Madura la huelga general

La CGIL, la mayor central sindical italiana, dirigida por la DS (el ex PCI), convocó a una “manifestación nacional monstruo” para el 23 de marzo en Roma y a un paro general para el 5 de abril, en repudio a las modificaciones en el “código del trabajo” del gobierno centroderechista de Berlusconi. La propuesta oficial, entre otras normas flexibilizadoras, deroga temporariamente el artículo 18 que prohíbe los despidos “sin justa causa”; si la ley es aprobada, el trabajador podrá ser despedido mediante el pago de una indemnización equivalente a 24 salarios. Es una declaración de guerra contra el movimiento obrero, en particular contra los trabajadores más antiguos, que serán reemplazados en masa por “contratos basura”. Las otras dos centrales sindicales *CSIL (socialista) y UIL (católica)* se han sumado a una inútil mesa de negociaciones con las patronales y el gobierno para “mejorar” y “consensuar” esta reforma laboral.


Los anuncios de la modificación del “código laboral” están provocando una verdadera rebelión de las bases obreras. No hay manifestación sindical, como la de los metalúrgicos a fines del año pasado o las convocadas a fines de enero en once ciudades italianas por la CGIL y la CSIL, en la que no se reclame a grito pelado la huelga general.


La prensa italiana informa sobre “manifestaciones y huelgas parciales espontáneas” contra la modificación del artículo 18 y en reclamo de la huelga general en numerosas empresas metalmecánicas, químicas y plásticas de Lombardía, Piamonte y Emilia (Corriere della Sera, 22/2) y, particularmente, en dos centros históricos de la clase obrera italiana: la planta Fiat de Mirafiori (Turín) y la planta de Pirelli de Bollati (Corriere della Sera, 23/2). Estas huelgas y manifestaciones son convocadas por las organizaciones sindicales de fábrica, en la mayoría de los casos por iniciativa de los delegados de la CGIL, y arrastran a los trabajadores y delegados de los otros sindicatos.


La tendencia a la huelga general se manifiesta en otras dos grandes movilizaciones obreras. La primera, la huelga de los trabajadores de limpieza de los trenes contra los miles de despidos anunciados por las patronales de este servicio tercerizado, con métodos verdaderamente piqueteros: bloquearon las vías y las estaciones en todo el país, impidiendo la movilidad de los trenes durante varias horas, varios días sucesivos. Frente a las amenazas represivas, advirtieron que “vamos a meterle fierro y fuego a las estaciones” (Corriere della Sera, 14/2). Estos métodos, que la prensa patronal caracteriza como “incivilizados”, son, sin embargo, como ella misma reconoce, “el arma para hacer capitular a cualquier oponente”.


La segunda, la marcha de 150.000 trabajadores estatales, docentes y estudiantes convocada por los sindicatos de base (Cobas) en repudio a la “reforma laboral” del gobierno de Berlusconi y también a su reforma educativa y jubilatoria. Enfermeras, maestras, ferroviarios, estudiantes, marcharon en Roma haciendo sonar insistentemente sus cacerolas y reclamando la huelga general.


Frente a la beligerancia obrera, el gobierno derechista encara un camino sinuoso para imponer la reforma laboral. El viceprimer ministro, el fascista Gianfranco Fini, ha declarado que “el artículo 18 no es estratégico” y se ha reunido con el presidente de la Cofindustria, la central empresaria, para ofrecerle “diversas contrapartidas a cambio de una renuncia sustancial a la modificación del artículo 18” (Corriere della Sera, 7/3); de esta manera, podría contar con el visto bueno de la burocracia sindical para la “modernización” de las relaciones laborales. Pero las patronales se han negado a ceder en lo que ya consideran como “una reforma blanda del mercado laboral” (ídem): quieren mano libre para despedir y reemplazar miles de trabajadores por jóvenes con “contratos basura”.


Bajo la presión de la crisis capitalista, en Italia madura la huelga general.