Primero de Mayo en Bangladesh: “Pena de muerte y compensación”

El 1º de Mayo, llamado Día del Trabajo en Bangladesh, miles de trabajadores marcharon por las calles de Dhaka, la capital, con el reclamo que sintetizó una dirigente sindical: “Exigimos la pena de muerte para el dueño del edificio que se derrumbó en Savar. Debería ser colgado y darse una compensación por todos los trabajadores muertos y heridos”.


A estas horas los muertos reconocidos son 660 y los heridos 2.400, en su gran mayoría mujeres trabajadoras. El edificio de ocho pisos que albergaba cinco fábricas textiles se derrumbó en minutos, aplastando en masa a sus moradores, que habían denunciado horas antes su inestabilidad. Se ha confirmado que el Rana Plaza -así se llama el edificio- fue construido encima de un pantano cubierto con tierra apelando a una autorización “provisoria”. Como en una trama macabra, la primera ministra reconoció la existencia de “algunos problemas” y formó “una comisión” para observar la seguridad de los edificios -existen 18 inspectores para controlar 5 mil plantas textiles, sólo en la capital.


La movilización obrera en Bangladesh es un grito profundo y extendido frente a un régimen de explotación que se mide en tres cifras y no requiere de adjetivos: 800 trabajadores textiles muertos en una década, sin contar los caídos con el derrumbe del Rana Plaza; chicos de 7 a 12 años que reciben 25 dólares al mes y adultos que cobran 40 -un cuarto de lo que gana su par en China- por jornadas sin límite de tiempo ni días de descanso.


Es la realidad de la tercerización montada por el gran capital, que domina el negocio de las prendas de confección: Hennes & Mauritz (Suecia), Wall Mart (USA), Benetton (Italia), HyM (Inglaterra), Zara (Esp) y muchas otras. De a una, cada una ellas está haciendo esfuerzos inusitados para aparecer desvinculados de las contratistas, a través de una compleja operatoria que suma subcontrataciones y que está concebida para hacer casi imposible identificar a las firmas responsables cuando, como en este caso, se produce una catástrofe.


Los propietarios están cerrando apresuradamente las plantas contratadas y colocándose detrás de la cámara patronal de exportadores y fabricantes de ropa de Bangladesh, que ha puesto el acento en la necesidad de superar “las alteraciones de la producción” provocadas por la “agitación”.


Clase obrera y crisis


Fruto de la catástrofe, la clase obrera se ha adueñado momentáneamente de la situación. Impuso una huelga general a fuerza de piquetes que ocuparon las calles de la capital, en particular el 26 de abril y el 1º y 2 de mayo, exigiendo el juicio y castigo y la indemnización para las víctimas y sus familiares.


La clase obrera de Bangladesh no hace sus primeras armas en esta batalla. La guerra nacional que llevó a la independencia de Pakistán en 1971 tuvo como protagonista a los sindicatos y el activismo político de la izquierda, y esa herencia sigue presente en el reconocimiento del 1º de Mayo como conmemoración nacional. El golpe contrarrevolucionario de 1975 convirtió a la nación en un engranaje de la tercerización del gran capital textil y se crearon las Zonas de Procesamiento para la Exportación, en las que se prohibieron las organizaciones sindicales.


Este edificio de contención y represión comenzó a tambalear con la crisis capitalista. Una menor actividad en las tiendas de los países centrales provocó el despido de una cuarta parte de los trabajadores textiles de Dhaka a partir de 2007 y una respuesta de lucha que se expresó en huelgas y movilizaciones y produjo sus primeros mártires. Aminul Islam, organizador del Centro Sindical de Trabajadores de Confección de Ropa de Bangladesh, fue torturado y asesinado un año atrás, más que presumiblemente por la policía del régimen. El gobierno creó una fuerza de policía industrial cuya finalidad no es precisamente controlar la seguridad laboral sino espiar a los trabajadores.


La clase obrera de Bangladesh -siguiendo los pasos de su hermana china- está poniendo en práctica su propia medicina: la organización y la huelga general.