Otra tentativa fascista en Venezuela

Pero, ¿Dónde va el chavismo?

Después de innumerables dilaciones, las autoridades electorales confirmaron que no habrá referéndum revocatorio del mandato de Chávez porque la oposición no logró reunir las firmas necesarias (de los 3,4 millones presentados, más de 1,5 millones eran truchas). La situación se ha polarizado violentamente: grupos de la oposición están saliendo a la calle a realizar desmanes y aterrorizar a la población, mientras una masiva movilización popular –de más de 400.000 personas– respaldó al gobierno.


El resultado era perfectamente previsible. El mecanismo del referéndum revocatorio solamente podía ser utilizado por la oposición proimperialista, derrotada en el golpe y en la huelga petrolera, para desarrollar una amplia agitación política contrarrevolucionaria. Los opositores, por cierto, contaron con el respaldo del imperialismo norteamericano, del Centro Carter, de la OEA y hasta de los "amigos" de Venezuela, encabezados por Lula, todos los cuales presionaron al gobierno venezolano a buscar una salida por medio del referéndum. Chávez aceptó la "mediación" de estos enemigos del pueblo venezolano y hasta formó "comisiones conjuntas" con la oposición bajo el "auspicio internacional". Con ello, ofreció un marco de acción a una oposición que sólo está dispuesta a utilizar los medios de la guerra civil.


Naturalmente, la oposición se valió de la campaña por el referéndum para desarrollar una amplia campaña política, pero esto no le dio lo que ya había demostrado no tener en oportunidad del golpe de abril del 2002 y de la huelga petrolera de diciembre del mismo año: la capacidad para derrocar a Chávez. La oposición es una bolsa de gatos y es incapaz, no ya de gobernar Venezuela, sino incluso de presentar un candidato común.


El golpe de Estado del 2002 puso de manifiesto que la oposición tiene un programa pinochetista de liquidación de las libertades democráticas y políticas de las masas y sus más elementales conquistas sociales. Pero ante su completa orfandad de respaldo popular y la crisis de conjunto en América Latina, la guerra civil contrarrevolucionaria que impulsa la oposición puede terminar provocando una revolución popular de las masas que le son adversas. Los opositores carecen de base en las fuerzas armadas, las cuales siguen viendo a Chávez como el único arbitraje político posible entre el imperialismo y las masas venezolanas.


En la crisis actual, nuevamente se puso de manifiesto el alineamiento político del Ejército: el jefe de la guarnición militar de Maracaibo, por ejemplo, "advirtió que si la policía regional, dependiente de la gobernación de Zulia, sigue brindando seguridad a grupos anárquicos, será intervenida y habrá detenciones" (Aporrea, 2/3). Otros jefes militares lanzaron las mismas "advertencias" a los gobernadores opositores. Aunque es indudable que Chávez cuenta con un muy amplio respaldo popular, su verdadera base de sustentación es la fuerza armada. En el golpe del 2002, cuando el ejército pareció por un momento inclinarse hacia la oposición, Chávez prefirió renunciar a dividir a los uniformados.


La oposición fracasó también en reunir las firmas necesarias para llegar al referéndum. Un "diplomático rioplatense de la misión de la OEA", citado por la revista uruguaya Brecha (27/2), reconocía que "la oposición venezolana es tan impresentable que no lograron recoger siquiera las firmas necesarias". Recurrieron al fraude y al truchaje de firmas en una escala industrial.


La base social de la oposición son los grandes grupos capitalistas y financieros que gobernaron Venezuela por décadas (en particular, el grupo Cisneros). Se trata de grupos absolutamente parasitarios; el más elemental desarrollo de Venezuela es incompatible con su supervivencia. El hundimiento de los partidos tradicionales los dejó sin personal "confiable" para manejar los asuntos del Estado.


El imperialismo financió la realización del referéndum y le dio todo el apoyo diplomático. Pero el gobierno de Bush enfrenta las mismas contradicciones que la oposición. La política del imperialismo no tiene eco en el ejército. Después de los acontecimientos de Bolivia, en que los norteamericanos debieron resignarse a aceptar la renuncia de Sánchez de Lozada después de que la represión fracasara en derrotar la rebelión popular, los sucesos de Venezuela evidencian que el imperialismo no puede gobernar América Latina como acostumbraba hacerlo.


Pero la amplitud de la campaña contrarrevolucionaria es un síntoma: Chávez no tocó ninguna de las bases sociales de la oligarquía ni golpeó su poderío económico y social. La "revolución bolivariana" se desenvuelve enteramente en el cuadro de la dominación oligárquica y extranjera de los bancos, las fábricas y los medios de difusión. Chávez ha extendido, en parte gracias a los altos precios del petróleo, una serie de derechos para las masas sin alterar los derechos de los capitalistas. Esto ha permitido a los grandes capitalistas crear una situación económica explosiva –mediante la fuga de capitales, el mercado negro, el sabotaje económico y el endeudamiento del Estado con los bancos ligados por miles de lazos a la oposición–. Las limitaciones insalvables del nacionalismo burgués le han permitido a una oposición sin respaldo popular poner en jaque al país.


Frente al alzamiento de la derecha fascista, Chávez acusó a Bush de respaldar a la oposición y hasta amenazó con suspender la venta de petróleo a Estados Unidos (el 20% del petróleo importado por los norteamericanos). Pero Chávez carece de un programa que le dé contenido a esta radicalización del discurso. Una radicalización real significaría privar a la oposición de los medios políticos y económicos para desestabilizar el país; esto es, en primer lugar, confiscar a los golpistas, nacionalizar la banca y hacer funcionar la economía bajo el control obrero. Esto cortaría de cuajo las intentonas de los fascistas y le daría un objetivo programático al pueblo.


Chávez pretende desenvolver otra clase de capitalismo, por eso tiene lazos muy fuertes con grandes grupos capitalistas como Techint y Repsol. Fundamentalmente, Chávez no está dispuesto a darle un contenido revolucionario social a la lucha contra la derecha fascista porque significaría la fractura del ejército y la necesidad de armar a las masas.


La lucha a muerte contra la derecha fascista y la delimitación política del nacionalismo chavista y la crítica de sus limitaciones de clase en el enfrentamiento contra la derecha son las claves para la formación de una vanguardia obrera revolucionaria en Venezuela.