Internacionales
21/11/1996|520
Quién gobierna Rusia
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Mientras las manifestaciones y huelgas de obreros y de soldados ganan amplitud día tras día, en Moscú ha tenido lugar un virtual golpe de estado que “ha convertido a un grupo de banqueros en el ‘gobierno de facto’ de Rusia” (Financial Times, 31/10).
Ocurre que aunque la Constitución establece que, cuando el presidente esté temporalmente impedido de gobernar (Yeltsin está convaleciente de una operación al corazón), sus funciones serán ejercidas por el primer ministro, lo que sucede en la realidad es que “hay dos gobiernos: el de Viktor Chemomyrdin (primer ministro) y el de Anatoly Chubais (jefe de la administración presidencial)” (Le Monde, 28/10), con organismos y funciones superpuestos. Y es este último el que efectivamente gobierna, aunque no cuente con ninguna atribución constitucional para ello. Dentro del ‘clan Chubais’ revista la hija menor de Yeltsin, que ha establecido un virtual ‘cerco’ sobre el enfermo y es quien decide quién tiene -o no- acceso al presidente.
El mencionado Chubais -quien fuera el responsable del ‘esquema’ de privatizaciones que le permitió a los grandes bancos apropiarse, a precios de regalo, de las mayores empresas y yacimientos petroleros, diamantíferos y minerales- no es más que el representante del grupo de grandes banqueros que, según alguno de ellos mismos ha reconocido, decidió “hacerse del poder” para “asegurar el tránsito de Rusia a una economía de mercado que funcione” (Financial Times, 31/10).
El nuevo ‘gobierno de facto’ está integrado por los grupos Oneximbank, Most, Menatep, Alpha Bank, Stolichy Bank y Logovaz, todos ellos encabezados por grandes bancos que han diversificado sus intereses’ en el petróleo, los grandes medios de prensa, y el comercio exterior. En conjunto, controlan el 50% de la economía rusa. Además del propio Chubais, otros dos de los miembros del grupo han sido designados en funciones gubernamentales: el banquero Vladimir Potanin, del Oneximbank, ha sido puesto al comando de la economía; más recientemente, Boris Berezovsky, del grupo Logovaz (importador de automóviles, banquero, explotador de yacimientos petrolíferos y propietario, en los hechos, de la principal cadena ‘pública’ de TV), ha sido encargado de la cuestión chechena. Estos banqueros decidieron el despido de Lebed después de la firma del ‘tratado de paz’ con los chechenos: según el propio general, “Berezovsky exigía continuar la guerra porque su imperio financiero se beneficiaba con ella” (Financial Times, 31/10).
La captura del poder político ruso por los grandes banqueros beneficiarios de las privatizaciones acentuó la guerra de clanes por el control de la economía. Un ejemplo reciente es la orden dictada por Yeltsin de congelar las cuentas bancarias del pulpo gasífero Gazprom por incumplimiento del pago de impuestos. Gazprom es el principal monopolio de extracción y exportación de gas natural ruso y, a diferencia de otras grandes empresas energéticas, no se encuentra controlado por los grandes bancos. Su principal accionista es el antiguo director del monopolio soviético del gas (del que Gazprom deriva directamente)… nada menos que el actual primer ministro Chemomyrdin.
El ex candidato Georgi Yavlinsky declaró que “nuestro nuevo régimen está reproduciendo las características del viejo sistema… su nombre no es bancos y televisión: es oligarquía y mafias” (Financial Times, 1/11). Incluso, entre los grandes capitalistas internacionales, el ascenso al poder de los banqueros rusos es visto con preocupación: “Rusia marcha hacia un régimen totalitario (que defiende) un sistema capitalista de ladrones”, acaba de declarar George Soros (Ámbito, 30/10), uno de los financistas internacionales con mayores ‘intereses’ en Rusia.
“En la naciente economía de mercado rusa, los nuevos oligarcas han decidido asumir el poder en su propio beneficio. Los bancos tienen que tener sus hombres en el gobierno… (porque) el futuro de Rusia como una economía de mercado floreciente y estable está lejos de estar asegurado”; así resume el Financial Times (1/11) el ‘pensamiento’ de los nuevos ‘gobernantes de facto’. La violenta disputa que se libra por la propiedad tiene lugar en medio de un “serio descontento social” (ídem), que se pone en evidencia en las huelgas y manifestaciones crecientes.