“Nuestro hombre en La Habana”

El Papa hizo lo que se esperaba de él en Cuba. “En las cuatro homilías y en las siete declaraciones públicas, su mensaje fue tan anticomunista como siempre” (Miami Herald, 26/1); sus palabras “recordaron los términos de sus discursos en Polonia en 1989” (Clarín, 24/1). El obispo de Camagüey hasta se atrevió a decir que “los 50 (cuando gobernó Batista) fueron los ‘años de oro’ para la Iglesia cubana” (Miami Herald, 25/1).


La ‘crítica’ al bloqueo norteamericano, la hizo de acuerdo al ‘libreto’ yanqui:”Stuart Eizenstat, subsecretario de Estado para asuntos económicos, reclamó dos veces a funcionarios vaticanos que el Papa acompañe cualquier censura a la política de Estados Unidos con una crítica más dura a Castro” (Miami Herald, 20/1). Así lo hizo, precisamente.


“Avalancha de concesiones”


El objetivo inmediato del Vaticano era ‘expandir el espacio’ de la Iglesia cubana. Obtuvo una “avalancha de concesiones” (Le Monde, 24/1): celebración de misas públicas; televisación en directo; libre circulación de la prensa católica; funcionamiento de ‘centros de formación cívica’; ingreso de curas extranjeros.


Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional cubana, señaló que “la legislatura está considerando leyes que garanticen la libertad de la religión” (Miami Herald, 26/1). La Curia sigue reclamando la reapertura de las escuelas religiosas y el libre acceso a la TV oficial.


‘Caballo de Troya’


En su mensaje más ‘político’, el Papa señaló que “los católicos tienen el derecho y el deber de participar en el debate público sobre una base de igualdad (y de) asumir un compromiso responsable en el entramado de la sociedad civil y en las estructuras de decisión de la Nación”. Sin embargo, en 1986, la Iglesia cubana prohibió a sus creyentes afiliarse al PC; al mismo tiempo, los comentaristas sostienen que el Vaticano propicia en Cuba “una transición lenta y gradual”. ¿De qué manera podrían los católicos ‘asumir un compromiso responsable en las estructuras de decisión de la Nación’?


“Mi impresión, dice el biógrafo papal Tad Szulc, es que la Iglesia católica se convertirá en el paraguas de unmovimiento demócrata cristiano” (Miami Herald, 21/1).


La insistencia del Papa en defender el ‘nacionalismo’ y la ‘identidad nacional’ cubanas, sus abundantes referencias a José Martí y el anuncio de la posible beatificación del Padre Félix Varela, un sacerdote que predicó la emancipación de Cuba mucho antes de la guerra de la independencia, procura empalmar con el inconfundible ‘guiño’ del PC que, desde que renunció al ateísmo, es decir, al marxismo, se ha identificado como el ‘partido de la cubanidad’. Este‘giro’ papal es mucho más notable y cínico si se considera que, históricamente, la Iglesia cubana fue pro-española y colonialista.


El ministro de Cultura, Adolfo Prieto, señaló que “el Papa podría jugar (en Cuba) el mismo papel patriótico y anti-anexionista que jugó en Polonia” (Miami Herald, 24/1). Se trata de un aval a la restauración del capitalismo. La ‘misión polaca’ del Papa fue, en realidad, antipatriótica y anexionista, ya que hoy Polonia es una dependencia de la OTAN y del FMI. Pero la Iglesia jamás fue popular en Cuba. La propia visita papal lo puso en evidencia, cuando, a pesar de todos los esfuerzos oficiales de movilización, apenas 200.000 cubanos participaron en la misa de La Habana (Miami Herald, 26/1). Dado que esta cifra la suministran los enemigos políticos del régimen castrista, es posible afirmar con seguridad que la concurrencia real fue todavía inferior.


La legalización de la agitación pública contrarrevolucionaria de la Iglesia convierte al régimen de ‘partido único’ en la cobertura de una acción política restauracionista.


Mientras las burocracias del PC y de la Iglesia intercambian favores, regalos y sonrisas, a la clase obrera y a los trabajadores se les niega el derecho a organizarse en forma independiente del Estado y de las fuerzas sociales que lo controlan.


“Nuestro hombre en La Habana”


El Departamento de Estado permitió a los norteamericanos viajes a la isla, lo que fue considerado como “la muestra más explícita de apoyo a la visita papal” (Miami Herald, 21/1), e importantes empresas norteamericanas ayudaron a financiar –al costo de 100.000 dólares cada una– el viaje del Papa (Miami Herald, 20/1). Por eso, The New York Times calificó a Woijtyla como “Nuestro hombre en La Habana”. Pocos días antes de su llegada a La Habana, una solicitada de una página completa en The Wall Street Journal, firmada por 660 grandes empresas y cámaras industriales, reclamaba que “se ponga fin a la política obsoleta” hacia Cuba.


En la misma semana, una conferencia de prensa organizada por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos para promover una ley que anule la prohibición de exportar alimentos y medicinas a Cuba, reunió a algunos de los más importantes ‘pesos pesados’ del capital financiero: David Rockefeller, Lloyd Bentsen (ex secretario del Tesoro), Carla Hills (ex representante comercial norteamericana), Paul Vocker (ex presidente de la Reserva Federal) y Alvin Clausen (ex presidente del Banco Mundial).


Esperanzas vanas


Pero el bloqueo sigue; quienes se oponen a él, plantean levantarlo a cambio de nuevas y grandes concesiones. Además, está la deuda externa con los países europeos, que Cuba no puede renegociar desde 1986. El proceso restauracionista sigue su curso, desatando a cada paso nuevas y profundas contradicciones económicas y una profunda diferenciación social. El descontento popular se agudiza.


Los acuerdos con el Vaticano no son una ‘salida’.