Parmalat: Una bancarrota que anuncia otras

El anuncio de que no pagaría el vencimiento de un bono por 150 millones de euros y el descubrimiento de millonarias inversiones – no declaradas en su balance – en un fondo de “alto riesgo” en el paraíso fiscal de las islas Caimán, pusieron a la lechera Parmalat – uno de los “pilares industriales” de Italia – al borde de la bancarrota. Una operación de rescate de diversos bancos le permitió salir de la quiebra, el viernes 12, aunque no cambió su situación de insolvencia.

 

En pocos días, sus acciones perdieron la mitad de su valor, aunque lo más importante es que fue negociado el 48% de las acciones, virtualmente la totalidad de las que se encuentran fuera de la cartera del grupo que controla la empresa. La misma caída sufrieron sus bonos de deuda, que fueron degradados al nivel de “basura”.

 

Rápidamente quedó claro que los balances que Parmalat presentaba regularmente eran truchos; exageraban su liquidez para ocultar que no existía el dinero para hacer frente a una deuda de 8.000 millones de euros (que los balances habían “reducido” a 5.300 millones). Parmalat contabilizaba como “liquidez” sus inversiones en fondos de alto riesgo en los llamados paraísos fiscales, que arrojaban altos rendimientos ficticios (o sea, en el papel o los libros) pero que era imposible transformarlos en dinero, salvo a cambio de enormes pérdidas. Es improbable, incluso, que pueda alguna vez recuperar las inversiones en esos fondos… cuyos titulares eran sellos de los propios dueños de Parmalat.

 

La crisis puso de relieve que Parmalat, más que una empresa industrial láctea, es una pirámide financiera, que se vale de su estructura para especular en los mercados. Obtenía los fondos necesarios para estas “inversiones” fuera de su actividad, mediante una agresiva política de endeudamiento, con más de 30 emisiones de bonos (de la propia Parmalat y sus subsidiarias). El crecimiento de la deuda no se hizo evidente debido, dice The Wall Street Journal (9/12), a la “oscura naturaleza de los libros contables”. El escándalo involucra, necesariamente, al Citigroup, a la auditora Deloitte y a la agencia Standard and Poor´s, que se encargaron de todo el operativo de colocar la deuda en el mercado, disimularla en los libros y presentarla deformada en las calificaciones económicas. Se trata del mismo mecanismo que llevó a las mega-bancarrotas de Enron, WorldCom y otros grandes pulpos, que se valían de su condición industrial para operar a gran escala como fondos financieros.

 

“El verdadero problema de Parmalat es la maraña de ‘vehículos financieros’ considerados líquidos, que no lo son”, dice Corriere della Sera (11/12). Pero agrega: “No se trata de un fondo sino de todo un sistema (…). Todos los grandes grupos gestionan su tesorería con una base offshore (…). Estos productos altamente especulativos vienen siendo propuestos por los grandes bancos internacionales (que ‘asesoran’ a los grandes grupos en todo el mundo)” (ídem).

 

Todo esto liquida uno de los mitos más difundidos del centroizquierda y del pensamiento vulgar: la oposición entre la burguesía “productiva” o “industrial” y el capital aplicado a especulaciones financieras.

 

Crisis industrial

 

La proliferación de las “inversiones de riesgo” pone de manifiesto la magnitud de la caída del beneficio industrial y, en consecuencia, de la sobre-inversión y la sobre-producción. Las ganancias de 120 millones de euros que obtuvo este año Parmalat de sus inversiones en el fondo oculto de las Caimán, significa que “no era la leche sino la gestión financiera lo que producía sus ganancias” (Corriere della Sera, 11/12). Queda al desnudo, por lo tanto, la crisis industrial – y, con la bancarrota, los límites insalvables de la “salida” financiera.

 

El castillo de naipes de Parmalat se derrumbó como consecuencia de la imparable inestabilidad de los mercados mundiales. Las inversiones de Parmalat eran altamente dependientes de la oscilación de las tasas de interés y de las variaciones de los tipos de cambio: la caída del dólar y la subida del euro han puesto en enormes dificultades a una parte sustancial de estas inversiones de alto riesgo. Así lo revela también la quiebra del banco español Eurobank Mediterráneo, especializado en este tipo de operaciones.

 

Paramalat, sin embargo, no está sola en Italia en eso de enchufarle la mitad de su deuda (4.000 millones de euros) a los pequeños ahorristas. Hace poco más de un mes quebró el pulpo de la alimentación Cirio, que, sin embargo, tuvo antes el cuidado de endeudarse hasta la cabeza entre los pequeños ahorristas para usar ese dinero en la cancelación de deuda a los bancos. Este vaciamiento fue orquestado con la complicidad de Capitalia, el Banco de Roma y, por supuesto, el Banco Central de Italia. Lo mismo habían hecho los bancos italianos con la deuda argentina (25.000 millones de dólares), vendiéndola al pequeño ahorrista cuando se dieron cuenta de que el “default” era inevitable. Los “operativos” Parmalat, Cirio y Argentina van camino a desatar una colosal crisis política, pues ponen de manifiesto una gigantesca confiscación de la clase media italiana, por parte del conjunto de los banqueros y el propio Estado.

 

La crisis industrial se encuentra bien extendida. Primero por las derivaciones de la propia Parmalat, que ha puesto en jaque a un pulpo norteamericano de seguros, que podría pedir su quiebra judicial. En Australia, un pulpo competidor de Parmalat ha planteado su intención de comprar a precio de remate a su rival. Siempre en Italia, la Fiat está virtualmente en liquidación, con el agravante de que la General Motors ya anunció que no saldría a su rescate, como estaba previsto, porque ella misma se enfrenta a una crisis financiera y, obviamente, debido a la crisis del mercado del automóvil en Europa. En Francia, Alstom, el principal grupo tecnológico, está en bancarrota, aquí también con el agravante de que el Estado francés, su propietario, no tiene condiciones para rescatarla, razón por la cual ha enviado al parlamento una modificación de la ley de quiebras, que permita entregarla al capital privado a través de la Bolsa. Muy seria es la situación de los tres principales bancos alemanes y su principal compañía de seguros: el Deustche, el Dresdner, el Commerzbank y Allianz: el Citibank ya ha manifestado su intención de adquirir alguno de ellos, en tanto que el Estado alemán se dispone a dictar una legislación cerrojo para que esto no ocurra (es necesario tener presente todo esto a la hora de examinar los choques interimperialistas en Irak). De este lado del Atlántico, tenemos, entre otras, la explosiva crisis de la Boeing, cuyas acciones cayeron un 50% en las últimas semanas como consecuencia de su retroceso en la aviación civil… y de su desplazamiento en el mercado militar por la Lockheed.

 

Universalización

 

Hace pocas semanas, el semanario The Economist explicaba la falta de quiebras bancarias a pesar de la severidad de las crisis financieras que se han ido produciendo desde el “default” mexicano de 1994, como un resultado de la política de “diversificación de los riesgos” que han seguido los bancos, que consiste en revender entre las grandes empresas, compañías de seguro, fondos de pensión y de inversión, gran parte de los préstamos e inversiones que hubieran realizado. La otra cara de esta política “preventiva” la tenemos, precisamente, en la quiebra creciente de los pulpos que “compraron” la “diversificación” de los bancos. Entre ellos se destacan los ahorristas. Nada menos que la mitad de la deuda impaga argentina, de 90.000 millones de dólares, se encuentra, no ya entre los bancos, sino en manos de fondos y ahorristas particulares.

 

Esta generalizada bancarrota virtual se refleja plenamente en la política de los Estados y, como consecuencia de ello, en la universalización geográfica y política de la crisis. El déficit presupuestario y la emisión monetaria norteamericana (baja de la tasa de interés) apuntan esencialmente a rescatar al capital de la bancarrota, sin importarle: a) la devaluación del dólar y su consecuencia negativa sobre el euro y Europa; b) una nueva especulación con bonos, que tienden a subir por la abundancia de dinero para financiar su compra.

 

La crisis mundial se encuentra al rojo vivo.