Movilizacion popular y crisis política en Francia

El gobierno de la “izquierda plural” francesa enfrenta una gruesa crisis política. Una seguidilla de huelgas, conflictos y manifestaciones de masas lo han puesto a la defensiva. La prensa habla de un recambio de los ministros más golpeados por las manifestaciones populares.


La lista la encabeza el de Educación, Claude Allegre, cuya “reforma educativa” de cierre de cursos y despido de maestros y profesores, desató masivas movilizaciones estudiantiles y docentes en todo el territorio francés (ver Prensa Obrera, N° 659, del 23/03). También espera el despido del ministro de Economía, Christian Sautter, “obligado a capitular ante los empleados del Tesoro y retirar el proyecto de reforma del Ministerio de Economía” (La Reppublica, 22/3). Otro que sería reemplazado es Emile Zucarelli, ministro de la Función Pública: fueron precisamente los empleados estatales, de los docentes a la salud, pasando por los empleados del Estado y los del transporte, los que protagonizaron las mayores movilizaciones.


El propio Jospin debió renunciar públicamente a su publicitado proyecto de reforma previsional: elevación de 37,5 a 40 años de aportes para jubilarese en el sector estatal, elevación de la edad jubilatoria (hoy en 60 años) y creación de un régimen de fondos de pensión. La amenaza de una rebelión generalizada lo obligó a ‘congelarlo’: Jospin no olvida que, en diciembre de 1995, un proyecto similar del derechista Alain Juppé, provocó la mayor oleada huelguística y de manifestaciones de los últimos treinta años en Francia.


Al mismo tiempo, “las reivindicaciones salariales ganan amplitud en las empresas privadas” (Le Monde, 18/11).


Pero el gobierno de la “izquierda plural” no sólo está acosado por las movilizaciones populares. Las patronales francesas “han pasado a la ofensiva” (Financial Times, 20/1). Reclaman “más libertad para competir” y “una revisión fundamental de sus relaciones con los sindicatos y el Estado”, es decir mayor flexibilidad, menores salarios y la liquidación de la seguridad social.


Las exigencias de la patronal francesa se explican: el capital europeo ha entrado en una etapa de aceleradas reestructuraciones, lo que está dando lugar a un ciclo especulativo que exige, para prosperar, un fuerte ataque al movimiento obrero y a sus conquistas.


Otra presión para Jospin es el reagrupamiento de la socialdemocracia europea sobre el eje crecientemente derechista que plantean el británico Blair, el italiano D’Alema y el alemán Schroeder. Este curso derechista se manifiesta en la ley antihuelgas que acaban de imponer en Italia y en la carta conjunta de Blair y D’Alema a los gobiernos europeos llamando a terminar con el subsidio a los desocupados (La Reppublica, 19/3). Explícitamente, en esa carta el tándem Blair-D’Alema critica al “modelo francés”.


El gobierno francés está sometido, entonces, a un doble cerco: el de las movilizaciones populares y el del capital europeo y sus ‘socios’ socialdemócratas. Es el preludio de la verdadera crisis que estallará cuando Jospin y la “izquierda plural”, bajo la presión del gran capital y los gobiernos europeos, lancen contra el movimiento obrero y popular el ataque al que hoy no se atreven.