Los fantasmas del embajador de Uruguay

El embajador de Uruguay en Argentina botoneó a La República que el acto de apoyo a la lucha de los municipales de Montevideo -realizado por el PO el jueves 16- reunió a doce personas que viven en el barrio norte de Buenos Aires. El diario no solamente publicó la información, sino que luego la editorializó.

Dado el número exiguo que el diplomático adjudicó al evento, bien hubiera podido bajar del edificio para discutir con nosotros, café mediante. Aparentemente, no le dio el cuero -como se dice en nuestros pagos comunes. Es que el embajador es un corresponsal infiel: no solamente mintió sobre el número de la concurrencia y su procedencia, sino que ocultó que en el acto fueron leídas adhesiones de la Federación Universitaria de Uruguay y de otras organizaciones populares a la lucha de Adeom -en conflicto con su propio gobierno frenteamplista. Tampoco emitió palabra -salvo que La República lo hubiera censurado- sobre la caracterización que hizo Altamira del conflicto -bajo el oído atento de numerosos agentes policiales. Al embajador hubiera debido preocuparle que Altamira presentara la huelga de Adeom como una manifestación de una crisis política general, que afecta en forma directa al Frente Amplio y, en particular, al partido comunista. O que Altamira prometiera que los soldados que han sido obligados a levantar la basura para carnerear a Adeom vengarán la afrenta en el futuro, cuando se integren a la lucha de clases como trabajadores, no como rompehuelgas.

La versión del acto que ofreció el embajador no ahuyenta siquiera sus propios fantasmas.