Parmacrack

El “salvavidas” bancario (y del Estado) con que se pretendió mantener a flote a Parmalat, el pulpo lechero que había quedado al borde de la cesación de pagos, duró menos de una semana. La información difundida por el Bank of America, que calificó de “falso” el documento presentado por la empresa italiana en donde afirmaba contar con depósitos en ese banco por 4.000 millones de euros, precipitó el colapso. La valoración bursátil de Parmalat cayó de 1.800 millones de euros a menos de 245 millones.


El ministro de Industria de Italia calificó la quiebra de la Parmalat como “el Enron europeo”. La norteamericana Enron era la séptima empresa norteamericana cuando fue a la quiebra, a comienzos del 2002, en medio de un escándalo por el ocultamiento contable de pérdidas y deudas. En aquel momento, la quiebra de Enron (con pasivos por 31.000 millones de dólares) fue la mayor de la historia del capitalismo norteamericano; poco después, y por los mismos motivos, quebraron otras grandes empresas como WorldCom (la segunda telefónica norteamericana), Adelphia, Xerox, Tyco y Global Crosing.


También en la quiebra de Parmalat hay una maraña de trucos contables. El enorme endeudamiento contraído por la empresa en los últimos años fue canalizado hacia fondos de inversión de alto riesgo en paraísos fiscales, cuyos beneficios sólo se verificaban en los papeles. Parmalat se quedó con un agujero negro de 4.000 millones de euros. Sus operaciones industriales no eran más que la fachada de una inmensa pirámide financiera. Pero la quiebra de Parmalat es apenas la punta del témpano, porque los medios financieros informan que todas las grandes empresas mundiales gestionan sus tesorerías de la misma manera que la italiana.


Como en el caso de Enron, la quiebra de Parmalat significa una gigantesca confiscación. En el caso de la norteamericana, además de los miles de trabajadores que perdieron sus empleos, decenas de miles de ahorristas que habían invertido en acciones de esa empresa fueron esquilmados de la noche a la mañana; junto con ellos, decenas de miles de trabajadores, cuyos fondos de pensión habían invertido en acciones de la Enron, perdieron sus jubilaciones. En la quiebra de Parmalat, varios miles de ahorristas han sido desplumados por los bancos, que les enchufaron papeles de deuda de la lechera por valor de 6.000 millones de euros.


Naturalmente, esta confiscación desató un “terremoto político” en Italia. Es que la quiebra de Parmalat tiene lugar inmediatamente después de otras dos sonadas estafas financieras: la quiebra de la alimenticia Cirio y el default de los bonos de la deuda argentina. En ambos casos, los bancos – que conocían la incapacidad de los deudores para hacer frente a sus compromisos – les enchufaron los bonos de esas deudas a los ahorristas. Tanto el gobierno como el Banco Central de Italia estaban perfectamente al tanto de las maniobras de los bancos contra sus clientes. En el lenguaje de los banqueros, esto se llama “diversificar el riesgo”.


Un factor que agudiza la crisis política es que la quiebra de Parmalat es otra gruesa indicación del retroceso del capitalismo italiano en el plano mundial, como se ve también en la situación de la Fiat. Para el gobierno Berlusconi, es otro golpe a un moribundo.