Perdieron (casi) todos

Otro capítulo de una crisis política interminable

En el último fin de semana de marzo se realizaron elecciones en trece regiones italianas. La coalición de centroizquierda, que gobernaba en once de ellas, ahora ha quedado reducida a siete, cediendo a la derecha las más pobladas e industrializadas. El partido de Berlusconi, sin embargo, perdió votos en todo el país y su triunfo en algunas regiones obedece en realidad al avance de uno de sus “socios”, la ultraderechista Lega Nord. El resultado electoral deja un cuadro de estancamiento generalizado y de enorme crecimiento de la abstención, que ha agravado las contradicciones y el empantanamiento del régimen político italiano.

En los días siguientes a la elección, toda la prensa “progresista” de Europa lamentaba que, a diferencia de lo sucedido en Francia con el triunfo del PS, en Italia la oposición de centroizquierda siga hundiéndose. A pesar de enfrentar a un gobierno atravesado por escándalos de corrupción y corroído por crisis internas, el Partido Democrático retrocedió en toda la línea: si en las últimas elecciones regionales había ganado once de los trece distritos en juego, ahora cedió cuatro a la derecha, entre ellas los más poblados e industrializados del país. La absoluta incapacidad de la centroizquierda de presentar una alternativa a Berlusconi, que ya era el dato fundamental de la crisis política en los últimos meses, ha estallado ahora en la forma de una catástrofe electoral: lo que se viene es un agravamiento de su crisis y todo tipo de rupturas internas. Hay que decir que los restos del PRC de Fausto Bertinotti se caen al mismo precipicio que la centroizquierda de la que siempre fueron furgón de cola, con resultados que los colocan ya en el terreno de la marginalidad electoral.

El punto es que el desastre de la oposición no convierte a las elecciones en un triunfo del gobierno. “Pese al triunfalismo de los medios conservadores, al suyo propio y el derrotismo de los progresistas, Il Cavaliere se quedó muy lejos de arrebatar a las masas” (El País, 31/3).

El partido fundado hace dos años por Berlusconi y su aliado Gianfranco Fini (el llamado “Pueblo de la Libertad”) perdió cuatro puntos respecto a las europeas del año pasado y nueve en relación a las generales de 2008. Si la derecha logró avanzar en varias regiones se debe, en realidad, al crecimiento de la xenófoba Lega Nord de Umberto Bossi, que fue considerada en forma unánime como la única formación política ganadora de la elección. Aunque sólo se presentó en el centro-norte del país, la Lega obtuvo casi la mitad de los votos que el partido de Berlusconi-Fini y colocó a sus candidatos en dos de las seis regiones que ganó la derecha. Cuando se apaguen las luces del festejo, llegará la hora de la crisis al interior de la coalición de gobierno: Bossi se ha convertido en la llave de la situación política y ya empezó a pasar facturas, reclamando un cambio en la relación de fuerzas al interior de la alianza de derecha. Esto implica, entre otras cosas, que cobrarán fuerza los reclamos de mayor “federalismo fiscal” para las provincias ricas – o sea que el reclamo de la “secesión” de las provincias del norte ahora se ha convertido en un más mundano tironeo por la caja en plena crisis mundial, para que el ajuste lo paguen las provincias más pobres del país.

Con un Bossi fortalecido y una centroizquierda en retroceso, el intento de Gianfranco Fini de preparar una alternativa “moderada” al actual primer ministro, en alianza con sectores de la oposición, deberá esperar que lleguen tiempos mejores.

Aunque Berlusconi se jacta de haber logrado evitar un “voto castigo” como el de Sarkozy, lo cierto es que en las elecciones italianas, al igual que en las francesas, la abstención se convirtió en el dato político fundamental: “el gran vencedor de la jornada”, dice El País, “no es Berlusconi, ni siquiera Bossi, sino la desafección, el hartazgo, la resignación y la antipolítica: la abstención crece ocho puntos respecto de hace cinco años, y el 63,6% de participación es la cifra más baja desde que nació la república italiana, en 1946”. El hecho de que, a diferencia de lo ocurrido en Francia, el abstencionismo no le haya restado votos sólo al candidato oficialista sino también a la oposición es una muestra de la profundidad de la impasse en la que se encuentra el régimen político italiano: sobre un total de 41 millones de electores en condiciones de votar, el partido de Berlusconi obtuvo tan sólo 5,9 millones de votos y el Partido Democrático 5,8.

El pantano en el que se ha convertido el régimen político italiano no es novedad para los lectores de Prensa Obrera, en cuyas páginas se ha venido analizando el proceso de la crisis política en el marco de la crisis económica internacional. El resultado de unas elecciones en las cuales han perdido prácticamente todos es un nuevo episodio de esta crisis y agravará las tensiones ya existentes. Aunque la mayoría de los balances de los desmoralizados izquierdistas se limitan a registrar el fracaso de la oposición y el avance de la ultraderecha, los propios columnistas conservadores y de la prensa financiera internacional, que reclaman que la derecha “comience a gobernar en serio”, deben admitir que el permanente impasse de la situación política condiciona la implementación de las medidas de ajuste. “La deuda representa un 116% del ingreso y es una amenaza constante. El gasto debe ser reducido. Los impuestos ya son muy altos. La edad jubilatoria debe ser aumentada. ¿Saldrá Italia de la parálisis? Las elecciones regionales dan a entender, lamentablemente, que no” (Financial Times, 31/3).