Lula protege a sus pulpos y sanciona a Ecuador

Lula da Silva respondió con sanciones a la decisión del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, de expulsar al pulpo Odebrecht, un gigante brasileño de la construcción. El gobierno de Quito había tomado esa medida el 23 de septiembre, después de detectar fallas severas en la planta hidroeléctrica de San Francisco, construida por Odebrecht, que produce el 12 por ciento de la electricidad consumida en Ecuador. La planta debió cerrarse el 6 de junio y desde entonces permanece inoperable.

En represalia, Lula congeló un proyecto multinacional entre Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela “para trazar un corredor interoceánico que conecte el Pacífico (tomando como punto de partida el puerto ecuatoriano de Manta) con el Atlántico, una iniciativa que facilitaría la integración de Sudamérica de este a oeste” (El País, 13/10).

Antes que una sanción económica, la de Brasilia es una medida sustancialmente política en defensa de las posiciones de los pulpos brasileños, de sus negocios y negociados y hasta de sus estafas y negligencia criminal, como en el caso de Odebrecht.

El carácter político de la actitud de Lula se advierte en el hecho de que “el gran perjudicado por esa represalia será Brasil, ya que Manaos, capital del Estado brasileño de Amazonas, sería el centro neurálgico y principal beneficiario comercial del proyecto” (ídem).

Odebrecht facturará este año, a nivel mundial, unos 7 mil millones de dólares, de los cuales sólo el 1,5 por ciento corresponde a sus inversiones ecuatorianas. Sin embargo, además de congelar el proyecto interoceánico, Lula suspendió otros cuatro contratos con Ecuador, todos vigentes, para la construcción de otras dos hidroeléctricas, un aeropuerto y un sistema de riego, por un total de 650 millones de dólares.

Correa había ordenado al ejército que ocupara las instalaciones de Odebrecht y dispuso la captura de ejecutivos de ese pulpo. Algunos de ellos huyeron del país y otros dos están refugiados en la embajada brasileña en Quito, de modo que esa representación diplomática se ha transformado en aguantadero de maleantes.

La mano de Petrobras

Por supuesto, lo que está en juego es mucho más que la defensa de Odebrecht: “La expansión de las firmas trasnacionales latinoamericanas por la región no sólo produce negocios sino tensiones entre gobiernos…, obligados a defender a empresas perjudicadas por el otro” (Ambito Financiero, 10/10). Y, en ese punto, “las compañías brasileñas están entre las que antes y más han salido de sus fronteras para invertir y hacer negocios en otros países de América Latina, con la petrolera estatal Petrobras a la cabeza” (ídem).

Ahí está la madre del borrego, porque actualmente el gobierno ecuatoriano procura modificar su convenio con Petrobras para cambiar su contrato de operador por uno de prestador de servicios, a lo cual esa empresa se niega terminantemente.

Por otra parte, no debe olvidarse que Petrobras fue la compañía más afectada por el programa de nacionalización de hidrocarburos, con todas sus limitaciones, aplicado en 2006 por el gobierno boliviano. Así, con la suspensión del proyecto del corredor interoceánico, Lula aprovecha para castigar también a Evo Morales cuando éste se encuentra hostigado por la derecha de su país.

De paso, el presidente brasileño presiona a Hugo Chávez en una pugna que involucra a diversas camarillas latinoamericanas por el control de los recursos naturales de la región. Por eso Lula se comporta como un Rockefeller diminuto en los tiempos en que la Standard Oil controlaba el petróleo del mundo.

A Petrobras tampoco le faltan conflictos en Caracas, donde esa compañía “resistió infructuosamente la política (de Chávez) para reducir a socios minoritarios a las petroleras con proyectos en Venezuela” (ídem). Véase cuáles son los blancos de las sanciones de Lula contra Ecuador. Y no se trata sólo de Lula: es de recordar la defensa cerrada que el gobierno kirchnerista hizo del grupo Techint cuando Chávez nacionalizó (compró) la Siderúrgica del Orinoco (Sidor).

Lula no toma esa medida en cualquier momento, sino cuando la crisis mundial coloca a Ecuador en una situación especialmente vulnerable, puesto que la moneda de ese país es el dólar desde que, bajo el gobierno de Abdalá Bucaram (1996-1997), Domingo Cavallo diseñó su andamiaje económico y financiero.

Una vez más se ve en la práctica hasta qué punto es imposible, con gobiernos nacionalistas burgueses, ya no la unidad de América Latina sino hasta la simple integración económica de determinadas regiones específicas con proyectos comunes como ese corredor interoceánico, condenado a sufrir igual suerte que el gasoducto argentino-venezolano o el utópico Banco del Sur. Si eso es así en todo momento, las cosas se vuelven mucho peores en tiempos de crisis.

Se trata, por lo tanto, de promover una profunda movilización antiimperialista en toda Latinoamérica, en primer lugar por la estatización, sin pagos compensatorios y bajo control obrero, de todos los recursos naturales para ponerlos al servicio del desarrollo integral de nuestros pueblos, no del enriquecimiento de camarillas y pulpos empresariales.

El sueño bolivariano de unidad latinoamericana se resume hoy en la perspectiva estratégica de los Estados Unidos Socialistas de América Latina.