Los supuestos atentados aéreos en Londres: Las crisis y la tragedia en su variante farsesca

Tony Blair y sus servicios de inteligencia, en medio de la guerra en Medio Oriente, organizaron un gigantesco fraude con el propósito de aterrorizar a su propia población. Tal el objetivo de sus “informes” sobre la posibilidad de atentados contra aviones que partirían del aeropuerto londinense de Heathrow.


“Esto es una gran farsa”, declaró la hermana de uno de los detenidos, Waheed Zaman, de 22 años (Clarín, 13/8). Zaman, estudiante de bioquímica con promedios brillantes, quería ser criminalista de Scotland Yard, no tiene antecedentes penales — tampoco los demás detenidos — y, aunque es hijo de paquistaníes, ni siquiera profesa la fe musulmana.


Fahad Ansari, de la Comisión Islámica de Derechos Humanos, dice: “Todo es una farsa. Desde hace cinco años vemos cada vez más gente inocente arrestada por cargos que luego se ven obligados a retirar” (ídem anterior).


Entre Heathrow y Guantánamo


Entretanto, todo Londres y no sólo el aeropuerto de Heathrow está militarizado. Según indicó el M-15 (servicio británico de inteligencia militar), ellos supieron que los atentados se cometerían porque la policía paquistaní detuvo, entre otros, a Rashid Rauf, quien supuestamente habría delatado el objetivo de colocar explosivos en aviones en vuelo. El ataque se consideró “inminente” el miércoles 9 por la mañana, y enseguida Blair recibió la noticia en Barbados, donde pasa sus vacaciones. Sin embargo, el ministro decidió no moverse de la playa caribeña.


No se dio a conocer la naturaleza del supuesto complot, ni el tipo de explosivos que se emplearían ni cómo se los detonaría. Tampoco se dijo cómo los complotados se comunicaban entre sí, si los ejecutores de la operación serían ciudadanos británicos o expertos llegados de Pakistán.


Entre los detenidos, no hay uno solo que entienda cosa alguna sobre armas o explosivos. Los únicos presuntamente entrenados en campos de Al Qaeda son el ya citado Rashid Rauf y Matiur Rehman, pero ambos estaban en Pakistán el día en que los aviones debían estallar sobre el Atlántico.


De incompetencias y provocaciones


Todo terminó de derrumbarse cuando se conoció que los allanamientos y las detenciones en Londres se produjeron antes del arresto en Pakistán de Rauf y Rehman, de modo que mal pudieron éstos haber delatado a nadie. Como hasta ahora no puede saberse por qué 23 jóvenes ciudadanos ingleses están presos, e incluso se habla de un error de los servicios paquistaníes, “ya asoma una crisis dentro de Scotland Yard” (The Independent, 14/8).


El palacio de gobierno británico, en el 10 de Downing Street, informó que Blair no supo de los allanamientos hasta el miércoles por la noche. En ese caso, ¿cómo pudo avisarle a su amigo Bush a primera hora de la mañana? ¿Por qué nada dice John Prescott, a cargo del gobierno en ausencia de Blair?


“La policía y los servicios de inteligencia británicos no se desalientan ante la profusión habitual de alarmas falsas. En junio organizaron una vasta operación en el este de Londres (los barrios musulmanes) sobre la base de algunos reportes de inteligencia que resultaron falsos” (Financial Times, 12/8). El año pasado, por otra “alerta temprana”, asesinaron a un trabajador, el electricista brasileño Charles de Menezes, en la estación Stockwell del subterráneo. Menezes recibió seis disparos en la cabeza en menos de 30 segundos.


Empero, no hubo “alerta temprano” alguno el 7 de julio de 2005, cuando un atentado real mató a 52 personas. La incompetencia de los servicios británicos va de la mano con sus conspiraciones políticas al servicio de Blair, de Bush y, en este caso, también de Ehud Olmert.


El Talón de Hierro


¿Qué se persigue con todo esto?


The Wall Street Journal (14/8) publica una nota titulada “The British Way” (la vía británica), firmada por David Birkin y Lee Casey, que ya sirvieron en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos durante los gobiernos de Ronald Reagan y George Bush padre.


En esa nota, ambos atacan a quienes se oponen al “Acta Patriótica” de la actual administración norteamericana, que permite espiar a ciudadanos sin orden judicial. Pero van más allá: defienden la política de Londres que autoriza a la policía a detener personas por simple “suposición razonable” de culpabilidad; esto es, el hecho que todo ciudadano británico esté en libertad condicional y sujeto a la arbitrariedad policial. Birkin y Casey lamentan que la “tradición democrática” de los Estados Unidos impida emplear ese recurso que consideran indispensable en la “guerra contra el terrorismo”.


No resulta preciso añadir mucho más. Ante un enemigo que consideran “invisible”, capaz de mimetizarse entre la población, todos somos sospechosos y todos debemos ser espiados y seguidos. El capitalismo procura imponer su Talón de Hierro, pero felizmente ha tenido que salir corriendo frente a las armas del Hezbollah.