Ocultaron durante una década las causas del mal

Acaba de publicarse en Inglaterra el “informe Phillips”, que reúne las conclusiones de una comisión investigadora sobre el “mal de la vaca loca”. El informe revela que se ocultaron sistemáticamente las verdaderas causas del mal, y se llegó hasta la persecución de quienes las investigaron.


Durante los años ‘80, un núcleo de científicos *dirigido por el Dr. Alan Dickinson* desarrolló la hipótesis de un vínculo entre el llamado mal de Creutzfeldt Jacob (CJD) “que afecta a seres humanos”, la patología de la “vaca loca” y el mal de los ovinos (“scrapie”). Estudios realizados en pacientes de CJD comprobaron la existencia de una proteína deformada *común a las tres especies*, resistente a todo tipo de productos químicos y enzimas presentes en la digestión animal. Por lo tanto y a través de la alimentación, podía ser transmitida entre diferentes especies. Esta línea de investigación fundamentaba la existencia de un hilo conductor entre las patologías ovina, bovina y humana, tendiendo por lo tanto, una sombra de sospecha sobre la industria cárnica inglesa.


En poco tiempo, el Dr. Dickinson fue retirado de la investigación, “en una de las tantas ‘racionalizaciones’, de fondos para instituciones científicas practicadas en los años de Thatcher” (London Review of Books, 14/12). Años después, cuando estalla el mal de la vaca loca y el gobierno inicia indagaciones oficiales, se adopta “la decisión deliberada de excluir (del equipo de investigadores) a cualquiera que hubiera trabajado con Dickinson”. Mientras tanto, el gobierno elabora la conclusión “oficial” de que “la ‘vaca loca’ no era más que la versión ‘vacuna’ del mal ovino, sin encontrar la menor línea de evidencia de una conexión entre éste último y el mal humano CJD”. Estos “resultados” liberaban de toda sospecha a la ingestión de derivados vacunos por parte de seres humanos. Simultáneamente, el gobierno británico lanzaba su campaña: “El bife inglés está a salvo”…


Las investigaciones y evidencias fueron sometidas al mayor “secreto y censura”, teniendo en cuenta “posibles efectos sobre las exportaciones y otras implicaciones políticas”, en momentos en que se revelaban nuevos casos de víctimas humanas del mal CJD. Medidas elementales de prevención en el país donde nació el mal, fueron así bloqueadas durante casi una década, para salvar a la industria frigorífica inglesa, mientras 80 casos humanos fatales ocurrían en ese país. Era la “antesala” de la actual extensión de la epidemia hacia toda Europa.