Paraguay: Congreso en llamas, una cortina de humo


El incendio del Congreso no alcanza para hablar de ‘situaciones revolucionarias’ actuales o potenciales, mucho menos en Paraguay -sería más bien un abuso de lenguaje. La maniobra cuasi-golpista del presidente Horacio Cartes para obtener la posibilidad de la reelección por medio de un referendo, despertó naturalmente reflejos defensivos en un país que aún atraviesa por el trauma político de casi cuarenta años de dictadura de Alfredo Stroessner.


 


La ansiedad por seguir manejando el botín del Estado es moneda corriente en sistemas políticos que carecen de una base histórica y social necesaria para sustentar una democracia burguesa. En la última década han elegido transitar ese camino, con éxito dispar, desde el hondureño Manuel Zelaya, el nicaragüense Daniel Ortega, el boliviano Evo Morales, el venezolano Hugo Chávez hasta la argentina Cristina Fernández de Kirchner. Este afán abrumador por la reelección no autoriza, sin embargo, a poner un signo de igualdad en el contenido de cada experiencia particular. El establecimiento de gobiernos de camarillas o de características bonapartistas se traduce en intentos de perpetuación política. Sólo han escapado a esa ‘tentación’ Rafael Correa y Lula da Silvia, que de cualquier modo no se privaron de aprovechar la posibilidad de repetir que les ofrecían las constituciones respectivas de Ecuador y Brasil.


 


La intentona “cartesiana” de Paraguay viene con condimento, como corresponde a la gastronomía del país. Ocurre que al pseudo-golpe del Presidente asoció a una víctima del golpismo, el ex presidente Lugo, incentivado por las encuestas que lo dan al tope de las intenciones de voto en 2018. Se produjo así un romance circunstancial entre el Macri y el equivalente a CFK de Paraguay. Las víctimas de esta maniobra, las tendencias liberales y febreristas, salieron a pelear por su derecho a la pelea electoral por el botín público, sin importarles un bledo el golpe “parlamentario” que orquestaron hace cinco años para derrocar al ex obispo y ofrecer en bandeja la presidencia a un candidato de los colorados. Los choques en Asunción no fueron protagonizados por las masas, sino dirigidos por las víctimas probables del derecho a reelección. Las masas paraguayas, en especial el campesinado pero también la creciente clase obrera, han sido fuertemente golpeadas por el capital sojero en el campo, y por el capital brasileño y norteamericano en la industria.


 


En los últimos cinco años, la economía paraguaya tuvo un fuerte desempeño -liderada por la expansión de la soja, el endeudamiento internacional y las inversiones de Brasil y Estados Unidos. El auge fue determinado, en el plano político, por la represión implacable al movimiento campesino y por el golpe que derribó a Lugo, cuyo frente Guazú gozaba de las expectativas de las masas del campo. En el plano económico ha sido decisivo el bajo costo de la energía paraguaya, derivada de la hidroelectricidad, en contraste con la carestía de la energía de la mayor parte de América Latina y sobre todo de Brasil. La energía barata fue, precisamente, el factor que decidió contra la instalación del pulpo minero del aluminio Río Tinto, luego de una dura crisis política, cuyo monopolio del consumo eléctrico hubiera inviabilizado las inversiones industriales y agrarias del capital extranjero y, en especial, la tercerización de la industria brasileña. El stock de inversiones extranjeras directas (utilidades más nuevos aportes) alcanza al 25% del PBI de Paraguay; entre 2013 y 2015, las inversiones directas crecieron un 230 por ciento. Paraguay se ha convertido en exportador de textiles. La industria ha pasado a representar el 30% del PBI y ha habido una crecimiento significativo del proletariado.


 


El problema, ahora, es la amenaza que representa para este crecimiento el derrumbe de las economías de Brasil y Argentina, y el descenso del precio internacional de la soja. La burguesía paraguaya discute, frente a esto, la necesidad de una apertura comercial más allá del Mercosur, incluso una ruptura con el mismo. Esta podría estar incidiendo en la cuestión de habilitar o no las reelecciones, en especial si se suma a ello la posibilidad de que la crisis iniciada reactive las luchas agrarias con un suplemento obrero en las principales ciudades.


 


Que las llamaradas fugaces del Congreso no impidan ver los factores que serán realmente decisivos en los próximos años en Paraguay: los obreros y los campesinos.