Marruecos: media vuelta de timón en medio de la crisis mundial

-Exclusivo de internet

Acaba de ser refrendada en Marruecos una nueva constitución. La misma limita los poderes del rey Mohamed VI y es presentada ante el pueblo como una apertura por parte de una monarquía que lleva más de cuatro siglos en el poder. Sin embargo, mantiene y reafirma el poder real, dejando intactas sus principales atribuciones. El rey continúa siendo el jefe de las fuerzas armadas, mantiene la capacidad de disolver el Parlamento, nombra de la fuerza mayoritariamente electa a su primer ministro y mantiene el rol de jefe religioso. La reforma mantiene intactos los principales aspectos del régimen político.

El resultado del referéndum -un 98,2% votó por el sí a la constitución- es, en realidad, una manipulación. Del total de más de 30 millones de habitantes, sólo 22 se encuentran capacitados para votar. Se necesita, sin embargo, de una libreta de votación que se otorga en cada colegio de electores para poder realizar el sufragio. De los 22 millones, sólo la mitad hizo el trámite para obtener su libreta. Así y todo sólo un 70% concurría a votar el 1º de julio, siendo, por lo tanto, el apoyo popular de sólo el 40% del total de electores. Si a esto le sumamos que en las zonas rurales los funcionarios del rey o “moqqaddem” entregaban tierras a campesinos empobrecidos a cambio de la libreta y de un futuro voto por el sí, o que los soldados marroquíes hacían fila para “cumplir con la patria” apoyando la constitución realista, queda en evidencia que la constitución ha sido simplemente un proyecto orquestado desde el Estado para contener a las masas marroquíes.

Marruecos: ¿Una isla en la revolución árabe?

Mohamed VI ha enfrentado en los últimos años un “renacer” de la lucha de clases en su país. Desde el levantamiento de los Sahraouies en el sur -que luchan por la autodeterminación de su pueblo-, pasando por los pescadores de Sifni Ifini -duramente reprimidos en 2008 por más de 4.000 gendarmes venidos de ciudades del interior-, hasta las huelgas contra los despidos en el eje industrial Casablanca-Rabat y, en particular, la gigantesca lucha de los 850 mineros del Smesi, demuestran que la clase obrera ha salido a enfrentar una crisis que ellos no han creado y que no piensan pagar. Este proceso empalma de lleno con la revolución árabe, imbuida por su espíritu insurreccional. Con casi un 40% de desocupación en la juventud, Marruecos no aparece como una isla, o como una excepción, sino como otra pieza más de la bancarrota capitalista mundial, que sacude tanto a los países del mundo árabe como la Europa Mediterránea, tanto en Grecia como España, en un cuadro revolucionario de conjunto.

Frente a esto, el gobierno de Mohamed VI ha decidido salir a contener y cooptar la revolución. En algunos casos ha optado por la más burda represión, llegando a disparar contra una manifestación de jóvenes que pedían puestos de trabajo en la pequeña ciudad de Jouribga, situada al sur de Casablanca. En febrero de 2011 se inyectaron más de 15.000 millones de Dihrams (casi 2.000 millones de dólares) a una caja de compensación cuyo objetivo era el de mantener los precios de los alimentos y los servicios básicos “estables” frente a la inflación que aqueja a las masas populares. Asimismo, se llevó adelante una medida de incrementar el empleo público, principalmente intentando absorber a los desocupados con títulos universitarios y terciarios, a través de una expansión del gasto público del orden del 10%. Estas medidas evidencian que la revolución árabe ha calado hondo en la clase obrera marroquí y que el gobierno de Mohamed VI intenta por todos los medios desarticular la movilización.

La reforma constitucional se enmarca en este proceso. Con el firme apoyo de los Estados Unidos y de la España “socialista”, la nueva Constitución marca un camino de continuidad del régimen político, asegurando la alternancia de poder entre los “socialistas” locales y los musulmanes del Partido de la Justicia y el Desarrollo.

El movimiento 20 de febrero

En el escenario de la disputa política aparece un grupo, llamado 20 de Febrero, que se posiciona a favor de la Asamblea Constituyente y la concreción de una constitución democrática. Su programa nace en consonancia con el Movimiento 6 de Abril de Egipto -agrupación juvenil que cuenta con vínculos con el imperialismo yanqui- y levanta un programa similar. La base social del 20F está compuesta por las ONG de derechos humanos, tales como la Asociación Marroquí por los Derechos Humanos, y distintos grupos de la izquierda democratizante, como Attack y El Militante. Asimismo, adhieren las dos centrales sindicales más importantes de Marruecos, La Unión Marroquí del Trabajo y la Confederación Democrática del Trabajo que, sin embargo, se han abstenido de convocar a cualquier medida de lucha desde el inicio de la revolución árabe. El 20F fue la única oposición al referéndum oficial, pero no se ha servido de la enorme capacidad de movilización que las masas marroquíes demostraron en el último tiempo para derrotarlo.

Las masivas movilizaciones en apoyo a los levantamientos en Túnez y Egipto, duramente reprimidas por el régimen, así como el ascenso de las luchas obreras contra los despidos y los aumentos de precios revelan una tendencia profunda a la rebelión que opera en las masas marroquíes. La agudización de la crisis capitalista no hará más que extender y ampliar esta tendencia que abarca no sólo a Marruecos, sino al conjunto de la región e inclusive, la Europa mediterránea.