Ocalam “es más útil vivo que muerto”

Aunque la máxima autoridad judicial de Turquía confirmó la pena de muerte contra Abdullah Ocalam, ahora el parlamento turco “no parece tener apuro” en sancionar la ley necesaria para ejecutarlo (The Economist, 27/11). El Ejecutivo ha dicho que va a “solicitar la opinión del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre el destino de Ocalam” (El País, 27/11). De este modo, “cualquier ejecución sería retrasada por lo menos 18 meses” (Buenos Aires Herald, 27/11).


¿Qué explica este brote de ‘humanitarismo’?


En el juicio amañado de junio pasado, Ocalam ofreció, a cambio de conservar la vida, la renuncia a la reivindicación de la independencia nacional kurda y el respeto al Estado turco. La Corte no se anduvo con vueltas y lo mandó igualmente al cadalso. Pero, desde entonces, el PKK “disminuyó drásticamente los enfrentamientos en el sudeste del país, principal asiento de los kurdos” y “más de una docena de jefes del PKK abandonó la lucha para probar sinceramente que buscan la paz” (The Economist, 27/11). En septiembre, se produjo “la rendición sin precedentes de (otros) ocho (líderes) rebeldes kurdos” (International Herald Tribune, 8/10). Sin embargo, el ejército turco “cuatro días después … lanzaba una nueva ofensiva contra los rebeldes kurdos en Irak” y “desechaba la idea de la rendición como un ardid”. “Turquía resiste ablandar su línea dura con los kurdos”, suponía un analista de The Washington Post (ídem).


Pero se estaba ‘ablandando’… Es que bajo suelo kurdo deben pasar los oleoductos que los yanquis quieren construir a partir del mar Caspio hasta el Mediterráneo y a que una pacificación es condición para entrar en la Unión Europea. En función de esta estrategia, los yanquis han sido los principales gestores del restablecimiento de relaciones entre Grecia y Turquía y los autores de un ‘plan de paz’ respecto de la disputada isla de Chipre. Los yanquis quieren la ‘paz interna’ de Turquía (es decir con los kurdos), porque “persiguen proveer(le) más armas y otras golosinas militares” (The Economist, 27/11). He aquí el conjunto de los motivos que llevan a la revista londinense a destacar “los méritos de mantener a Ocalam vivo”.