Obama y el cuento de las fallas en la seguridad

Hace ya algún tiempo que los servicios de seguridad de Estados Unidos se encontraban merodeando por Yemen, al sur de la península arábiga, con el propósito de darle un nuevo empujón a “la guerra global contra el terrorismo”. Naturalmente, como en su tiempo lo relató una película norteamericana, había que buscar un pretexto, en especial frente a un presidente que aparece remiso ante la oferta de nuevas aventuras. Es así que apareció en la escena un terrorista nigeriano en la ciudad de Detroit con un artefacto capaz de hacer volar el avión que lo transportaba.

El hombre en cuestión había sido reparado debidamente por la CIA y hasta denunciado por su padre, un banquero internacional. Es obvio, entonces, que si nada de esto impidió el incidente es porque los propios servicios estaban interesados en que así ocurriera. No importa, para el caso, si se trató de una conspiración del conjunto de la “comunidad de seguridad” o si hubo un corto circuito entre sus departamentos. Lo que vale es que, enseguida, Obama declaró abierto un nuevo frente militar, del cual quedará apartada la Otan. En consecuencia, las fuerzas armadas norteamericanas, públicas y en especial privadas, tendrán el gusto de lidiar en el noreste de Africa (Somalía y Etiopía), Asia Central (Afganistán y Pakistán), Medio Oriente (Irak y Palestina), la península de Arabia (Yemen), el Cáucaso (Georgia); y, por qué no, América del Sur (bases colombianas y IV Flota).

Un reciente artículo, en el The Wall Street Journal, apuntó con mucho sentido de la oportunidad que el gran alza bursátil de la última década solamente tuvo lugar luego de la invasión de Irak (hasta, naturalmente, el derrumbe financiero de 2007). Con la ampliación de la “guerra global contra el terrorismo” a Yemen, el imperialismo yanqui está provocando lo que su presidente habría proclamado que quería evitar: una guerra de conjunto contra las naciones islámicas. Al desmentir la posibilidad de que fuera a abandonar el propósito de cerrar la base de Guantánamo, Obama dio a entender que es precisamente eso lo que están buscando sus servicios secretos.

Indudablemente hay fallas de seguridad que podrían ser auténticas, como las que acaban de ocasionar la muerte del staff principal (con jefa incluida) de la CIA en Afganistán -un atentado que fue perpetrado por un agente reclutado entre los servicios jordanos. Pero este caso se adscribe a otro fenómeno: Estados Unidos está perdiendo la guerra- y no precisamente contra Al Qaeda, sino contra el nacionalismo fundamentalista. La Otan se encuentra en Afganistán como en una ciudadela sitiada. A esta situación hay que agregarle la circunstancia de que las naciones europeas ya no tienen condiciones de hacer despliegue de recursos bélicos escasos, debido a la fenomenal crisis fiscal en los países de la Unión Europea. Algunos ya escriben que la presidencia de Obama se encamina a ser una reedición de la de Carter, que comenzó con los derechos humanos y acabó con una fracasada operación de rescate contra Irán -y que quedó liquidada antes de concluir el primer mandato.