Los límites insalvables de la restauración capitalista en China

¿Revolución tecnológica?

A partir de sus crecientes exportaciones de computadoras, de DVD y de otros productos electrónicos, se afirma que China asiste a un inusitado desarrollo tecnológico que, con el tiempo, le permitiría incluso desplazar a las grandes potencias occidentales. Lo probaría, por ejemplo, el progreso de sus científicos en algunos campos, como la investigación genética, la clonación y la astronáutica (acaba de poner un astronauta en el espacio y planea enviar una expedición a la Luna en el 2010).


Arthur Kroeber, director de la revista Trimestre Económico de China, que se publica en Hong Kong, destruye, sin embargo, esta descripción idílica. “La producción de alta tecnología china –afirma– no es ni de alta tecnología ni china” (Financial Times, 2/1). Sólo el 20% de las exportaciones chinas pueden calificarse como de “alta tecnología”, pero la mayoría de ellas son de apenas “componentes o productos electrónicos masivos (commodities) de bajo margen de beneficio”. El 85% de las exportaciones de alta tecnología son producidas por empresas financiadas por inversiones externas; el 61% de las exportaciones provienen de empresas directa y completamente extranjeras, lo que significa que no existe ninguna transferencia de tecnología a un asociado local. “Casi toda la inversión en semiconductores en China es en plantas de ensamblaje y pruebas, que esencialmente sólo empaquetan chips hechos en cualquier otra parte (…) China es principalmente una base de bajo costo (salarial) para las compañías extranjeras” (ídem).


Estos datos crudos pintan la realidad, no las interesadas historias de los burócratas y capitalistas que se enriquecen con el trabajo de los obreros chinos. La restauración capitalista no ha creado una nueva base tecnológica, sino tan sólo un paraíso para la tercerización. Este es el método fundamental de formación del mercado en las ex economías planificadas, por parte del capital industrial.


Es cierto que, incluso con esta tercerización, China está produciendo hoy productos que hace una década ni soñaba. Esto simplemente refleja la superioridad productiva de la economía industrial frente a las revoluciones en los países atrasados y el carácter reaccionario del “socialismo en un solo país”.


Pero ese “progreso tecnológico” (que en el mejor de los casos no es de “última generación”, sino de dos o tres anteriores), se limita a la instalación de armadurías en las que el capital extranjero se beneficia con la explotación de la mano de obra barata y las ventajas fiscales del Estado. Clausura las posibilidades de un desarrollo tecnológico independiente y lo reemplaza por una dependencia, estructural, de la tecnología y el gran capital extranjero.