Los piqueteros chinos

En las tres primeras semanas de marzo, China vivió las mayores manifestaciones obreras desde 1949.


Desde el 1º de marzo (y hasta el 22), en la ciudad de Daqing (en el noreste), miles de petroleros despedidos se concentraron todos los días frente a la sede de la empresa para protestar contra el corte de los subsidios. En los veinte días que duró la movilización, el número de manifestantes no bajó de 5.000 y tuvo “picos” de hasta 20.000 trabajadores. La petrolera de Daqing es una subsidiaria de PetroChina, la petrolera estatal parcialmente privatizada, cuyas acciones se cotizan en las bolsas de Hong Kong y Nueva York. El recorte del subsidio a los despedidos tenía por objeto elevar su “rentabilidad” para “atraer inversores”.


A 250 kilómetros, Liaoyang, una ciudad de 500.000 habitantes en la cual la mitad de la población obrera está desocupada, fue conmovida por una semana de continuas manifestaciones de trabajadores despedidos y ocupados de una veintena de fábricas en reclamo del pago de las indemnizaciones atrasadas y de la liberación de uno de los organizadores del movimiento. El primer día manifestaron 6.000; al cabo de una semana de marchas diarias, los manifestantes eran 30.000. Los trabajadores cortaron rutas y vías férreas y se movilizaron a la sede del gobierno con grandes carteles que reclamaban “Liberen a nuestro hombre”, “Comida y trabajo”, “Gobierno ladrón” y “Fuera Gong” (el burócrata local). Exigieron, además, el derecho a formar un sindicato independiente.


Los testimonios recogidos dan cuenta de las reflexiones políticas de los trabajadores. En Daqing, un trabajador presentado como “uno de los irreductibles del movimiento de protesta”, miembro del PC hasta su despido, declaró que “el Partido Comunista chino ya no representa a los obreros. Se ha convertido en el partido de los funcionarios completamente corruptos (…) que roban a los trabajadores para comprar casas fastuosas en las que alojan a sus amantes” (Le Monde, 19/3). En Liaoyang, un despedido metalúrgico planteó todo un programa cuando declaró que “ésta es nuestra única esperanza (…), lo que necesitamos es que todos los desocupados marchemos juntos a la sede del gobierno al mismo tiempo” (The New York Times, 20/3).


Estas grandes manifestaciones son la punta de un enorme iceberg: en el mismo momento, 10.000 mineros de la ciudad de Fushun cortaban rutas y vías férreas en reclamo del pago de salarios atrasados; por los mismos motivos se desarrollaba una gran huelga textil en Sichuan y piquetes obreros bloqueaban las puertas de la planta petroquímica de Yinchuan; en Huabei y Sangjiang había manifestaciones de trabajadores petroleros. “La clase obrera *dice un corresponsal* está más inquieta que en cualquier otro momento desde 1949 y las protestas obreras están en su máximo histórico” (The Washington Post, 22/3).


La “cuestión obrera” es todavía mucho más vasta. Una nueva generación de obreros, llegados de los campos arruinados por la declinación de la economía agrícola, constituyen la abrumadora mayoría en las empresas, cualquiera sea su forma de propiedad. En ellas, las condiciones de explotación son brutales; son mal pagados y maltratados y están sometidos a la arbitrariedad permanente de los patrones y capataces, y expuestos a los más que co munes accidentes de trabajo. Contrariamente a los mayores, no tienen más que débiles lazos con el aparato del Estado o del PCCh.


Como telón de fondo, crece una rebelión campesina contra las exacciones de los burócratas locales y el espantoso retroceso en las condiciones de vida: en el campo, la educación primaria y los servicios de salud están en aguda declinación.


Organización piquetera


La característica de las manifestaciones de Daqing y Liaoyang es que fueron ordenadas y bien organizadas. “Fuentes del Departamento de Seguridad admitieron que las organizaciones obreras subterráneas están mucho más activas que nunca y han sido capaces de movilizar trabajadores de distintas fábricas de una misma ciudad” (The Washington Post, 21/3). En un país donde la organización de un sindicato independiente o la participación en una huelga o manifestación ilegal se castiga con años de cárcel, el desarrollo de lo que la policía llama “organizaciones obreras subterráneas” es un conmovedor ejemplo de la lucha de una vanguardia obrera.


Que la cuestión de la organización obrera independiente en China es un asunto de “alta política” lo revela un informe publicado por una institución (Stratfor) que se autodefine como “compañía de inteligencia global”. Allí se señala que “la organización de los desempleados representa la peor pesadilla para (la burocracia de) Pekín (porque) un movimiento organizado que defienda los intereses de los desocupados es exactamente el tipo de centro de poder competidor que la elite del PC está tratando de evitar que se forme” (www.stratfor.com).


El mismo informe aconseja a la burocracia “determinar qué grado de organización y de coordinación tienen estas manifestaciones y el alcance de sus redes organizativas” y advierte que las protestas deben ser contenidas “antes de que planteen el peligro de lograr un amplio apoyo que cruce las líneas de clase” (ídem). La burocracia y el imperialismo tienen un verdadero terror a la organización independiente de los trabajadores y a que la rebelión obrera empalme con la rebelión campesina y le dé una dirección.


Bajo una dictadura burocrática feroz y en las condiciones de explotación más brutales, hay en China una vanguardia que está luchando tenazmente para poner en pie organizaciones obreras independientes, que son una creación genuina de los explotados, que tienen como método la acción directa, y que agrupan y movilizan a obreros ocupados y desocupados; es decir, organizaciones piqueteras.


En el otro lado del mundo, los piqueteros argentinos tienen un hermano de clase en los piqueteros chinos.