Radovan Karadzic, un genocida preso

La ONU y la Unión Europea, cómplices de sus masacres

El genocida Radovan Karadzic, ex jefe de la entidad serbia de Bosnia, uno de los responsables del asesinato de decenas de miles de bosnios durante la guerra de 1992/95, fue detenido en un tranquilo barrio de Belgrado.

Había vivido, durante más de una década, bajo la protección de los servicios de inteligencia serbios… y las “alianzas tácticas” establecidas entre estos y los servicios de inteligencia occidentales (Clarín, 25/7). Karadzic se benefició, además, del papel jugado por los gobiernos occidentales, que “postergaban (los) propósitos de detenerlo” (ídem).

Tres semanas antes de su detención, se había formado una nueva coalición de gobierno en Belgrado: la integran el proimperialista Partido Democrático del presidente Boris Tadic y el Partido Socialista del primer ministro Ivica Dacic. Dacic fue sucesor de Milosevic -el protector de Karadzic- al frente del partido. El arresto es parte de un acuerdo entre el partido nacionalista de Milosevic-Dacic y el imperialismo.

A cambio de la detención, “Belgrado recibirá beneficios comerciales y un acuerdo que sirva como marco precursor para conversaciones formales de membresía (de la Unión Europea)” (Clarín, 25/7). Pero para el ingreso de Serbia a la UE no basta con la detención de Karadzic o, incluso, con la de su jefe militar, Mladic. Está en juego la cuestión de Kosovo, cuya independencia Serbia rechaza de plano.

Kosovo es un protectorado de la Otan y de la Unión Europea. Estados Unidos es el más fuerte defensor de la independencia kosovar. Mirjana Tomic, periodista serbia, anticipa que si la “frágil coalición” de gobierno que detuvo a Karadzic continúa su ofensiva contra la independencia de Kosovo, rápidamente entraría en crisis con la UE y Estados Unidos; si no lo hace, los ultranacionalistas podrían llegar al poder en Serbia (El País, 10/8).

Complicidad

Karadzic cometió sus crímenes bajo el paraguas de las potencias occidentales que ocupaban Bosnia.

El escritor español Juan Goytisolo recuerda que Karadzic fue “recibido con honores en una Unión Europea que se resistió a aceptar hasta el final la distinción entre verdugos y víctimas. (Fue) un protegido bajo mano por personalidades de la comunidad internacional y sus representantes en Bosnia, encabezadas por el presidente francés Francois Mitterrand” (El País, 27/6).

Los ejemplos de la cooperación y complicidad de las fuerzas de la ONU con el asesino Karadzic, que recuerda Goytisolo, son aterradores. Por ejemplo, la existencia de prostíbulos con prisioneras musulmanas, manejados por los soldados de Karadzic, para uso de los militares de la ONU. Otro: el brindis con champagne de un coronel holandés de la fuerza de la ONU con el general Mladic, masacrador de Srebrenica, inmediatamente después de que ese militar serbio anunciara a las mujeres de la ciudad -cuyos maridos habían sido asesinados- que iban a ser sometidas a una violación masiva.

El sitio de Sarajevo, la capital bosnia, duró cuarenta meses en los cuales las fuerzas de Karadzic bombardearon y tirotearon impunemente una ciudad desarmada. No habría podido ocurrir sin la complicidad de las potencias occidentales.

Srebrenica, declarada “sitio seguro” para los bosnios y puesta “bajo la protección de la ONU”, fue entregada por las tropas holandesas a los serbios, que masacraron a 8.000 hombres y violaron a sus mujeres. Los comandantes holandeses arguyeron que debieron “entregar” la ciudad por el temor a ser atacados por los serbios. ¿Los soldados de la Otan, con tanques, aviones, helicópteros, misiles y satélites espías a su disposición podían tener algún temor a una tropa que más parecía una banda que una milicia? Durante cuarenta días, los representantes de la ONU ocultaron esta masacre. Cuando el asunto se destapó, el escándalo obligó al gobierno holandés a renunciar.

Como denunció en aquella época Prensa Obrera, Srebrenica fue entregada a los serbios por la ONU porque era una “saliente” que alteraba la continuidad territorial de las tres entidades en que los imperialistas pretendían dividir Bosnia.

Karadzic está preso. Nadie lamentará que un criminal de guerra se pudra en la cárcel. Pero la pretensión de que la detención de Karadzic hará justicia a las víctimas de la limpieza étnica en Bosnia es un engaño y un auto-encubrimiento de las “democracias” y de la “justicia penal internacional”.

Todos los que -en los más importantes puestos en la UE y en la ONU- lo toleraron, encubrieron, respaldaron y permitieron sus crímenes, siguen libres. No están procesados y ni siquiera han sido llamados como testigos.