrero, es decir, producir una completa reversión de las relaciones políticas.