Ocupaciones y huelgas en Brasil

La ocupación del Rectorado de la Universidad de San Pablo (USP), la más importante de Brasil, que cumple 45 días, se ha transformado en el símbolo y la vanguardia de una ola de luchas estudiantiles en todo el país. En el interior del estado de San Pablo, otros cinco rectorados fueron ocupados. Y otros lo han sido en Ceará, en Espíritu Santo y en la importante UFRJ (Universidad Federal de Río de Janeiro).


En San Pablo, la lucha —que llevó también a la huelga de docentes y no docentes de la USP, Unicamp y Unesp— se inició, además, por las reivindicaciones específicas de cada sector, contra los decretos del gobierno estadual (ejercido por la derecha opositora, el “tucano” José Serra, del partido del ex presidente F.H. Cardoso) que, so pretexto de “control de los gastos públicos”, acababan con la autonomía universitaria y retiraban fondos de las universidades públicas. A pesar de la violenta campaña de la gran prensa (“vándalos”, etc.) la lucha universitaria ganó popularidad y dio lugar a manifestaciones callejeras con miles de personas, que enfrentaron la represión policial.


En las universidades federales se lucha contra la reforma universitaria del gobierno nacional, de Lula, hecha a la medida de los tiburones capitalistas de las universidades privadas, ahora también extranjeros (de los más de 4 millones de universitarios de Brasil, más de 82% están matriculados en facultades privadas). No otra cosa podía esperarse de un gobierno que, desde su inicio, ya ha concedido a los grandes capitalistas la friolera de casi 16 mil millones de dólares en subsidios. Con pretextos “sociales”, la reforma universitaria ha creado un mercado cautivo para el sector universitario privado, que se encontraba al borde de la quiebra.


Pero el mar es más de fondo. Contra la perspectiva estrechamente “estudiantilista” en que la han puesto la casi totalidad de las corrientes de izquierda, la lucha del movimiento estudiantil es, como en otras ocasiones históricas, el barómetro de una crisis social general, que el gobierno no consigue ocultar ni detener pese a los artilugios contables que usa (se llegó a cambiar el método de cálculo del PBI, para presentar una bonanza económica que encubra la virtual quiebra financiera del Estado y el gran capital). En San Pablo, la lucha universitaria ya obligó a Serra a publicar un nuevo decreto afirmando que los decretos precedentes no se aplicaban… a la universidad (que era justamente a la que estaban destinados).


La lucha de la clase obrera y los asalariados en general empieza a romper la “tregua social” de las centrales sindicales (en especial la CUT) y el período de retroceso sindical que se inició en 1994, con la derrota de la huelga de los petroleros. Con el recurso de la huelga, los obreros de la histórica y ahora privatizada CSN (Compañía Siderúrgica Nacional) obtuvieron una significativa victoria salarial, lo mismo que los trabajadores del subte de San Pablo.


Y también se encuentran en huelga más de 100 mil empleados estatales (Banco do Brasil, Banco Central, Ibama —medio ambiente—, Incra —reforma agraria—, Ministerio de Cultura, Comisión Nacional de Energía Atómica, etc.). Lula respondió decretando el no pago a los estatales de los días parados y enviando un proyecto que establece que toda huelga estatal (no prevista en la “democrática” Constitución de 1988) deberá obtener la aprobación de 2/3 de los trabajadores del sector, en asamblea (¡!), o sea, la prohibición lisa y llana, y además, cínica.


La CUT ha acentuado su colaboración de clases. En su segundo gobierno, Lula acaparó, además del Ministerio de Trabajo, nada menos que el Ministerio de la Previsión Social, con su ex presidente Luiz Marinho encargado nada menos que de la más reaccionaria y capitalista de las “reformas” lulistas: la privatización completa del sistema jubilatorio.


El “día de lucha” del 23 de mayo, sin embargo, planteado inicialmente por la Conlutas (que agrupa a sectores sindicales combativos y a parte de la izquierda), al que adhirieron sectores de la CUT, fue un éxito, con paros y grandes actos en diversas capitales y otras ciudades del país.


Se trata, por lo tanto, de los primeros minutos de estudio de los contrincantes. En Brasil se viene un fuerte enfrentamiento de clases, contra un gobierno “movimientista” y de centroizquierda; lucha que exigirá una dirección sindical y política a la altura de las circunstancias.