Los intereses de clase detrás del escándalo

El escándalo de las “tangentes” (coimas) en Italia vuelve a ser la ocasión para que los charlatanes de todo calibre la emprendan con la perorata de la moralidad, pretendiendo ocultar los conflictos de clase y la lucha de intereses que explican la crisis en la península.


Las “tangentes” han sacado a la luz la espesa red de “intereses” que unen a “la clase política”, y a las empresas estatales con un amplio sector de la burguesía italiana, contratistas y monopolizadores de los subsidios estatales. Bajo esta “protección”, ha tenido lugar un vasto proceso de acumulación privada de capital. Baste señalar que el monto de las coimas —apenas un porcentaje de los beneficios embolsados por los capitalistas— se calcula en más de 200.000 millones de dólares, nada menos que el 20% del producto bruto italiano. La suma equivale, también, al 20% de la deuda pública italiana. Sólo en el norte, han debido cerrar más de 80.000 empresas, como consecuencia de la paralización por orden judicial de las obras “bajo investigación” (ídem).  Entre los encarcelados no sólo hay políticos y funcionarios de empresas estatales sino también directores de grandes grupos capitalistas: Francesco Mattioli, principal director financiero de la Fiat; Giampiero Pesenti, director de la principal empresa cementera del país; y Raúl Gardini, ex presidente de la Montedison, empresa química del poderoso “grupo Ferruzzi” que a fines de la década del ´80 se asoció con el ENI, la petrolera estatal. “Los contratistas son los principales comprometidos en los escándalos de corrupción”, debe concluir el Financial Times, no solamente los políticos”, que “sólo” cobraban la “comisión” o el “vuelto” de gigantescos contratos sobreapreciados.


Ahora bien ¿Qué intereses capitalistas tienen interés en romper esta trenza capitalista?


El Financial Times (11/3), que sobre esto sabe mucho, no se anda con vueltas sobre las razones. El escándalo estalla, dice, y por sobre todo se propaga, cuando los directores “políticos” —y el conjunto de los intereses capitalistas que se mueven detrás de ellos— “lanzaron una lucha de retaguardia, retuvieron influencias y pusieron trabas a la privatización” (ídem). Debido a esto, Amato se vió obligado a crear un “ministerio de privatizaciones” … porque los encargados de llevarlas adelante “ponían palos en la rueda”.


“Aquí es —resalta el Financial Times— donde la acción de los magistrados resulta tan significativa”. Precisamente, los jueces han puesto tras las rejas a los gerentes “políticos”, opuestos a las privatizaciones … pero no a los representantes del Tesoro en las empresas públicas.


Para darle más precisión aún a la codicia “privatizadora”, el diario no vacila en precisar que el ENI (la empresa estatal del petróleo) es el “bocado de cardenal” del plan de privatizaciones ya que constituye “un líder del mercado, que opera en las fronteras de la tecnología”. Los holdings estatales —el ENI, el IRI (que agrupa distintas empresas industriales, desde productoras de cementos a químicas), el ENA (aseguradora) y el ENEL (empresa de energía eléctrica)— ya fueron convertidas en sociedades anónimas, en tanto que sus antiguos directores, nombrados bajo influencias políticas,pasaron a ser figuras decorativas y el poder se concentró en las manos de los hombres designados por el Tesoro.


El corresponsal del diario londinense en Milán, Haig Simonian, destaca que “ciertos ejecutivos sostienen que los arrestos pueden acelerar antes que obstruir la privatización … La salida de los altos ejecutivos del ENI y de sus poderosas subsidiarias puede reducir las disidencias internas y torcer la balanza en favor de … una privatización rápida” (Financial Times, 12/3).


Se entiende por qué el diario de los financistas de la City alaba a los jueces y califica las detenciones como una “real revolución”. El ENI fue uno de los principales “blancos” de los “moralizadores” desde el comienzo del escándalo: hace ya más de un mes, el “papa” socialista, Betino Craxi, fue acusado de haber recibido una millonaria coima del Banco Ambrosiano para “gestionar” un crédito del ENI que salvara de la quiebra al banco de la maffia y el Vaticano.


A esta altura, resulta pertinente suponer que los principales interesados en las denuncias son los bancos acreedores  y, en particular, el imperialismo norteamericano, un verdadero “experto” en el montaje de “campañas de moralidad”  cuando se trata de desplazar a sus competidores. De esto último pueden dar fe los Yoma y Erman González. Que los yankis siguen con “especial interés”  el escándalo italiano lo prueba que la Reserva Federal norteamericana acaba de reabrir las investigaciones sobre los préstamos clandestinos otorgados por la sucursal en Atlanta  de la Banca Nazionale del Lavoro al régimen de Saddam Hussein. La Reserva Federal decidió reabrir la causa a partir de informes confidenciales de la CIA que señalaban la “responsabilidad de Roma” en los préstamos a Irak (Financial Times, 9/3). Otra evidencia es la presencia de agentes del FBI en Buenos Aires para chequear los nombres de los políticos y empresarios argentinos envueltos en “negocios turbios” con Italia (La Nación, 18/3).


La presión de la banca acreedora puede explicar también el fenomenal derrumbe de la lira  desde que comenzó el escándalo , la que ha perdido la tercera parte de su valor respecto al marco y al dólar (Ambito Financiero, 15/3). Alguien sobre el que no pueden pesar sospechas de enemistad con los bancos, él mismo un banquero, el ex primer ministro de Francia, Raymond Barré, denunció en la supercumbre capitalista, en Davos, que las corridas contra el franco responden a una “conspiración anglo-sajona” (Le Monde, 3/2); lo mismo debería ser válido para la lira. La finalidad es quebrar el frente económico europeo frente a la presión norteamericana.


Las dimensiones de esta colosal guerra intercapitalista pueden medirse en la deuda impaga de 7.000 millones de dólares que tiene el Estado italiano con los contratistas, que se ven por eso obligadas a financiarse a tasas de interés “punitivas” del 20% anual (ídem). Un derrumbe de los principales rivales, en Italia, de los pulpos “anglo-sajones”, ayudaría bastante a resolver los problemas crecientes de estos últimos y explicaría el súbito abandono del “espíritu” de Maastricht por parte de Gran Bretaña.


La privatización en gran escala de las empresas estatales italianas abriría un amplísimo campo de negocios. William Pfaff, del “International Herald Tribune”, pronostica que “un período caótico espera a Italia, pero es razonable suponer que de él surgirán resultados constructivos”.


Conclusión natural, de parte de un …norteamericano.