México, después de las elecciones

"Se recuenta todo o boicot al parlamento y las gobernaciones"


Fueron casi medio millón el sábado 8 pasado los que llenaron la enorme plaza del Zócalo, en la capital mexicana. Repudiaban el fraude en las elecciones del domingo anterior. La cuestión del fraude había teñido toda la campaña electoral, desde la tentativa de proscribir al candidato del PRD un año atrás, cuando se le armó una causa judicial. Ahora, la cuestión estalla en un clima popular de rebeldía. “La perspectiva de que la crisis mexicana se agrave crece cada vez más”, dice el enviado de Clarín, luego de la protesta. Una nueva movilización, con la concurrencia de manifestantes de todo el país, está prevista para el domingo 16.


 


Es la tercera vez que López Obrador es protagonista en un “megafraude electoral”. La primera, como dirigente del PRD, en 1988, cuando “se cayó el sistema de computación de los votos” de la elección presidencial que daba como ganador a su candidato, Cuauhtémoc Cárdenas. La estafa concluyó entonces con la consagración de Carlos Salinas de Gortari, un hombre de la mafia y el narcotráfico. En 1994, el fraude se repitió, pero esta vez para impedir que el propio López Obrador accediera a la gobernación del estado de Tabasco.


 


Ahora, son innumerables las denuncias de una manipulación masiva del padrón con muchos “desaparecidos” en zonas favorables a López y la inclusión masiva de “muertos” llamados a acumular votos para los punteros del ahora “ganador” de la derecha, Felipe Calderón.


 


El Prep (Programa de Resultados Electorales Preliminares) fue armado mediante una trampa cibernética que permite descontar entre uno y dos votos por urna, según denunciaron los abogados del candidato del PRD. El programa informático fue elaborado por una empresa cuyo titular es el cuñado de… Felipe Calderón. El PRD arrasó en la populosa capital del país con casi el 50% de los votos; triunfó en las ciudades que siguen con mayor cantidad de habitantes, y en la mayoría de los distritos electorales. “¿Cómo es que entonces perdí?”, se preguntó López.


 


El nuevo escenario


 


Su reacción fue, de todos modos, “inusualmente moderada”: anunció que “actuaría responsablemente y que no pediría la anulación de las elecciones sino el recuento de votos” (Financial Times, 7/7). El diario francés Le Monde se interrogaba sobre el significado de las denuncias sobre el fraude del PRD: “Son el comienzo de una movilización para revertir la situación con la presión de las calles, o una válvula de escape para la indignación de los que votaron por López”.


 


Adolfo Gilly, un partidario de López, denunciaba que la cúpula del PRD no había reaccionado declarando suspendida la aceptación de los cargos ejecutivos y parlamentarios electos hasta tanto se dilucide el fraude en la elección presidencial. Una medida como esta hubiera sido contundente. El diario español El País da cuenta de que “mientras el núcleo duro de la dirigencia ‘está dispuesto a dar la batalla hasta el final’, otros sectores instan a aceptar los resultados” (8/7), entre ellos Cuauhtémoc Cárdenas y Lázaro Cárdenas, este último gobernador del PRD de Michoacán.


 


La línea de imponer “en el margen” la candidatura del derechista Calderón fue una orientación del imperialismo, acompañada con el aderezo de promover un gobierno de “unidad nacional”. El propio López Obrador había planteado algo similar, claro que bajo su propio comando como presidente. Una idea de la rebelión en curso la da el New York Times, al adherir al reclamo de un “recuento total de votos” y a que López Obrador se comprometa a no desarrollar la “protesta en las calles”.


 


¿Y ahora?


 


En resumen, el fraude ha modificado las condiciones en que se desenvuelve la situación política del país. Se sabía que no habría un ganador claro, que ningún partido tendría mayoría en el Parlamento y que el clima popular era de hastío general, que había movilizaciones y huelgas muy importantes. La prensa patronal anunciaba un futuro de “ingobernabilidad” y “parálisis política”.


 


El Financial Times del martes 4 advertía que “cualquiera sea el resultado, el fantasma del fraude” permanecerá con sus consecuencias “desestabilizadoras”. Y seguía: “En muchos estados mexicanos, por ejemplo, existe el riesgo real de que inmediatos conflictos laborales, como el que envuelve a los radicalizados docentes de Oaxaca, se profundicen peligrosamente” ante un gobierno que emergerá “en cualquier caso muy debilitado ante las irregularidades del comicio”. Al mismo tiempo, el muro que Bush pretende construir en la frontera y el despertar de los trabajadores inmigrantes en Estados Unidos, tienen por sí solos, la capacidad para desatar una crisis mayúscula y a la escala de todo el continente. Es el motivo de una aguda división en las filas de la propia burguesía yanqui.


 


Por otro lado, “México se ha convertido en un elemento vital de la máquina industrial norteamericana, como un centro de la manufactura de compañías estadounidenses y como proveedor de mano de obra barata que es esencial para preservar la competitividad, particularmente en sectores como la agricultura, la construcción, el turismo y los servicios” (ídem).


 


La crisis mexicana enfrenta, provisionalmente, a dos variantes de la misma burguesía —no en vano López Obrador fue gobernador de la Ciudad de México sin salirse un milímetro del sistema. Pero detrás de este enfrentamiento se encuentra el protagonista de fondo, que por momentos le dicta el libreto a los contrincantes, en especial al candidato del PRD, y que no es otro que los explotados. Una intervención aún más decidida de éstos pondrá en la agenda la cuestión social y de la propiedad, más allá de la limpieza electoral.