Otro crimen del imperialismo yanqui

El número de mentiras que ha desparramado el gobierno norteamericano acerca del criminal bombardeo a Bagdad de la semana pasada es muy superior al número de bombas que cayeron sobre la ciudad.


Primera mentira: “el blanco era un objetivo militar”. El disparo de una vein­tena de misiles, desde una distancia de cientos de kilómetros contra un “blanco” ubicado en el centro de una ciudad habita­da por millones de personas no podía menos que provocar—como provocó—la muerte de cientos de habitantes civiles de todas las edades y la destrucción de barrios enteros. Lo que cínicamente el go­bierno norteamericano denomina “daños colaterales” (muerte y heridas de civiles, destrucción do viviendas, hospitales y es­cuelas) fue, en realidad, el verdadero “blanco” de la operación


Segunda mentira “fue un acto en defensa propia” Pero es obvio que Irak no es, ni nunca lo fue, una amenaza a la segundad del territorio norteamericano, como nunca lo fue Cuba, lo cual no impidió que los yanquis la bloquearan y sabotea­ran sistemáticamente.


El argumento dado por Clinton para bombardear Bagdad que los irakies ha­bían pretendido asesinar a Bush en el curso de la guerra del Golfo es más mentiroso todavía el intento no ha sido probado y las declaraciones de tos acusa­dos carecen de valor porque como da a entender un periodista de “Los Angeles Times’ la uniformidad de sus auto-acu­saciones hace suponer que han sido so­metidos a tortura (Clarín, 28/6)


Si el argumento de Clinton sobre el atentado a Bush tiene algún valor, el pre­sidente norteamericano debería entonces justificar un eventual ataque de cohetes de Cuba contra los Estados Unidos porque exactamente treinta fueron los atentados contra Fidel Castro promovidos y financia­dos por el imperialismo norteamericano y desbaratados por los servicios de inteli­gencia cubanos.


Tan salvaje y criminal ha sido el ataque lanzado por Clinton sobre Bagdad apenas quince días después de la masacre de centenares do somalíes a manos de las tropas norteamericanas, que un vocero imperialista tan caracterizado como el “Financial Times” (28/6) llega a afirmar que “es difícil justificarlo en términos de ley internacional, de cualquier concepción del nuevo orden Internacional o de principios morales”


El crimen contra Irak, como señalan distintos medios de prensa, obedece al intento de Clinton de recobrar su caída popularidad interna arrasada por los impuestazos al consumo y por el desempleo, y superar su falta de autoridad sobre el Congreso norteamericano Se tratarla pues de un grave síntoma de desespera­ción política del ejecutivo norteamericano.


Pero el bombardeo a Bagdad no fue sólo un acto desesperado; fue también un gigantesco “show de ventas” para los potenciales compradores de armas norte­americanas. En los días inmediatamente posteriores al bombardeo, bajo el título “Bill Clinton, comerciante de armas”. “Business Week” (28/6) señalaba que “después de cinco meses en el gobier­no, es evidente que Clinton quiere ayu­dar, no obstaculizar a los exportadores de la industria de la defensa”. El sangriento “show” iraki puede servir para elevar las ventas de los pulpos armamentistas yanquis – al exhibir las “bondades” de sus “productos” – pero, por sobre todo, ha servido para carlar los nervios de los fabricantes de armas de que no habrá recortes de los fastos militares del propio Estado norteamericano. Precisamente por eso, “The Wall Street Journal” (28/6), un lobbysta de la industria armamentista editorializa que “quizás lo más importante… es que (el ataque) sugiere que el presidente está aprendiendo su trabajo. Estamos seguros que ya ha ganado una nueva apreciación y comprensión de los servicios militares”… llamándolo a ser el presidente que entre en la historia como el que puso en práctica el sistema misilístico “star-wars”, otrora caballito de batalla de Bush para aumentar los gastos de defensa.


El sacrificio de cientos de niños, mujeres y ancianos irakies en el altar de los pulpos armamentistas yanquis es un nuevo crimen imperialista contra los pueblos.