Polonia: Los milagros del Vaticano

Sólo cuatro años de “mercado”, de “libre emprendimiento” y de “democracia” han logrado lo que no logró medio siglo de dictadura staliniana: que los polacos, voluntaria y masivamente, le dieran su voto a los partidos stalinistas.


Esos mismos cuatro años de férrea dictadura vaticana, de oscurantismo y de liquidación en masa  de conquistas democráticas,  lograron lo que no pudieron cuarenta años de persecución religiosa: que la población polaca, oficialmente católica, repudiara en las urnas a los candidatos clericales con tanto ahínco, que entre los cinco partidos que recibieron el respaldo de la curia polaca no lograron hacer elegir un solo diputado.


Las elecciones polacas, como antes las de Lituania, revelan qué lejos están las masas de Europa del Este de la “borrachera de libertad y capitalismo” que diariamente pretenden vendernos los “comunicadores sociales”.


La “borrachera capitalista” (de los burócratas, no de los trabajadores) ha dejado lugar a una espantosa resaca de desocupación, miseria y desigualdad social. Se sabía que el electorado polaco votaría en masa contra esa perspectiva, por eso “el triunfo de la izquierda era esperado, pero no en estas proporciones, y tampoco se anticipaba un resultado tan pobre (10%) para la UD (el partido gobernante)” (Página 12, 21/9). Hasta los pequeños propietarios rurales, tradicional refugio del anticomunismo y la iglesia, votaron en masa por el stalinista Partido Polaco de los Campesinos en repudio al corte de los subsidios dictado por el gobierno de la primera ministra Hanna Suchocka.


Los dos grandes derrotados fueron Walesa, presidente de la República, y la Iglesia católica. El “movimiento” de Walesa recogió apenas el 5% de los votos; en cuanto a la iglesia, después de haber impuesto en Polonia una de las leyes del aborto más restrictivas de toda Europa, hizo campaña por los partidos que abogaban lisa y llanamente por la prohibición del aborto. En la tierra del cura Wojtyla, ninguno de estos partidos llegó a alcanzar el 5% necesario para ingresar al parlamento.


La Alianza Democrática de Izquierda y el Partido de los Campesinos, los partidos de la burocracia stalinista que ganaron tan ampliamente las elecciones, se apresuraron a declarar “su respaldo a la economía de mercado”, que “no propiciarán cambios de fondo en el proceso de reformas”, que continuarán con “la privatización de empresas estatales” y que lucharán por “mantener el déficit presupuestario en el mismo nivel que el gobierno centrista saliente” (Ámbito Financiero, 21/9). Inmediatamente, Ian Hume, representante del Banco Mundial en Varsovia le brindó su “apoyo y comprensión” al nuevo gobierno stalinista: “no hay razones para dramatizar los resultados —declaró— ya que el programa de reformas será mantenido en sus grandes líneas” (Página 12, 21/9). Para el banquero, incluso, el triunfo stalinista “es positivo… porque el futuro parlamento será más fuerte” (ídem).


Lo significativo de la votación polaca no es la victoria de los “comunistas” ya que se trata de un partido tan restaurador y antiobrero como los anteriores. Lo significativo es que traduce un giro político en las masas, que ya se había expresado bajo el pasado gobierno en una serie de huelgas (ferroviarios, estatales, mineros) e, incluso, en varias amenazas de huelga general.