Pacifismo contrarrevolucionario

El pacifista es una persona que quiere la paz. A partir de esta constatación, los dirigentes del bloque de centroizquierda de Italia, el Olivo, han decidido que el gobierno de Berlusconi debería plantear en la ONU la declaración de una tregua o armisticio en Irak con la condición de que Saddam Hussein se comprometa a renunciar y a exiliarse y que la ONU se encargue de la “democratización” de Irak. El reclamo de la rendición del gobierno de Irak, para evitar la continuación de la guerra y la ocupación militar anglo-yanqui, se funda en el argumento de que como el Eje agresor es el más fuerte, la paz sólo puede obtenerse con rapidez mediante la capitulación de los agredidos. Los oliveros italianos, entre los que se encuentran varios antiguos secretarios generales del ex partido comunista, obviamente no inventaron nada, porque lo mismo exigían los pacifistas de centroizquierda de Argentina, en primer lugar Alfonsín, luego de que la flota británica zarpara hacia Argentina.


El planteo ha dividido las aguas de los pacifistas italianos. Los opositores al ala yanqui reclaman también una tregua militar, pero seguida del retiro de las tropas invasoras (Corriere della Sera, 31/3). En este último grupo revistan el ex secretario de la CGT, Cofferati, y naturalmente Bertinotti, de Refundación Comunista. Pacifistas de derecha y de izquierda tienen en común el planteo de la tregua, o sea de una mediacióm política. Pero mientras en una tregua el agredido continúa sitiado, ocurre lo contrario con el agresor que tiene sus líneas con el exterior abiertas. De todos modos esta división preocupa al “establishment” italiano, porque indica el peligro de una quiebra en el pacto centroderecha-centroizquierda que ha venido gobernando a Italia, cuando faltan pocas semanas para que el gobierno italiano se deba hacer cargo de la presidencia de la Unión Europea. Algunos comentaristas están sugiriendo la posibilidad de superar esta crisis mediante una alianza entre Berlusconi y la dirección oficial del Olivo. Los pacifistas de izquierda, por su lado, aunque son calificados por la prensa como “extremistas” evitan asumir la responsabilidad que les otorga su ascendiente en los sindicatos para impulsar una huelga general y el bloqueo de las bases militares de donde parten los refuerzos para los agresores.


La posición pacifista de que antes de la invasión la paz pasaba por el respeto a las decisiones de la ONU y ahora pasa por una victoria rápida del imperialismo, no solamente demuestra sus limitaciones insalvables como estrategia política y su contenido imperialista. Choca además con la evidencia de que no habrá una “victoria rápida”. Todo esto debería tener un efecto disgregador sobre el pacifismo contrarrevolucionario que debería ser aprovechado. Por otro lado, el planteo de una tregua sobre el terreno puede ser una carta final a ser usada por el Eje dirigido por Bush en el caso de que la agresión militar definitamente se empantanase. La ONU tendría en este caso una plataforma común a todas las potencias imperialistas.


De cualquier modo, por ahora, Bush reiteró, seguramente pensando en estos debates, que el imperialismo yanqui quiere la rendición incondicional y la ocupación completa de Irak.