Qué pasaría si se levanta el embargo

Cuba sufre desde hace treinta años el bloqueo económico y la agresión de todo orden del imperialismo norteamericano y mundial —incluídos los “amigos” de Cuba. Este ataque sin precedentes por su duración es la causa fundamental de las distorsiones del desarrollo económico de Cuba y de sus carencias sociales, independientemente de que tanto en uno u otro terreno haya sido un ejemplo a envidiar si se la compara con el resto de los países de América Latina.


¿Pero qué significaría concretamente hoy una anulación de ese embargo o bloqueo? ¿Qué alcances tendría? ¿Serviría, por ejemplo, para asegurar un desarrollo libre, armónico y progresista de la sociedad cubana?


El levantamiento del bloqueo pondría en evidencia con toda nitidez que Cuba tiene una deuda externa de 6.000 millones de dólares con la banca internacional, que no está pagando ni tiene condiciones de pagar; que su comercio exterior es estructuralmente deficitario; y que sus reservas metálicas o de divisas son mínimas. Es posible apostar con completa seguridad que las negociaciones internacionales para terminar con el bloqueo, que de una u otra manera nunca cesaron, pasan hoy en día por estos temas, en primer lugar la “renegociación” de la deuda externa, es decir un “plan Brady”, y consecuentemente por un plan de reestructuración económico, es decir de penetración del capital extranjero. El gobierno cubano ha efectuado una reforma constitucional entre cuatro paredes, precisamente para otorgar las garantías reclamadas por sus “interlocutores” y ratificar la política de acuerdo en gran escala con el capital internacional que viene llevando adelante hace varios años.


Para que el cese del bloqueo sea un arma de lucha y no una cortina de humo que sirva para ocultar la implantación de un semicolonialismo económico, debe ser sacado de los marcos de la diplomacia oficial del castrismo, que se limita, repetimos, a encuadrarlo en las negociaciones financieras con el capital internacional. La cuestión esencial consiste en recuperar para el pueblo cubano la libertad para disentir con la política oficial, es decir para hacer oir su voz en las negociaciones que se llevan a cabo y para decidir en consecuencia. Los trabajadores cubanos necesitan libertad para organizarse contra los atropellos de la burocracia y contra los de los capitalistas que invaden la isla, y para decir y decidir por qué canales debe organizarse la economía empantanada en virtud del fracaso de las políticas pasadas del mismo elenco gobernante actual.


Hay muchos “izquierdistas” en América Latina que usan la consigna contra el bloqueo para absolver su conciencia moral, con las mismas características con que protestaron contra los “contras” en Nicaragua —es decir defendiendo con uñas y dientes la política de capitulación del sandinismo ante la burguesía y el imperialismo. Hay que luchar por la independencia de Cuba con los ojos todos abiertos: denunciando las limitaciones de la política oficial, su carácter burocrático y la inevitabilidad de que, a corto o mediano plazo, se transforme en el principal enterrador de la Revolución Cubana.