Los trabajadores disputan el mundial

BRASIL


People protest outside the closed entrance of Ana Rosa subway station during the fifth day of metro worker's protest in Sao Paulo

Con la intención de evitar las huelgas policiales durante el Mundial de Fútbol y asegurar la fidelidad del aparato represivo ante las protestas, la presidenta Rousseff cedió a los reclamos de los uniformados y anunció un aumento salarial de casi el 16% para los policías federales el 3 de junio. Apagó el fuego con nafta: un día más tarde, los trabajadores del subte de San Pablo entraron en huelga por tiempo indefinido reclamando un aumento similar. Tocan un nervio sensible: las líneas del metro conducen al Morumbí, donde el jueves 12 el pentacampeón juega el partido inaugural con Croacia.

La huelga recibió el ataque compacto del régimen burgués. Rousseff y el gobernador Alckim (del opositor PSDB) coincidieron en denostarla públicamente. La Justicia ordenó una especie de esencialidad por la que los obreros deben garantizar un 100% del servicio en las horas pico y un 70% en el resto de la jornada. La Policía Militarizada arremetió con gases lacrimógenos, balas de goma y granadas aturdidoras contra los huelguistas en dos oportunidades. Más de sesenta trabajadores fueron despedidos como represalia. Pero los obreros del metro siguieron de pie y cuentan con el apoyo de los movimientos populares.

La extraordinaria huelga del subte de San Pablo, cualquiera sea su desenlace, corona el tortuoso camino del gobierno brasileño hacia la Copa, surcado por la movilización popular contra los negociados y gastos faraónicos, y por un ascenso obrero como no se veía desde la caída de la dictadura: sólo en las últimas semanas, San Pablo vivió la huelga de los choferes y de los agentes de circulación de tránsito.

Las encuestas hacia las elecciones presidenciales, mientras tanto, muestran que la persistente caída de la imagen de Rousseff no es capitalizada por la oposición: la abstención vuelve a crecer en los sondeos, del 16 al 25% según los últimos números.

Lula y Rousseff han provocado, con su “fiesta popular” y “Copa de las Copas”, un efecto paradojal: en lugar de la ‘unidad nacional’, el atizamiento de la lucha de clases en una de las mecas del fútbol mundial. El 12 de junio arrancaba con movilizaciones populares en por lo menos catorce ciudades. La pelota echa a rodar, y la insurgencia popular también.


G.M.