Rebelión campesina en Paraguay

... y en el norte de Santa Fe

La rebelión campesina del norte paraguayo ha comenzado a extenderse a todo el país. Arrancó en San Pedro —donde varios miles de campesinos ocuparon la estancia que allí posee el ex senador y presidente del Partido Colorado, Blas Riquelme, y cortaron las rutas adyacentes. Días más tarde, en Concepción, al norte, y en Misiones, al sur, varios miles de campesinos con sus familias también cortaron la rutas. En Asunción, dirigentes campesinos anunciaron que, además de proseguir con los cortes de rutas y las manifestaciones, dejarán de pagar sus deudas hasta conseguir sus reivindicaciones: tierras y el aumento del precio del algodón.


La represión policial fue violentísima. Varias decenas de campesinos fueron heridos de bala durante los “desalojos” de las rutas y de la estancia de Riquelme. La indignación popular en todo Paraguay estalló al comprobarse que la policía había utilizado balas de guerra —y no balines de goma— como había declarado el gobierno. La libertad del medio centenar de campesinos detenidos en los “desalojos” se ha convertido en una bandera para los sindicatos obreros y las centrales estudiantiles.


La rebelión ha sido impulsada por el “hambre de tierra” y la caída del precio internacional del algodón, su principal cultivo. En Paraguay, el 70% de la población rural vive en condiciones de “extrema pobreza”, 40.000 familias campesinas carecen de tierras, el 40% de los propietarios rurales más pobres poseen apenas el 0,4% de las tierras, y el 1% más rico de los propietarios rurales monopoliza el 75% de las tierras de cultivo. El departamento de Concepción, por ejemplo, “tiene un millón de hectáreas de las cuales 700.000 son propiedad de dos empresas que no las explotan sino en un diez por ciento” (Clarín, 19/2).


En relación al algodón, los pulpos exportadores ofrecen 0,40 centavos de dólar por kilo, lo cual —según el gobernador de Concepción y miembro del opositor Partido Liberal Radical, Oscar Denis— “está en línea” con el precio internacional … pero condena a los campesinos a la miseria, sin embargo, los campesinos “aseguran que están dispuestos a vender toda su cosecha a compradores brasileños que ofrecen hasta 0,79 centavos por kilo, casi el doble de lo que están dispuestos a pagarles los exportadores. Pero el gobierno argumenta que la venta directa a Brasil es una injusticia para con los empresarios e inversionistas extranjeros que financiaron la siembra y la cosecha algodoneras” (Clarín, 19/2, subrayado de PO).


Bajo la presión de las manifestaciones, el presidente Wasmosny se ha reunido con representantes de las organizaciones campesinas. En el momento en que esas reuniones comenzaban, los expertos internacionales pronosticaban un alza importante y duradera de los precios del algodón (Le Monde, 12/2; ver aparte). El tono conciliador del presidente, hablando en guaraní a los dirigentes campesinos, es toda una estafa: Wasmosny pretenderá presentar como una gran concesión a los campesinos un aumentos miserable de los precios internos y, sobre todo, dejará “para más adelante” la cuestión fundamental: la propiedad de la tierra.


El alcance explosivo de la crisis algodonera que hoy sacude al Paraguay es mucho más amplio. En el norte santafesino, en Villa Ocampo, una zona de producción algodonera por excelencia, una asamblea popular de más de 6.000 vecinos y productores algodoneros votó reclamar su “separación” de la provincia de Santa Fe y su “anexión” al Chaco, el mayor productor nacional de algodón. Una semana más tarde, en la vecina San Cristobal, una movilización popular —integrada por productores algodoneros y azucareros, vecinos y comerciantes— protestó contra la “postración” del norte santafesino. Según La Nación (22/2), “(en San Cristobal) Como en Villa Ocampo, los productores agropecuarios están agobiados por el endeudamiento, los malos rindes y los precios no compensatorios. Villa Ocampo se encuentra con una producción azucarera y algodoneras inexistentes y alcoholeras cerradas. Avellaneda, otra ciudad importante, con reducción en las plantas aceiteras y las plantas desmotadoras de algodón inactivas”. Las protestas del norte santafesino son el síntoma del comienzo de una movilización popular, acicateada por la crisis internacional en los mercados de materias primas, que no dejará de extenderse a Formosa y al Chaco, donde miles de cooperativas algodoneras están al borde de la quiebra.


América Latina bulle con la movilización de sus explotados. Después de Venezuela, después de Santiago del Estero, después de Chiapas, la rebelión campesina paraguaya confirma que la tendencia a la rebelión contra el hambre y la miseria tiene un alcance continental.